Luanco,

Illán GARCÍA

Un aire triste rodea La Ramblona de Luanco. La pasada semana falleció Alfredo Gutiérrez García, «Chispa», una de las personas que más se han lanzado al mar desde este emplazamiento tan luanquín. Y esa tristeza se extiende también por la ensenada de la villa marinera, por la que Chispa dio tantas brazadas para nadar hasta la isla del Carmen. «Esa travesía, desde La Ramblona hasta la isla del Carmen, la hacía todos los días de verano, por la mañana y por la tarde», afirma su hermano Pablo Balbino Gutiérrez. En ocasiones, Alfredo iba acompañado por amigos y hermanos para recorrer los dos kilómetros de distancia, ida y vuelta, del trayecto. Ahora, un ramo de flores recuerda a Alfredo Gutiérrez en uno de sus lugares favoritos de la villa marinera. «Se identificaba con el delfín», destaca su hermano Pablo.

Durante décadas, Chispa seguía el mismo ritual antes de lanzarse al mar: se persignaba tres veces antes de comenzar su travesía. Esa imagen, según relata su hermano, esta grabada en la retina de muchos luanquinos al igual que sus brazadas en pleno mar. De hecho, Pablo Balbino Gutiérrez asegura que pese a que su hermano falleció le seguirá «viendo» en el mar, nadando.

La afición de Alfredo Gutiérrez y de su familia por la natación en aguas del Cantábrico «está en los genes», afirma Pablo Gutiérrez. «Mi tío Isaac iba nadando hasta el cabo Peñas desde Luanco y nosotros heredamos esa pasión», añade. En invierno, Alfredo Gutiérrez sustituía el bañador por las zapatillas de deporte y el chándal y practicaba atletismo por la carretera que separa Luanco y Candás, hasta Bañugues. Era un deportista incansable.

Desde pequeño, Alfredo tuvo problemas de salud, pero su ímpetu y su amor por el deporte le permitieron sobreponerse a las trabas con las que se encontró a lo largo de sus 52 años de vida. «Si hay una palabra que tiene que definir a mi hermano es cariñoso, y eso lo puede decir cualquier persona de Luanco», destaca Pablo Balbino Gutiérrez, que añade además: «Para las mujeres y los niños siempre tenía una sonrisa, se preocupaba por la gente, era atento, amable, solidario y respetuoso con todo el mundo». De hecho,a su muerte donó todos los órganos.

«Me alegra mucho que alguien pueda vivir o mejorar su calidad de vida gracias a los órganos de mi hermano», apunta Pablo emocionado. Al margen de su amor por el deporte, natación en verano y atletismo en invierno, Alfredo Gutiérrez, era un buen pintor y dibujante. «Tenía una gran virtud, sabía reflejar muy bien la expresividad de los ojos», explica su hermano. En la casa de Alfredo, en la que vivía con sus padres y una hermana, su familia mantiene aún sus obras artísticas colgadas en las paredes.