Si usted es de los que piensan que detrás de las paredes del sobrio edificio que acoge el Centro de Investigación y Desarrollo de Arcelor se esconden científicos de bata blanca, pelos alborotados por las radiaciones, estrambóticas pajaritas y gruesas gafas redondas, está muy equivocado. La realidad es bien diferente: el complejo situado a la vera del puente Azud es el lugar de trabajo de un centenar de investigadores con una media de edad que no sobrepasa la treintena, que combinan los vaqueros con calzado deportivo y que en dos años han convertido el centro avilesino en el referente mundial de la compañía en cuanto a producción inteligente e innovación del negocio, tanto en el proceso siderúrgico como en el medioambiental y en gestión.

A grandes rasgos, ellos son los encargados de desarrollar proyectos innovadores que luego se aplican en los centros de trabajo de Arcelor de todo el mundo y que sirven, entre otras muchas cosas, para optimizar gastos, reducir consumos energéticos, mejorar las cadenas de producción, alargar la vida de máquinas e instalaciones o reducir el impacto a la atmósfera con la reutilización de materiales de desecho. «A nosotros nos plantean un problema al que hay que buscarle una solución, y aquí tratamos de encontrarla», resume Diego Díaz, uno de los investigadores de la rama de Negocio y Cadena de Suministros. Así explicado parece algo simple, pero con el siguiente ejemplo la imagen es mucho más gráfica: «Si eres capaz de encontrar un sistema que permita fabricar en menos tiempo, con mejor calidad y a un coste menor que el resto de tus competidores, estarás mejor situado en el mercado y tendrás una ventaja competitiva». Es decir, que las ideas que nacen en Avilés permiten ahorrar costes millonarios en la cadena de producción y distribución del acero y son la envidia de la competencia. No en vano, uno de cada cuatro proyectos que aparecen en el «catálogo de soluciones» de la empresa desde el año 2008 -un documento que recoge todos los trabajos de investigación realizados en el mundo que han acabado por aplicarse en las fábricas- ha salido de Avilés.

El perfil de los investigadores del centro avilesino es multidisciplinar, aunque se distribuyen en tres ramas diferentes: Energía, Medio Ambiente y Reciclado; Negocio y Cadena de Suministro, y Mejora de Procesos Industriales. «Hay ingenieros matemáticos, industriales, físicos... Todos son licenciados y muy buenos en sus campos», señala Nicolás de Abajo, director del centro de I+D desde 2007, el mismo año en que el presidente de la compañía, Lakshmi Mittal, firmó un acuerdo de promoción de I+D+i con el Principado de Asturias, a través del cual se van a invertir más de cien millones de euros hasta el año 2013. Oficialmente la plantilla consta de 55 personas, aunque el equipo se completa con jóvenes que desarrollan en el centro sus tesis o proyectos de fin de carrera. Aproximadamente, el 8 por ciento de estos investigadores son de otros países, como Holanda y Brasil. Diego Díaz asegura que el buen ambiente de trabajo es uno de los secretos del éxito del centro avilesino. «Trabajamos en grupo, a veces te toca ser líder de un proyecto y otras colaborar con el que está dirigiendo un compañero», señala el investigador, al que ya le ha tocado acudir a países como Francia, EE UU, Kazajistán y Brasil para supervisar la instalación de proyectos desarrollados en Asturias. Actualmente trabaja en un sistema de distribución de materias primas, un sistema para optimizar las compras y su distribución.

Beatriz Padilla trabaja actualmente en un proyecto para la recuperación del agua residual de las baterías de coque, y César Fraga se ocupa de un aspecto más próximo al proceso industrial: los sistemas de inspección para valorar la calidad del producto. «El control de las palanquillas que salen de la acería de Gijón hacia el tren de alambrón se hacía hasta ahora de forma manual, y nosotros hemos desarrollado un sistema basado en unas cámaras que le hacen una fotografía a la pieza al salir de la acería y que permite identificarlas al llegar al tren de alambrón, una especie de huella digital», explica.

Pero en Avilés también se desarrollan sistemas de sensores para las máquinas, medidores de temperatura que pueden evitar incendios en las plantas, ladrillos elaborados a partir de la escoria para el sector de la cerámica, sistemas de ahorro energético o mejoras de los materiales utilizados en las plantas. «Trabajamos en contacto con el resto de las plantas del mundo, es raro el día que no tenemos una videoconferencia o una reunión virtual con varios centros a la vez», explica Beatriz Padilla. No en vano, tres de los diecisiete grupos en los que está dividida la rama de investigación en Arcelor -Medio Ambiente, Negocio y Laminación en Frío- se coordinan desde el centro de Avilés, que ya ha recibido varios premios por sus resultados.

El Centro de Investigación y Desarrollo de Arcelor se encuentra en un edificio de planta baja y dos alturas. A ras de suelo se encuentran tres salas de trabajo repletas de ordenadores y los laboratorios de subproductos, mecatrónica y software. Además existe una amplia sala de reuniones y otra destinada al descanso de los trabajadores en la que cuentan con tenis de mesa, cintas de correr, microondas, cafeteras... En la primera planta están los laboratorios químicos biológicos y analíticos de Arcelor -ajenos al departamento de I+D, aunque en estrecha colaboración-, y en la segunda se ubican más salas de trabajo y algunos despachos.

El complejo se complementa con dos edificios anexos que acogen el centro de documentación (con material de incalculable valor histórico) y las plantas piloto, espacios en los que se realizan las pruebas de los proyectos que desarrollan los investigadores. Esta nave es la recreación de una fábrica en miniatura. «Tenemos laminadores en frío, hornos, simuladores de distintas líneas de producción... aquí se pone a prueba todo», matiza Nicolás de Abajo. Actualmente Arcelor está trabajando en la modernización del complejo y en la instalación de nuevos espacios de trabajo para avanzar en las investigaciones.