Marta PÉREZ

Con dos goles de Ronaldo, Brasil ganó a Alemania el Mundial de fútbol de 2002 convirtiéndose así en pentacampeón del mayor torneo futbolístico de este planeta. La peña antroxera Vehinsa también ostenta el título de pentacampeón; en su caso, en la más prestigiosa prueba de Carnaval cuesta abajo del universo: el Descenso de Galiana. Sus trabajados artilugios lograron el primer premio en cinco ocasiones. Fueron líderes indiscutibles durante cuatro años consecutivos, de 1999 a 2002, y se alzaron con el codiciado título de pentacampeones en 2004 con un artilugio bautizado «Cachi-chin agua». No tenían rival. En su palmarés de méritos también figuran tres segundos premios, un tercero, un quinto -el año pasado-, un sexto, un séptimo y un octavo. Son unos profesionales del descenso que lo han ganado todo. Los primos Campo -Luis y Toño-, impulsores de la peña, restan importancia a este historial de gloria antroxera. «Vamos al Descenso porque nos lo pasamos genial, el día que dejemos de pasarlo bien, no concursaremos», aseguran.

Los de Vehinsa, mecánicos de vehículos pesados, reconocen que en sus inicios el Descenso estaba «menos profesionalizado» que ahora y jugaban con cierta ventaja. «La calidad ha mejorado mucho para hacer los artilugios. Ahora la gente dispone de una nave, herramientas, equipos de soldar. Nosotros eso lo tuvimos siempre», cuentan. Sin embargo, detrás de sus artilugios hay muchas horas de trabajo -dedican una media de tres horas diarias y sábados enteros durante dos meses- y ganas de hacer las cosas bien. «La seguridad, para nosotros, es primordial. La carroza lleva dos frenos. Nunca tuvimos ningún problema», explican los Campo. Dos frenos, un aseo para las damas -dicen que estaban cansados de tener que estacionar el artilugio en medio de la calle para que las señoras buscasen un bar en el que orinar- y un equipo de música que ronda los 2.000 euros.

Sus carrozas molan tanto que un año una madre ajena a la peña abandonó allí a su hijo. «Volvíamos para casa y nos encontramos con un niño pequeño que no nos sonaba de nada. Empezamos a preguntar, y el niño no era de nadie. Menos mal que el pobre se sabía el teléfono de la madre. Lo había subido a la carroza, y allí nos lo dejó, como si fuera un parque infantil», relatan.

Los de Vehinsa, también descenderán este año. Están preparando una carroza muy hippie que apunta maneras. Y si no obtienen premio, seguro que habrán disfrutado. Además, sus artilugios no se convierten en chatarra, sino que cobran vida después de Galiana. Por ejemplo, una de sus carrozas premiadas es ahora el hogar de un feliz rebaño de ovejas en la finca de José Manuel Pantiga, conductor de los artilugios de la peña. «No están los tiempos como para andar tirando las cosas», bromean los Campo, pentacampeones del Descenso de Galiana.