El Centro Niemeyer, el gran proyecto cultural y arquitectónico que acogió Avilés con ilusión, comienza a despertar algunos recelos en el PSOE. Los socialistas no dudan de los beneficios que el complejo de la ría ha aportado a la ciudad antes incluso de su apertura y ensalzan la gestión de Natalio Grueso, su director, el hombre que fue capaz de lograr que Brad Pitt pisara la Villa del Adelantado. Pero a unos meses de su apertura surgen las dudas: la difícil coyuntura económica y la gestión de Grueso, desarrollada con «excesivo personalismo», preocupan en algunos sectores socialistas.

En febrero de 2006 LA NUEVA ESPAÑA desveló que el Gobierno regional había decidido que se construyese en Avilés el proyecto donado por Oscar Niemeyer a la Fundación Príncipe de Asturias para servir de museo de la entidad. La noticia fue recibida con júbilo e ilusión. No obstante, el Partido Popular, azuzado por el PP ovetense, mantuvo una posición de incredulidad. El Ayuntamiento de Oviedo temió que la capital asturiana perdiese el protagonismo de los premios «Príncipe» e inició una campaña de firmas en contra del proyecto. La solución vino al distanciar el Centro Niemeyer de la Fundación de los premios «Príncipe», limitando su colaboración a un apoyo que hasta ahora nunca se ha plasmado. El Gobierno regional dio otro golpe de efecto al poner a Natalio Grueso, anterior director de relaciones exteriores de la Fundación Príncipe, al frente del proyecto. La decisión, que también adelantó este periódico, pretendía aprovechar la experiencia de Grueso, que había sido uno de los artífices del impulso exterior de los premios, abriéndolos a personajes más populares.

Durante casi cinco años, Grueso y su equipo, formado por apenas tres personas, han tratado de mantener actividades llamativas como principal reclamo del centro, en fase de construcción. De ese modo se ha ganado simpatía en la calle, reforzada con su habitual discurso de que todas las visitas de famosos a Avilés se lograban gracias a su mágica agenda ya que se trataba de «amigos». Avilés emprendía un camino de ilusión tras años de desencanto y reconversión.

Uno de los principales focos de tensión entre Natalio Grueso y el PSOE está, justamente, en otro edificio singular: el Calatrava de Oviedo. Allí tiene su sede la Consejería de Cultura, que encabeza la gijonesa Mercedes Álvarez. El Niemeyer se ha sentido siempre un hermano menor a ojos del Principado frente a la Laboral. Un ejemplo fue el malestar con el que miembros de la Fundación del Niemeyer acogieron el hecho de que el Principado obligase a que La Laboral participase en las reuniones del denominado «C-7», un encuentro que reunió a centros culturales internacionales de todo el mundo y que acabó siendo el «C-8».

La propia inauguración del centro aumentó las diferencias. La empresa constructora Sedes (de titularidad pública) aseguró que no podría acabar las obras en 2010, por lo que la Consejería de Cultura optó por desplazar la inauguración a la primavera, a pocos meses de las elecciones. Grueso mantuvo, pese al anuncio del Gobierno regional, que la apertura sería en 2010.

Gracias a un sorpresivo encuentro con el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, Grueso anunció un acto educativo con el respaldo de Naciones Unidas. El presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces, no tardó en sumarse. Esta actividad sirvió para abrir la cúpula pese a que el centro estaba todavía en obras.

La primera alarma en el PSOE saltó cuando trascendió que el Ayuntamiento había pagado por urgencia, con el beneplácito de la Alcaldesa y pese a los reparos de la secretaría municipal, facturas por valor de 237.000 euros aportadas por el Niemeyer a cuenta de la organización de ese acto, que programó conferencias durante una tarde y una mañana. La mayoría de facturas se correspondían a viajes de invitados al acto y gastos para acondicionar un equipamiento aún en obras.

En medios socialistas avilesinos se cuestionó que el Ayuntamiento tuviese que asumir las facturas, cuando hubiese sido más acertado que el Consistorio hiciese una transferencia de fondos al Niemeyer. Este traspié dio la oportunidad al PP para retomar con fuerza una de sus críticas más aceradas a la gestión del Centro: la falta de transparencia.

Grueso no ha dado ninguna explicación sobre los gastos de la Fundación: «Eso ha costado una espicha y la habitación de hotel», aseguraba en tono informal. Sólo las facturas que pagó el Ayuntamiento permiten entrever cómo se gestiona el dinero del Centro Niemeyer. En una reciente comparecencia pública, Grueso reconoció sentirse molesto ante las preguntas sobre el coste de las actividades o de la presencia de famosos y criticó la labor de la oposición.

Al mismo tiempo, la desafección en la Consejería de Cultura hacia Natalio Grueso, que realiza una gestión demasiado autónoma y sin relacionarse con el resto de estructuras culturales asturianas, aumentó hasta tal punto que, según fuentes consultadas, las relaciones entre el centro cultural y el Principado pasan casi en exclusiva por la Presidencia.

También despierta dudas la pregunta de qué sería el Centro Niemeyer sin Natalio Grueso. «Esto se ha convertido en un proyecto demasiado personalista, como si él fuera el Niemeyer cuando no debe olvidarse que es un equipamiento público», reconocía un destacado dirigente socialista. Otros señalan que basar las actividades del complejo a una «agenda telefónica» tiene el riesgo de que el listín de números se irá cuando Grueso deje el cargo. Y ese no es un supuesto teórico: él mismo se ha encargado de difundir en su entorno más próximo que abandonará el proyecto una vez que sea inaugurado.

La presentación del presupuesto de 2011 al patronato del Niemeyer tampoco despeja las incógnitas. Hace ya más de un año que Grueso prometió la presentación de un plan director que regiría el Centro Cultural. De ese documento nada se sabe. Incluso los patronos han visto cómo la dirección del centro admite que en el primer año de programación «las actividades no se concretan hasta semanas o días antes de su desarrollo». En el año de apertura, el Patronato únicamente conoce algunas declaraciones de intenciones.

El último episodio, la invitación a Felipe González para dar una conferencia a tres meses de las elecciones, ha despertado recelos en todos los partidos: «No cabe duda de que el Niemeyer es un gran proyecto para Avilés, pero debe ser de todos los avilesinos, no de algunos para sus exclusivas intenciones», aseguran fuentes próximas al Patronato de la Fundación.

A falta de un mes de que el magnífico conjunto arquitectónico que diseñó Óscar Niemeyer relumbre sobre la ría avilesina, una gestión llena de destellos pero también con sombras despierta recelos. No obstante, con las elecciones autonómicas y municipales a las puertas, los socialistas son conscientes de que tienen su principal baza en ese hombre que parece conseguir lo imposible. Después será el momento de hablar sobre qué será realmente el Centro Niemeyer.