Francisco L. JIMÉNEZ

Cuatro de cada diez euros que le cuesta a Alcoa fabricar aluminio en Avilés van destinados a sufragar el coste energético, lo que es tanto como decir que se emplean en pagar la factura de la electricidad. Ésta es la consecuencia de que la fábrica de Alcoa, al igual que la factoría de cinc que posee AZSA en San Juan de Nieva, sean auténticas devoradoras de kilovatios debido a que sus procesos productivos se basan en el principio químico de la electrolisis, para cuya activación a escala industrial es imprescindible el aporte de ingentes cantidades de electricidad. Ésta es la razón por las que los máximos responsables de Alcoa y AZSA -también los de Arcelor, la otra multinacional radicada en Asturias con elevada dependencia eléctrica- insisten, cada vez que tienen ocasión de hacerlo, en que es urgente fijar un marco tarifario que garantice la competitividad energética de sus fábricas españolas.

Alcoa fue esta vez más allá de las meras quejas por el importe de su factura energética en España e invocó el hecho de que la electricidad que paga aquí es más cara que la de otros países para justificar en parte su decisión de reducir la producción en dos de las fábricas que tiene en el país, la de Avilés y la de La Coruña. La otra gran damnificada es la factoría italiana de Portovesme (Cerdeña). La elección de las fábricas implicadas en este ajuste productivo no parece casual, puesto que si las industrias radicadas en España pagan el precio del kilovatio hasta un 25,6 por ciento más caro que la media europea (a 10,82 céntimos de euros cuando la media de la UE está fijada en 9,36 céntimos), más costosa está aún la energía eléctrica en Italia: 11,66 céntimos de euro por kilovatio. En contraste con estas evidencias, las fábricas que Alcoa tiene en Islandia y Noruega, países con precios más contenidos de la electricidad, han salido indemnes del ajuste.

La tabla tarifaria de la electricidad en la Unión Europea está encabezada en su parte inferior por Estonia, donde las industrias pagan 6,16 céntimos de euro por kilovatio consumido y se cierra con Malta, donde el kilovatio sale por 18 céntimos. Entre medias, sólo Chipre, Eslovaquia, Italia, Irlanda y la República Checa tienen la electricidad industrial más cara que en España, según datos del observatorio estadístico Eurostat referidos al primer semestre de 2011. Es bien cierto, no obstante, que Alcoa, AZSA, Arcelor y un selecto grupo más de empresas disfrutan de un precio privilegiado -y secreto- de la electricidad negociado hace dos años a instancias del Ministerio de Industria con las compañías eléctricas. Pero no es menos cierto que, aun así, la carestía del kilovatio en España es un handicap para la competitividad de empresas que, como Alcoa, consumen ellas solas en un año más megavatios que una ciudad del tamaño de Avilés.

Santiago Zaldumbide, presidente de AZSA, fue el primero hace ya más de un lustro en dar la voz de alarma sobre el peligro de la deslocalización de las multinacionales por culpa del sobrecoste eléctrico; Gonzalo Urquijo, consejero de Arcelor, reiteró esos mismos temores hace menos de un año. Ahora Alcoa pasa de las palabras a los hechos.