Francisco L. JIMÉNEZ

Paz López -Armán- Fernández heredó de su padre, el fotógrafo Adolfo López Armán, el carácter desprendido y la curiosidad por todo lo que le rodea. De lo primero dio buena muestra cuando en 2010 donó al Ayuntamiento de Oviedo el archivo gráfico de su progenitor, uno de los fondos fotográficos más importantes de Asturias y un compendio histórico de valor incalculable sobre la Guerra Civil en la capital. De lo segundo dejó constancia ayer, en una visita que realizó a la exposición sobre Ensidesa que se muestra en la Antigua Escuela de Cerámica, dentro de lo que será el Museo de Avilés; una muestra que cuenta al visitante cómo se levantó «La Fabricona» y que no podría hacerlo sin las fotos de Armán que cuelgan de las paredes.

A Paz López, a quien acompañó hasta Avilés su hijo José María Camarero López, le llamaba la atención hasta el hecho de que el fotógrafo de LA NUEVA ESPAÑA la convirtiera en objetivo de su cámara: «Me gusta más ver fotos que me las hagan», protestaba mientras se dejaba retratar. Durante su recorrido por la exposición acabó contando que también su padre le hizo innumerables fotos que aún conserva la familia: «Pues sí, sí que le gustaba hacernos fotos, pero solía sacarnos desaliñadas y sin peinar... muy como de "andar por casa"». Tanto es así que Armán ejerció como fotógrafo de la boda de su hija, lo que obligó a cambiar los papeles habituales y que el padrino fuese el padre del novio en vez del de la novia. «Ese álbum lo guardo como oro en paño», recalca la mujer.

Paz López rezuma orgullo por ver reconocida la obra de su padre -fallecido en 1980-, aunque sea con tantos años de retraso y habla de él con contagiosa admiración: «No sólo se dedicó a hacer fotos, también fue músico y copista oficial del Museo del Prado, viajó por medio mundo y hablaba cuatro idiomas. Lo que no quiso nunca fue un trabajo estable, yo creo que no le gustaba la idea de verse atado a unas obligaciones». Esta descripción tan ajustada a lo que se entiende popularmente como un «alma libre» tuvo su reflejo en la forma en que Armán retrató el proceso de construcción de Ensidesa, una obra de titanes a la que hace justicia el trabajo de Armán; nadie como él supo dar protagonismo al hombre en unas fotos donde lo que se trataba de retratar eran estructuras de proporciones colosales. «Por aquellos días, mi madre nos obligaba a santiguarnos cuando papá salía de casa para ir a las obras porque sabía que andaba subiéndose a sitios peligrosos y metiéndose entre las máquinas y tenía miedo de que le pasara algo», narra la hija de Armán sin reparar en que el primer mandamiento de todo buen fotógrafo- y Armán lo era- es acercarse lo más posible a la acción y buscar los enfoques más espectaculares con desprecio del riesgo.