La imaginación de Luis Suárez Bernaldo de Quirós volaba por el mundo cada vez que su abuela Nieves (de Lera) le relataba las andanzas de Rafael Bernaldo de Quirós, Falo. Este castrillonense, ahora un joven de 29 años, no llegó a conocer en vida a su abuelo materno, pero escuchó cientos de veces sus aventuras embarcado en mercantes que lo llevaron por los más dispares rincones del planeta. Esas aventuras noveladas por su abuela marcaron al pequeño Luis, que dirigió su profesión por el mismo camino. Luis Suárez navega por los mares como oficial de segunda y aspira a convertirse en capitán para así conseguir un puesto de práctico en el puerto avilesino, la misma plaza en la que recaló su abuelo hace décadas.

Nacido en Avilés y vecino de Salinas (Castrillón), estudió Náutica en la Universidad de Oviedo (en la Escuela de Marina Civil de Gijón) y cursó un máster en Transporte y Gestión Logística. Embarcó por primera vez en 2007 de alumno, como cadete, transportando crudo de petróleo con el Golfo de Guinea. Ahora navega ya como oficial de segunda (su última misión, el transporte de gas licuado por el océano Atlántico en un mercante en el que navegan otras catorce personas) y aprovecha el descanso en tierra para disfrutar de familia, amigos y de las fiestas.

"Esta profesión se vendía hace unos años en España como nicho de pleno empleo. La realidad hoy es bastante distinta. España ha perdido y sigue perdiendo flota y el fomento de las banderas de conveniencia tampoco ayuda", explica el marino. Un buque con bandera de conveniencia (BDC) es aquel que enarbola el pabellón de un país diferente al de su propietario. Entre los factores que llevan a un armador a preferir un registro de conveniencia se encuentran, por ejemplo, la búsqueda de tasas de registro más baratas, impuestos más bajos o inexistentes, y la libertad de contratar mano de obra barata. "No hay más que ponerse en la bocana del puerto y observar los buques que entran. Si en una semana llegan cuarenta barcos, sólo uno o dos tienen bandera española. La navegación es un sector estratégico en el que España ha perdido bastante peso. Se ha fomentado la inversión en Puertos del Estado, en infraestructuras terrestres, pero no en el transporte marítimo", prosigue.

Cuando Luis Suárez empezó la carrera, Náutica era una de las titulaciones que destacaba por el escaso número de alumnos. Con el Plan Bolonia, la carrera ha pasado a denominarse "Ingeniería Náutica y Transporte Marítimo", cuestión que para este joven no resulta baladí. "Aunque parezca una nimiedad, ese encabezado, el haber incorporado el término ingeniería seguramente atraerá a más alumnos", opina.

El joven castrillonense no conoció en vida a su abuelo materno, pero se sabe sus andanzas al dedillo. "Mi abuelo Falo estudió Náutica en Bilbao, navegó como oficial, como capitán y ejerció el practicaje en Avilés. Mi abuela siempre mantuvo muy vivo su recuerdo. He sido su primer nieto y me contaba historias de hace cuarenta años, cuando mi abuelo estuvo en Japón, en Australia", relata. Estas historias eran como un libro de aventuras para Luis, que ahora reconoce que "la mar, de aventura, tiene muy poco". "Hoy en día viajar está al alcance de casi todo el mundo pero en aquellos años de juventud de mi abuelo eran muy pocos los que podían conocer mundo. Supongo que heredé esa vena aventurera", prosigue.

Este castrillonense pasa una media de entre tres y cuatro meses en alta mar, y una vez finalizada cada campaña vuelve a casa, donde pasa unos dos meses. La última campaña, como oficial de puente en Brasil, se prolongó durante 110 días. En todo ese tiempo solo salió del buque ocho horas. "En la mar se trabaja todos los días, no hay domingos ni festivos. La media es de entre diez y doce horas diarias de trabajo. Para pasar tanto tiempo en alta mar es fundamental saber estar solo y conocerse bien a uno mismo. Ahora todo es más fácil por el avance de las comunicaciones. Tenemos internet a disposición de los tripulantes y nos permite mantener contacto casi diario con los nuestros", explica.

Luis Suárez dice no haber sufrido incidencias graves en alta mar. "Todo es mejorable, pero la seguridad en la navegación es muy alta. Las inspecciones son continuas. En el caso de la empresa para la que trabajo, la seguridad es lo más importante", asegura. El castrillonense ha navegado por el Caribe y por todo el Atlántico. Dice que su deuda pendiente es el Pacífico y aspira a convertirse en capitán, como su abuelo Falo, para algún día echar el ancla y ser práctico al lado de casa.