Pilar Varela afronta el que quizás sea el lance más incómodo de su trayectoria como alcaldesa de Avilés. El patronato de la Fundación del Centro Niemeyer conocerá mañana lunes la auditoría realizada por la firma Deloitte a la gestión de 2011; la consejera de Cultura, Ana González, ha asegurado que la hará pública. Los auditores han emitido una opinión desfavorable y el documento, según fuentes consultadas, viene a constatar deficiencias en la gestión del complejo cultural. El gobierno del Principado ha asegurado que no se amilanará a la hora de señalar a los responsables de un agujero que ronda los dos millones de euros. Varela, que en tiempos del gobierno de Álvarez-Cascos defendió con uñas el que fue uno de los símbolos del ejecutivo de Areces, se arriesga a recibir buena parte de los reproches por parte de la oposición.

Cuando en 2007 Pilar Varela accedió a la Alcaldía de Avilés el viento soplaba a su favor y le susurraba tiempos de prosperidad y éxito. El Centro Niemeyer iniciaba su construcción, sobre la mesa permanecían proyectos urbanísticos y de transformación para la ría y la flamante regidora confiaba en resolver algunos de los problemas seculares de la ciudad. Con entusiasmo, vibró con la programación del Niemeyer y apenas hizo caso a las voces que advertían de la necesidad de un mayor control en el Centro: no eran más que envidias o ganas de mancillar.

Pero ya antes de la victoria forista en Asturias en 2011 la Alcaldesa había tenido que sortear algunas diferencias con el director del Niemeyer, Natalio Grueso (hoy gestor cultural del gobierno del PP de Ana Botella en Madrid), que hacía a su antojo sin rendir más cuentas que a Areces. La llegada de Álvarez-Cascos al gobierno regional desencadenó una batalla en la que Varela ejerció una defensa de los gestores que ahora puede pasarle factura.

Foro Asturias esgrimió irregularidades en los cambios estatutarios que Areces efectuó a uña de caballo una vez sabido que dejaría de gobernar y también aireó facturas y subvenciones mal justificadas. En aquella disputa, Varela lideraba la «aldea roja», como algunos denominaron a Avilés, la avanzadilla de un PSOE que se lamía las heridas del batacazo. ¿Cómo afrontar el dilema? Frente a un Álvarez-Cascos beligerante, Varela defendió el prestigio del Niemeyer, azuzada por unos gestores que actuaban como si el centro fuese suyo, tomaban decisiones a sus espaldas, alimentaban movimientos públicos de respaldo y para colmo la acusaban de defenderlos poco. Pero la alcaldesa de Avilés pocas veces distinguió el centro de la gestión de Natalio Grueso: formaban a sus ojos un todo indivisible.

Antes de las elecciones autonómicas de 2011, los socialistas ya admitían en privado que el Niemeyer acabaría siendo un problema y que Natalio Grueso necesitaba un gerente que controlase su gestión poco rigurosa. «Puede ser un excelente programador, pero pésimo llevando cuentas», admitían algunos dirigentes regionales.

¿Pero, podía Varela en medio de las embestidas de Foro reconocer públicamente lo que ya era sabido y constituía una de las líneas argumentales de los foristas? Varela optó por negar la mayor y cometió algunos excesos, como llegar a afirmar que pondría la mano en el fuego por los gestores. Poco después matizó que se refería «a lo que el centro cultural ha sido para esta ciudad» e insistió en que la gestión económica no era asunto de su competencia. Pero ¿no estaba ella en un patronato que tenía por objeto conocer y controlar las cuentas?, le reprochan casi al unísono el Partido Popular, Foro Asturias e Izquierda Unida.

Y si ya Pilar Varela mimaba al Niemeyer en arrebato enamorado en los tiempos de vino y rosas, la batalla con Foro selló el enlace. Con Javier Fernández convertido en presidente autonómico, cuando ya el concurso de acreedores revelaba el agujero de deudas y en el gobierno regional se ajustaban los discursos para asumir con cautela el centro cultural avilesino, Varela mantenía el tono entusiasta propio de la victoria.

Tampoco entonces fue consciente, en apariencia, de la gravedad del problema ni de cuál era el camino que el PSOE regional había trazado para resolverlo: respaldo al centro, pero con claridad y transparencia y sin piedad ante las irregularidades. Lo que tocaba era mantener una prudente distancia.

Varela trataba en cambio de obviar o restar relevancia a los indicios que preocupaban al gobierno regional: una deuda acumulada y una inminente auditoría que hablaría con independencia de las cuentas del Niemeyer. La Alcaldesa recibió avisos: en el PSOE le pidieron que fuese prudente; nadie tenía muy claro qué regalo envenenado podía haber dejado la gestión de Natalio Grueso con la aquiescencia de Areces. Pero mientras, Varela, entusiasmada por haber recobrado el Niemeyer, animaba a la consejera Ana González a sumarse al símbolo y enfundarse también en la bandera del centro cultural sin matices.

Ahora, la preocupación entre los socialistas es palpable. Varela es el único miembro de los anteriores patronatos que sigue bajo los focos públicos. Se enfrentó a Foro para impedir su acoso pero también para desmentir cualquier asomo de irregularidades. «Se encuentra ahora en una situación complicada, pero ella no tomó decisiones en aquellos patronatos que presidían las diferentes consejeras de Cultura», señalan en medios socialistas de Avilés para exculparla, aunque también reconocen que debió haber guardado mejor las distancias.

La auditoría, cuyo contenido se conocerá mañana, cierra el círculo para ordenar las cuentas del centro cultural, pero abre también una peligrosa caja de Pandora: la de evaluar una gestión polémica y señalar, si la evidencia del desatino es clara, quién o quiénes lo causaron o consintieron.