Avilés es una pequeña villa costera del Cantábrico, ultramarina e industrial, burgués y proletaria, y sobre todo «cubana». Don José Fernández de Villalaín escribía todo esto en su «Topografía médica del Concejo de Avilés», referida a la situación de nuestra villa en 1912, año en que hizo las notas para la citada publicación que vio la luz en 1913. Este médico, pintor y poeta de origen naviego, fue también un gran melómano y virtuoso del violín que, según sus biógrafos, enseñó los primeros pasos con este instrumento a su hermano pequeño, Martín Marino Fernández de Villalaín. Marino, con la ayuda de su hermano, pero también gracias a su esfuerzo y talento, consiguió llegar a ser primer violinista de la Orquesta Nacional de España, premio Sarasate y profesor de los conservatorios de Madrid y Cuba. La red de conservatorios cubanos, con cabecera en La Habana, había sido puesta en marcha por el pianista avilesino Benjamín Orbón, gran amigo y colaborador de Marino, con el cual interpretó la famosa composición «Aire de Derry» en el Teatro Palacio Valdés en 1924. El concierto, que tuvo lugar en el odeón avilesino dentro de los actos organizados para honrar a la delegación norteamericana que se había desplazado a nuestra villa para asistir al traslado de los restos de Pedro Menéndez, fue un inteligente guiño de los músicos avilesinos a unos delegados entre los cuales la mayoría era de origen irlandés y escocés. Pero volviendo a don José, señalar que fue también el fundador y primer presidente de «La Musical Obrera», decana de las masas corales avilesinas, constituida en 1904, y cuyo primer director fue el gran Jesús Muñiz Requejada, conocido como «El Perlito».

En esos años de principio de siglo la relación con Cuba, señala Villalaín, continuaba siendo muy fuerte, a pesar de la guerra que llevó a la independencia de la isla en 1898. La «Perla del Caribe» era el destino preferido de la emigración avilesina que partía en busca de fortuna. Esta relación queda patente en el trágico hundimiento del «Titanic» acaecido en abril de 1912. En el magnífico trasatlántico viajaba el avilesino Servando Ovies Fernández, propietario junto con su primo, el también avilesino José Antonio Fernández, de los afamados almacenes conocidos como «El Palacio de Cristal» de La Habana. Tras el fatídico accidente, José Antonio viajó a Halifax para reconocer el cadáver de Servando y autorizar su enterramiento en el cementerio de esa ciudad, donde descansa desde entonces el malogrado avilesino, que fue amargamente llorado en Avilés y en La Habana. José Antonio Fernández fue presidente y también uno de los creadores, en 1911, del «Círculo Avilesino de la Habana», ocupando, entre otros cargos, el de Alcalde de Avilés. Desde ese puesto de primer edil tuvo la responsabilidad de ser el anfitrión y organizador de los actos que agasajaron a la delegación norteamericana que, como ya se ha dicho, visitó nuestra ciudad en agosto de 1924.

En julio de 1912 se produce la visita a la Villa del Adelantado de Alfonso XIII, que llega a la ría avilesina a bordo del yate «Giralda». El barco fondeó en los muelles de la dársena de San Juan de Nieva y, desde allí, el Rey se desplazó hacia nuestra ciudad para alojarse en el palacio de los Marqueses de Ferrera, hoy hotel NH. En ese desplazamiento se produce la que posiblemente sea la primera muerte por atropello de automóvil en nuestra ciudad. Efectivamente, el día 20 de julio, al paso de la caravana regia, uno de los automóviles arrolla y mata al niño José Suárez, de 10 años. Pero no se quedaron ahí las desgracias porque, paralelamente, un obrero municipal conocido por «García» que estaba disparando voladores desde la torre del Ayuntamiento para anunciar a la multitud congregada en El Parche la llegada del monarca, resulta herido con quemaduras gravísimas como consecuencia de la inflamación y explosión de los cohetes. No entró con buen pie Alfonso XIII ese 20 de julio de 1912 en Avilés.

Fue por esta ápoca cuando arranca la actividad turística, de la mano de los baños marinos, en los arenales costeros. Serán las estancias regias en San Sebastián y Santander durante el estío las que propiciarán la moda del veraneo al que la comarca avilesina se suma de forma entusiasta. Así, verán la luz proyectos como el Gran Hotel, inaugurado en julio de 1917, y también el tranvía eléctrico para unir la villa avilesina con las playas de San Juan y Salinas, en febrero de 1921. Pero la primera instalación turística que aparece en la comarca, al socaire de los baños marinos será el Balneario de Salinas, construido en madera sobre pilotes en la misma playa por Antonio de Treillard García en el periodo de entre siglos. Pues bien, en ese fatídico año de 1912, encontraría el viejo Balneario su final, fruto de un desgraciado incendio que lo dejó reducido a cenizas.

Los años de entre siglos habían sido de bonanza económica, pero al finalizar la primera década del XX la crisis había hecho su aparición y multitud de proyectos habían quedado parados. Uno de los preteridos fue la construcción del Teatro Palacio Valdés que, iniciado en 1900, en estos años languidecía a medio hacer, sirviendo como almacén y establo de bestias. En 1912 se convoca una plaza de arquitecto municipal a la que se presentan, en competencia, Tomás Acha Zulaica y Antonio Alonso Jorge. Será este último el que obtenga la plaza y al que el consistorio encargue, ese mismo año, un estudio para evaluar las condiciones en que se encuentra el edificio del teatron y el coste que importaría lo que aún restaban por hacer. El estudio fue entregado, pero la reanudación de las obras, en unos momentos de fuerte crisis económica, tardaría en llegar, de modo y manera que la finalización e inauguración del equipamiento cultural no se producirá hasta el año de 1920.

La Guerra de Cuba y la necesidad de regeneración de la vida pública habían propiciado una efervescencia política en toda España de la que Avilés fue testigo y protagonista. Los viejos liberales, capitaneados por don Julián García San Miguel, segundo Marqués de Teverga, que con su «alter ego» avilesino, el incombustible Floro Mesa, habían acaparado el protagonismo político en nuestra villa durante décadas, van a tener su réplica en una formación de nuevo cuño, cuyo motor y referente va a ser José Manuel Pedregal. En 1907, José Manuel Pedregal arrebata al Marqués de Teverga el acta de diputado y poco después también Floro Mesa perderá la Alcaldía en Avilés a manos del pedregalista Carlos Lobo de las Alas, iniciándose un largo período en el que el nuevo grupo político, de carácter republicano, ostentará la hegemonía en nuestra ciudad. El Marqués de Teverga muere en octubre de 1911 y, en 1912, se constituye el Partido Reformista fundado por Melquiades Álvarez, en el que se integran los pedregalistas avilesinos. Se abre un nuevo tiempo político con colaboración entre los republicanos reformistas de Pedregal y los partidos del Movimiento Obrero que dará lugar, con el tiempo, a la Conjunción Republicano-Socialista. Más tarde, después de la Revolución de Octubre de 1934, los reformistas se escindirán y un grupo pasará a formar parte de la CEDA y otro de Izquierda Republicana, pero esa es otra historia. El Movimiento Obrero inicia su andadura en este período de entre siglos y, en Asturias, van cristalizando proyectos concretos como la fundación del SOMA (Sindicatos de los Obreros Mineros de Asturias) que ve la luz en noviembre de 1910, de la mano de Manuel Llaneza y Amador Fernández. Será precisamente el SOMA, con el apoyo de los reformistas de Melquiades Álvarez, los que lideren en Asturias la huelga revolucionaria de 1917. Pero antes, el sindicato minero protagonizará, durante los años de 1912 y 1913, una huelga de gran trascendencia en la Mina de Arnao, en Castrillón. La Real Compañía ya había tenido, desde principios de siglo, enfrentamientos continuos con sus trabajadores. Los dirigentes patronales habían aplicado a sus productores la doctrina de la zanahoria y el látigo. A concesiones y dádivas paternalistas, como la oferta de viviendas, la creación de economatos, escuelas o centros recreativos, acompañaban duras represiones como las protagonizadas por el apoderado general Pedro Pascual de Uhagón. Un ejemplo claro de estas últimas fue la que tuvo lugar tras la huelga de 1903, con la reducción a la mitad del sueldo a los fundidores, aumentando al doble su carga de trabajo, la eliminación del medio jornal que se pagaba a los enfermos y los despidos masivos y persecuciones a los obreros por el hecho de estar afiliados al sindicato o celebrar el Primero de Mayo. Como consecuencia de estas acciones represivas más de cien familias se vieron forzadas a emigrar fuera de España asentándose en el condado de San Luis, California; en Spelter, en el condado de Harrison, Virginia Occidental; o en Donora, Pensilvania. Pero la lucha continuó a pesar de todo y en 1912 se plantea nuevamente un escenario de conflicto. La chispa que lo dispara va a ser el despido de varios obreros que no habían acudido al trabajo por participar en la fiesta del Primero de Mayo de 1911. Uhagón pretendió aplicar las recetas de 1903, pero las cosas habían cambiado; el sindicato, que estaba ya en ese momento organizado y contaba con el apoyo del resto de los mineros asturianos, planteó la huelga y la ganó. Al año siguiente, en 1912, se produce el despido de uno de los más destacados dirigentes sindicales de la compañía. Manuel Llaneza en persona se desplaza a Arnao, a las oficinas de la empresa, para exigir su readmisión, pero Uhagón deniega la petición e incluso espeta a Manuel Llaneza su negativa a seguir teniendo trato alguno con el sindicato minero. Esta actitud propiciará una asamblea masiva en Salinas, convocada por el SOMA, en la que se acordará reivindicar la readmisión del despedido, la exigencia del respeto a la jornada de nueve horas y la eliminación de las contratas externas. Si la empresa se negaba a admitir estas reivindicaciones la alternativa sería la huelga general. Uhagón no cede y se produce la huelga que se prolongará desde el otoño de 1912 hasta finales de 1913. La intransigencia patronal, la represión contra los huelguistas y el empleo de esquiroles traídos de fuera de Asturias forzaron la rendición de los mineros de Arnao. Pero la victoria de Uhagón fue pírrica, obtenida a costa de grandes pérdidas económicas para la Compañía y de la falta de mantenimiento durante meses de la mina, con el consecuente deterioro de sus instalaciones, lo que va a suponer que tengan que dejarse de explotar poco después, cerrando sus puertas definitivamente en 1915. La consecuencia humana de este enfrentamiento fue la forzada emigración de gran parte de la plantilla de la Real Compañía fuera de España. Se marcharon, siguiendo el camino de sus compañeros de 1903 y 1904, al «Norte», que era como entonces se llamaba por estos lares a los Estados Unidos, y fueron sustituidos por trabajadores traídos en barco desde la vecina comunidad de Galicia.

Pero lo anterior fue acompañado, una vez más, por una profundización en las políticas paternalistas. Nuevamente el palo y la zanahoria. En esta clave cabe interpretar la utilización de la escuela como antídoto de actitudes revolucionarias, como una manera adecuada para lograr el que una determinada educación inculcara la obediencia y la sumisión de las nuevas generaciones, que debían nutrir de brazos para el trabajo a la empresa en el futuro. Con este objetivo, en 1912, se ponen en marcha en Arnao las obras para la construcción de las escuelas del Ave María, que serían inauguradas al año siguiente. Los mandos de la Real Compañía actuaban convencidos de que el modelo educativo de esta institución manjoniana sería de una utilidad decisiva como prevención contra la organización y la lucha obrera.

1912 también es un año de nacimientos de gente significativa para el deporte avilesino. En febrero de ese año nace en Avilés Guillermo González del Río, conocido en el mundo del fútbol popularmente como Campanal I, considerado como el mejor delantero centro de la historia del Sevilla F. C. equipo al que se incorpora con 17 años de edad. Formó parte de la famosa delantera «Stuka» y es el jugador más goleador de la historia del club, con 214 goles en su haber y 281 partidos jugados con el equipo sevillano. También nace en 1912, en Avilés, Rodrigo Campa París, destacado jugador de ajedrez que después se dedicó a divulgar y potenciar en nuestra villa la práctica de este deporte. Rodrigo Campa París regentó, con su hermano Armando, la conocida sombrerería y camisería «El Modelo», en la calle de la Cámara, fundada por el padre de ambos. A la muerte de Armando, siguió al frente del establecimiento con su sobrino Manuel Campa. Rodrigo Campa reunió una gran biblioteca especializada, fue tratadista y uno de los grandes impulsores del ajedrez en Avilés, llegando a organizar en la ciudad numerosas partidas, certámenes y dos torneos internacionales. Murió en 1994.

Estas y otras historias de nuestra comarca así sucedieron en el año de 1912 y así se las cuento a ustedes en este «Diario de a Bordo».