Ya es oficial: la crisis pasa factura hasta a la sardina antroxera. Y así lo dejó claro en su testamento, que leyó la Cofradía del Santo Entierro en un velatorio de cuerpo presente. «Este año de crisis y muchos más por delante y por detrás, no hay ni pa regalar, ni tinta, ni papel, sólo ideas en la mente de cada cual». Y como «no cambien las coses si non ye pa peor», la sardina no habló de vías, ni de gobierno ni oposición, ni de alcaldesa (casi), ni de Isla de la Innovación, pero salvando estos temas encontró otros donde meter el dedo. A saber: la monarquía, Obama, Rajoy, los guiñoles franceses, el Parlamento Europeo... y el «señor Mittal», a quien dedicó «un cesto lleno de serpientes: engañando a los currantes sigue siendo un indecente».

En clave de crisis se desarrolló buena parte del guión de los cofrades del Santo Entierro de la Sardina, que ayer cumplieron con la anual peregrinación entre la plaza del Carbayo y el Parche, en velatorio de Miércoles de Ceniza, como broche del carnaval. «Pa la xente del hierro, de mi güelu su potera, que pesquen escoria viva y no marchen de su tierra», declamó Teo Siñeriz, portavoz in pectore. Los recortes ya se dejaron notar: había menos viudas, afirmaban los entendidos, y en la carroza presidencial había que compartir micrófono. También había crisis de fervor: «Por lo menos que contesten los de la cofradía», resopló Herrerita, arengando así a la parroquia para corear el consabido «apunte usted, señor escribano, apunte usted con la pluma en la mano, tintero y papel».

Para contrarrestar estas carencias, el Santo Entierro repartió vino y sardinas. «Que son pa'l pueblo, no pa los cofrades», advirtió Chus Rodríguez, ataviado como la viuda mayor del duelo. De hecho ganó varios centímetros de altura, gracias un espectacular moño muy de la estética de Marge Simpson. También repartieron agua con mucha efusión, escobilla en mano, y hasta 43 coplillas del testamento de la sardina, entre el regocijo de los espectadores.

La liturgia del Miércoles de Ceniza comenzó, como cada año, en Llaranes. Allí la Cofradía de la Sardina Arenque organizó el desenclavo y entonó el «¡Adiós con el corazón!». Los Reyes del Goxu y la Faba, los Hippies Olímpicos, fueron los porteadores del pez, que luego llevaron hasta la avilesina plaza del Carbayo. El cortejo fúnebre se formó con retraso (según el horario previsto, que suele ser opcional en esta convocatoria). Allí se juntaron, junto a las dos cofradías de Llaranes, El Felechu, las Viudas y los del Santo Entierro, además del carro y las vacas. Subidos a la carroza, Herrerín, Chus Rodríguez y Teo Siñeriz iniciaron los lamentos. «Los miembros de la cofradía, que pasen a pesase, que siempre ganan dos kilos de más», pregonaron.

El testamento de la sardina dio una de cal y otra de arena, ya que además de criticar a personajes varios aprovechó para resaltar los éxitos deportivos. «Pa Gasol, Navarro y cia, muchos besos y achuchones: en eso del Eurobasket volvieron a ser campeones», leyó Teo Siñeriz, que también deseó suerte al «guaje de Tuilla». La última de las coplas fue para el ex líder de «Los Irónicos», Tino Romero, recientemente fallecido, que «en el Antroxu era el primero», según recordaron.

Mientras procedió a la lectura, junto a la iglesia de Sabugo, se fueron amontonando curiosos con cámara, alguna gallina y varias viudas compungidas. A Siñeriz le sustituyó después Chus Rodríguez, para el «rosario» compuesto de tres misterios. O quizá cuatro, porque siempre hay quien se pregunte por el famoso Alonso, que este año, por no faltar a la tradición, tampoco llegó. Los misterios fueron en clave política: Niemeyer, ronda norte (que acabará siendo por La Callezuela, según los cofrades) y el relevo del que habla toda la ciudad: «Álvaro y Aréstegui juegan a vivir de la política y acaban de bedeles en el Carreño Miranda. ¿Ha venido Alonso?»

Tras el pregón y el «rosario», comenzó el cortejo fúnebre por las calles de Avilés. Primero entre lamentos y cantos de perdón, para a renglón seguido continuar con pasodobles. Antes de dejar Sabugo, la Cofradía del Santo Entierro se desvió del trayecto que seguían el resto de participantes en el cortejo para pasar por delante de la sede de LA NUEVA ESPAÑA, como manda la tradición. «Que si no nos matan», decían.

Por el camino hubo varias paradas, para airear bien el testamento, hasta llegar a la plaza de España. Allí, finalmente, se enterró el carnaval del año 2012. La sardina ardió entre gran estruendo, fuegos de artificio, traca y colores. Que no se diga que la crisis... tinta no habría, pero pólvora quedaba aún en el tintero.