Las mancomunidades nacieron como una herramienta presuntamente eficaz para aunar esfuerzos y recortar gastos. Precisamente, los ingredientes necesarios para convertirlas en elementos que sobrevivan ante una crisis. Pero no ha sido así. Justo cuando llegan las vacas flacas son de los primeros entramados en caerse. Eso pone en evidencia algunas cosas, como que en su mayoría se constituyeron para servicios que no eran estrictamente necesarios, esto es, se aprovecharon subvenciones estatales, autonómicas y europeas para impulsar actividades que ahora no son esenciales. Han sido una oportunidad perdida para lograr una Administración local más eficiente y ajustada. La tijera de la recesión no tiene reparos y seguramente la mayoría de estas entidades desaparecerá o quedará larvada hasta tiempos mejores. Quizás éste debería ser un buen momento para reflexionar sobre qué servicios realmente podrían compartirse entre varios municipios ahorrando costes. Piensen: salen unos cuantos.