Amaya P. GIÓN

Dos alumnas del Conservatorio Julián Orbón han logrado el primer puesto en los exámenes de acceso a los estudios de grado superior de Música en Oviedo y Zaragoza. La corverana Patricia Martín González, de 21 años, continuará perfeccionándose en el clarinete en la capital asturiana y su compañera Virginia Suárez, de 18, hará lo propio con la flauta en tierras mañas. Lo suyo es vocación por el viento.

Patricia Martín comenzó los estudios de música con nueve años. Cursó dos años de piano y con once comenzó en la Escuela de Música de Corvera. Fue en 2003 cuando se matriculó en el Conservatorio avilesino. El pasado junio concluyó con nota el grado medio, una época de la que no conserva más que buenos recuerdos y palabras de admiración para sus profesores. «Mi profesor, Iván Cuervo, no es un músico, es un artista», asevera. En la misma línea se manifiesta su compañera. «Empecé con siete años en el Conservatorio de Avilés con Begoña Vázquez y fue mi profesora hasta este año, que terminé el grado medio. Es una grandísima profesora y una magnífica persona», añade Virginia Suárez.

Ambas son unas apasionados de los instrumentos de viento y comparten una aspiración común: tocar en una orquesta. Reconocen, en cambio, que su deseo y vocación resulta tan trabajoso como complicado. «Sé que es muy difícil, la competencia es enorme. También me gustaría trabajar en la organización de programaciones musicales», señala la avilesina. «Tocar en una orquesta es muy complicado, sólo hay dos clarinetes. Si no lo consigues, te quedan las bandas de música o la enseñanza, pero lo que yo quiero es tocar», añade la corverana, que ya ha estado en las bandas de Gijón, Avilés y Corvera y que ahora está en plantilla de la Banda de Música Ciudad de Oviedo.

Tanto Virginia como Patricia reivindican mayor reconocimiento a la profesión que han elegido y aseguran que en su camino existen más obstáculos que ventajas. La primera pasó un «fin de curso de locos». A las pruebas para acceder a los estudios superiores -se presentó en Zaragoza y Barcelona- se sumó la PAU (Prueba de Acceso a la Universidad), en la que obtuvo un 8,5 de nota. «Me coincidían las pruebas, fue una locura poder cuadrarlas todas. La verdad es que no te facilitan nada las cosas. En ese sentido está muy mal organizado», opina. «Dedicarse a esto merece la pena pero es duro y me molesta que no se tome en serio la profesión de músico. Está muy infravalorada y requiere mucho sacrificio y esfuerzo. Llevo diez años con el clarinete, más los dos que hice de piano, y me quedan por delante otros cuatro. Esta es una auténtica carrera y animo a todos los que estén estudiando música para que perseveren a la hora de conseguir sus objetivos», añade Patricia, en cuyo currículo también figura un módulo de técnico de laboratorio. «Por si las moscas», apostilla.