Riberas, Ignacio PULIDO

Hermosinda Álvarez se arrepiente de no haberle pedido nunca una dedicatoria a Ángel González. Durante muchos años, el poeta disfrutó de largas estancias en el barrio de Ucedo, Riberas. Su familia poseía allí una vivienda en la que los padres de Hermosinda trabajaban como caseros. Hoy, cinco años después del fallecimiento del premio «Príncipe de Asturias de las Letras» de 1985, nada recuerda a su paso por el pueblo. La casona familiar, tras ser vendida, permanece cerrada. En 1993, el periodista Antonio Argüelles, sugirió al Ayuntamiento de Soto del Barco la colocación de una placa para perpetuar su memoria. Dos décadas después, la asociación vecinal «El Trichorio» ha retomado esta propuesta.

Las letras han sido generosas con el pueblo de Riberas. Rubén Darío eligió al barrio de Monterrey para disfrutar de dos veranos, en 1908 y 1909. Por su parte, Luis Amado Blanco, escritor y periodista, nació en La Llamera en 1903. Su vinculación al concejo sigue vigente gracias a sendos placas. Mientras, Ángel González es un desconocido para la gran mayoría.

La infancia y la juventud del poeta están conectadas con Riberas. Su abuela materna, Adelina González y Fernández-Buría era natural del pueblo. En 1883 contrajo matrimonio con Manuel Muñiz, quién ejercía como maestro en una institución de beneficencia en Soto del Barco. Un año después, Adelina falleció tras dar a luz a su hija María, madre del poeta, la cual sería criada en Riberas por su tía, Clotilde. Luis García Montero señala en su libro «Mañana no será lo que Dios quiera» -en el que narra las memorias de Ángel González- que María Muñiz se crió junto a sus primos, Félix y Rosita, hasta que se convirtió «en una mujer dispuesta llevar su casa». Fue entonces cuando se trasladó a Oviedo, lugar donde residía su padre.

María Muñiz se casó en 1907 con el Pedagogo Pedro González Cano, vinculado a la Institución Libre de Enseñanza. Como fruto del matrimonio nacieron Manuel Julián (1909), Maruja (1911), Pedro (1912) y Ángel (1925). Dieciocho meses después del nacimiento del poeta, su padre falleció tras complicarse una operación para corregir su cojera. Ángel González visitó Riberas todos los veranos hasta que cumplió veintiún años de edad. Sus visitas se vieron interrumpidas por la Guerra Civil. El conflicto fue un gran varapalo para la familia. Su hermano Manuel, de ideología comunista, fue asesinado en Salas mientras trataba de huir de la Asturias franquista. Pedro huyó al exilio. Por su parte, su hermana y su madre fueron «depuradas» por el nuevo régimen.

Tras la contienda, Ángel González regresó con frecuencia a Riberas para visitar a sus primas Rosa y Carmina Labra, escritora, militante comunista y vinculada activamente en lucha contra el franquismo. Hermosinda, de 66 años de edad y vecina de Ucedo, recuerda aquellas visitas. «Mi padre, Bernardino Álvarez "Mino", y mi madre, Hermosinda García, eran caseros de la familia del poeta, que era muy atenta con nosotros», explica y añade que Ángel apreciaba mucho a sus progenitores. «Siempre que venía, acudía a saludarlos. Echaba largos ratos hablando con mi padre sobre muchos temas. Era muy buena persona, nunca nos permitió tratarle de usted», rememora.

Después de 1946, las visitas del poeta eran puntuales. «Venía a comer, daba un paseo por el pueblo y regresaba a Oviedo. Solía venir acompañado por su amigo, Manuel Lombardero», señala Hermosinda. En 1993, Ángel González fue entrevistado en Riberas por José Luis Balbín. Durante la entrevista, fuera de las cámaras, señaló que caminar de nuevo por Riberas suponía «rememorar un tiempo feliz, una época que marca y no se olvida». El 26 de noviembre de 1995, su prima Carmina falleció a los 70 años de edad. A finales de los noventa, su familia vendió la casona de Ucedo que, a día de hoy, permanece en obras tras pasar por varias manos. «Lo vendieron todo. La biblioteca, que era impresionante, fue donada a Cuba», comenta Hermosinda. El 12 de enero de 2008, Ángel González falleció en Madrid.

Coincidiendo con su entrevista en 1993, Antonio Argüelles sugirió que el poeta debía ser recordado en el concejo. No obstante, su propuesta cayó en saco roto. Hoy, la asociación vecinal de Riberas ha recuperado esta propuesta y la ha hecho suya. «Debería celebrarse un acto conmemorativo, al que acudiese alguna figura destacada de la poesía y en el que se involucrase el Ayuntamiento. Asimismo, sería preciso contactar con los nuevos propietarios del inmueble para solicitarles permiso para colocar una placa», opina Juanjo Galán, secretario de «El Trichorio».

Hoy, en la terraza donde Ángel González disfrutó de largas tardes de verano, crece la hierba y se respira el abandono. Mientras, Hermosinda contempla desde su hogar la casona vacía y se lamenta de no haber solicitado nunca una dedicatoria al poeta. «Se trata de una de esas cosas que siempre planeas hacer pero nunca das el paso. Ahora ya es demasiado tarde», concluye.