Sara D. VALDÉS

«Este año voy faceros una fiesta gastronómica, porque la danza sale de la panza», dijo el chef Luis Carvajal hace 35 años cuando la Comisión de Festejos le pidió dinero para organizar las fiestas de Miranda. «La gente no viene a las romerías si no tiene qué comer», agregó. Aquel día se repartieron 4.000 raciones de paella en la plaza DE Santa Ana. A partir de esa primera edición, la arrozada se asturianizó y la paella valenciana de pescado se sustituyó por arroz a la asturiana; es decir, «arroz con cerdo». Las paellas circulares también dejaron paso a las rectangulares y, desde hace 25 años, el personal que trabaja en la elaboración del arroz viste con el tradicional traje asturiano. Ellas de falda, corpiño y camisa blanca; y ellos de chaleco y montera. Dado que necesitan estar ágiles y cómodos para cocinar el guiso, atender al caldo y las brasas y repartir las raciones de arroz, las madreñas quedaron excluidas de la indumentaria.

«Esto lleva mucho trabajo», comenta sor María Jesús Felipe, una de las personas que colabora habitualmente en la arrozada. María Ángela López relata la rutina de elaboración de este plato: desde las diez de la mañana, en torno a cincuenta hombres y mujeres de la asociación de vecinos de Miranda y de la asociación «Xagós del Arroz» ayudan con los preparativos. Primero, pelan y pican el ajo, la cebolla y los pimientos y trocean las salchichas, las costillas y la longaniza.

«Picamos casi diez sacos de 15 kilos de cebollas y de ajos», afirma sor María Jesús. Los mirandinos, que ayer calculaban repartir entre 5.000 y 6.000 raciones, se manejan con cantidades industriales: 85 kilos de arroz y otros tantos, como mínimo, de costilla y salchichas. Mientras algunas personas echaban una mano con la preparación en crudo de los ingredientes, varias mujeres de la asociación «Xagós del Arroz» comenzaban con la tarea de hacer las bolsas que se repartirían con la cazuela de arroz. «Las bolsinas lleva un bollo de pan, un tenedor y una servilleta», explicó Marisa Solís. Ya de tarde, prepararon la infraestructura, colocaron las vallas, encendieron el fuego y se encargaron de nivelar el terreno. «Es muy importante que el terreno esté nivelado para que, cuando el arroz esté cocinándose, no se queme ni quede seco por ningún lado», apuntó Cándido González mientras mezclaba con un remo descomunal los ingredientes del guiso.

El caldo y el guiso de costilla se cocinan por separado. Un poco antes de las siete de la tarde, la hora prevista para dar comienzo a la arrozada, se añade el caldo, el arroz y un poco de sidra. «La sidra le da un sabor buenísimo», aclara María Ángela López. A las siete y cuarto, dos xanas y cuatro damas sirvieron a los asistentes las primeras raciones del sabroso arroz. Carolina García, perteneciente a la tercera «generación del arroz», contaba orgullosa que ya era el cuarto año que ayudaba en la fiesta. «Hoy es el día grande de Miranda aunque el día de nuestro patrón sea el domingo», afirmó Félix Agustín Rodríguez, presidente de la asociación de vecinos. «Las demás actividades que organizamos para las fiestas, sobre todo las verbenas que transcurren durante la semana, acaban siendo más para los del barrio. Sin embargo, la arrozada siempre atrae a mucha gente de la comarca y de fuera de ella», declaró. «La crisis llega a todos lados y nosotros la hemos notado pero este evento no se puede dejar morir. Sería una lástima porque gusta a todo el mundo», concluyó Rodríguez.