Saúl FERNÁNDEZ

Lo que de verdad le gusta a José Ramón García Franco (Avilés, 1978) es contar historias. Lo lleva haciendo desde siempre. «Un día me dije: ¿Por qué no hacer un libro?». Y de las palabras, a los hechos. García Franco cuenta ya con cinco títulos: cuatro novelas cortas y una colección de relatos. Los dos últimos, los que tiene ahora en las librerías, son «Julio Dómine y la casa sin ventanas ni puertas» y «Raro». En éste recopila cuentos de aquí y de allá, en la novela cuenta una historia oculta, con final sorprendente.

Lo interesante de García Franco, más que sus finales, son sus comienzos. Lleva diez años en Arcelor, casi todos ellos en la línea de pintura, que cerró catorce meses a consecuencia de la crisis. «Entonces me recolocaron: pasé a la línea de hojalata; de jefe de turno a obrero a turnos», comenta. ¿Y cuándo escribe? «En las horas que le robo al sueño», asegura. Y es que García Franco es un tipo inquieto: es aficionado a la fotografía, tiene el módulo superior de Equipos Industriales, estudia Psicología en la UNED y, sobre todo, escribe.

Los referentes del escritor siderúrgico son de lo más heterogéneo: Haruki Murakami y Juan José Millás, sobre todo. «Lo que me interesan son las historias que empiezan en la normalidad, pero que terminan sacándola de quicio», asegura.

Edita sus libros en el circuito de Internet: libros que se distribuyen bajo demanda. «Demonios en abril», su primera novela salió en Lulú; los dos últimos, los de este año, en Art Geruts. No se ha presentado en sociedad. «Soy muy reservado. Mis lectores son mis allegados», comenta. Uno de estos lectores, compañero en la fábrica, se ha convertido en una especie de «manager» de García Franco, el escritor siderúrgico.