Sara D. VALDÉS

«Empecé a hacer malla a los 12 años. Una vez que aprendí los rudimentos básicos para defenderme con el bordado, me llamaron para acudir a los talleres», relata Carmen González, «Pirita», profesora en la Asociación de Malleras de Luanco. El grupo de amas de casa al que pertenece Pirita, y que esta semana acapara la atención de los visitantes en «Bitácora», lleva casi treinta años impartiendo talleres de malla con el fin de mantener esta tradición. «Me gustaría que las aprendices de nuestro taller asumieran en un futuro el papel de maestras, para que esto no se muera», desea Pirita.

La tradición de la malla siempre estuvo asociada a las mujeres. Las malleras se instruían desde niñas en el oficio transmitido de generación en generación. Aunque desconocen si en otros sitios de España fabrican mallas similares a las de Luanco, lo que certifican estas malleras es que la tarea continua siendo puramente artesanal. Las máquinas no intervienen en ninguna parte del proceso que narra la profesora: «Primero hay que hacer la malla partiendo de un punto, ya sea para hacer un pañuelo, un mantel o una túnica. A continuación se coloca la malla en un bastidor y se marca, que es dibujarla con un hilo muy fino de hilvanar. Por último se borda la prenda».

En la exposición de «Bitácora» la asociación muestra toallas, pañuelos y manteles elaborados en hilo blanco y en hilo negro, pero, sobre todo, destacan los bordados en crudo, un color especial porque aporta un aspecto antiguo a la pieza, según las expertas. Los dibujos de los bordados son de lo más variado. Los hay más sencillos y más complejos, en función de los repasos que hayan hecho: es decir, del número de veces que hayan introducido las hebras de los hilos en la malla. Delia Suárez afirma que les gusta innovar y probar nuevos diseños.

Dado que el trabajo que realizan estas mujeres es altruista no saben precisar cuánto tiempo tardan en terminar una pieza. «Trabajamos en la malla "a ratinos" en casa y en la asociación durante los cursos», dice Pirita. «Yo soy la más rápida», interviene Josefina Carrera. «Como todo lo casero, esto se realiza con mucho mimo. Es muy laborioso y requiere maña. El grado de detalle se aprecia en el resultado», indica Pirita.

Las mujeres opinan que, si quisieran vender las prendas, probablemente realizarían dibujos más sencillos para invertir menos tiempo. «Aún así, la gente no pagaría lo que realmente valen», se lamentan. Pese a que apenas se comercializa la malla, a la asociación le consta que ha habido un cierto repunte de la tradición en Luanco. También se sorprenden por el éxito que está teniendo su exhibición en «Bitácora». «No para de acercarse gente. Estamos entusiasmadas, la verdad», reconoce Pirita hablando en nombre de todas las compañeras que le acompañan en la carpa: Delia Suárez, María Antonia Fernández, Josefina Carrera y la presidenta de la asociación, Celestina del Valle. Su muestra continuará hasta el domingo en «Bitácora».