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La Filarmónica, 200 años de partituras

La sociedad avilesina afronta el reto de superar una etapa de dificultades, derivadas de la mengua de masa social y del menor interés por la música

Fernando Álvarez Balbuena, Manuel Campa, Angelita Carrillo y Marino Soria, en el quiosco del parque del Muelle. IRMA COLLÍN

Camino de alcanzar los doscientos años de existencia, la Sociedad Filarmónica Avilesina no piensa de momento en celebraciones ni grandes conciertos de cumpleaños. La preocupación del equipo que dirige las riendas de esta entidad fundada en 1918 bajo la presidencia de Rodrigo de Llano-Ponte está centrada en hallar la fórmula que evite la posible muerte de una institución que custodia la memoria musical de la ciudad. No en vano, en su deslumbrante curriculum aparecen figuras de renombre internacional de la talla de Arthur Rubinstein, Joaquín Turina, Alicia de Larrocha, Pablo Casals, Joaquín Achúcarro, Montserrat Caballé o José Iturbi. Todos ellos y muchos nombres más desplegaron su arte en Avilés de la mano de la Sociedad Filarmónica.

Con el paso de los años, las veladas musicales han ido perdiendo el esplendor que emanaban aquellas grandes celebridades ya que la asociación que encabeza Marino Soria mengua en masa social a pasos agigantados. En el último año, 80 socios se han dado de baja por fallecimiento o motivos de salud. Aún quedan 325 con una media de edad que ronda los setenta años y que a razón de 160 euros al año -cantidad abonada en cuotas al gusto del socio- soportan el engranaje de una programación compuesta por nueve conciertos cada temporada. No pueden vender entradas para financiar los gastos por tratarse de una organización sin ánimo de lucro pero contra viento y marea, con una aportación anual de 3.000 euros del Ayuntamiento y sin ayuda alguna del Principado, la Filarmónica sigue apostando por la música de calidad más que por la cantidad de actuaciones. "No podemos bajar el listón", indica Soria, presidente desde 1987 "porque nadie quiere tomar el relevo, añade. La programación se organiza en función de la disponibilidad económica, asegura. "Afortunadamente, salimos bien parados. Los cachés de los músicos no subieron y en los últimos años se negocia mejor porque hay menos contrataciones", añade.

La escasez de medios impide al equipo directivo alquilar un local por lo que las reuniones las celebran en el Casino, que les cede las instalaciones de la calle Emile Robin. Los conciertos, por su parte, tienen lugar en la Casa de Cultura de la plaza Álvarez Acebal. Hasta la construcción del edificio de titularidad municipal, la Filarmónica pasó por varios emplazamientos -teatro Palacio Valdés, Instituto Carreño Miranda y colegio San Fernando- así como por mil y un avatares. Su historia no está exenta de altibajos; uno de ellos, la disolución en 1930 por falta de socios. Pero volvió a nacer veinticinco años después. Refundadores y por tanto testigos vivientes de esta segunda etapa son muchos de los actuales socios: Manuel Campa (vicepresidente), Fernando Álvarez Balbuena o el propio Marino Soria. Angelita Carrillo, que desempeña las labores de secretaria, se incorporó a las filas de este grupo de amantes de la música unos años después, en 1965. Los recuerdos y relatos de todos ellos revelan el papel que ha desempeñado la Filarmónica en Avilés.

"Iturbi vino a la reinauguración y lo hizo gratis. Fue en el Palacio Valdés y no cabía la gente. Era un pianista de Hollywood y tenía fervor escénico", cuenta Álvarez Balbuena. De esos años data la compra del piano Steinway, uno de los activos más importantes de la Sociedad junto a los socios, dicen. Costó 200.000 pesetas y procede de Hamburgo, Alemania. "Fue carísimo. Está asegurado en 50.000 euros. Se terminó de pagar en los años setenta. Los socios aportamos un semestre de cuotas por adelantado y para recaudar dinero organizamos una subasta con cuadros donados para la ocasión", recuerda Soria. A día de hoy, la salud del piano "va aguantando porque se cuida con mimo. De él se encarga Arévalo. Suena bien aunque necesita una restauración", explica Angelita Carrillo.

La Filarmónica Avilesina no es una entidad aislada; mantiene correspondencia con otras sociedades hermanas permitiendo así a los respectivos socios asistir a los conciertos programados por cualquiera de ellas. Igualmente, los estudiantes del conservatorio de música Julián Orbón tienen acceso libre y gratuito a las actuaciones de la avilesina, si bien son muy pocos los alumnos que asisten. "Somos conscientes del esfuerzo que se está haciendo desde el centro para animar a los jóvenes ya que puede favorecer en su aprendizaje", advierte Soria.

A pesar de la avanzada edad de los socios, la media de asistentes a los conciertos se sitúa en doscientas y pico personas, apuntan desde la junta directiva, que califican de "singular y curiosa" la afición de Avilés. "Hace años, la gente pasaba la noche haciendo cola para acudir a un concierto y hoy sobran butacas", afirma Manuel Campa para, al igual que sus compañeros, referirse a la formación musical que se imparte en los centros docentes. "En los colegios no hay educación musical", destaca Fernando Álvarez Balbuena. Marino Soria, por su parte, añade: "Los programas en los centros eran ridículos. Las clases consistían en sacrificar a los niños tocando la flauta y el Asturias patria querida".

Todos coinciden en apuntar que "la música está a la baja" y achacan esta pérdida de interés a la televisión, "la gran enemigo de la cultura. Con ella también se perdió el cine; cerraron casi todas las salas de Asturias", dice con pesar Angelita Carrillo, gran defensora, al igual que Balbuena, de la zarzuela, los compositores españoles y las bandas de música. "Tenemos figuras de primer nivel en este país así como una música preciosa y no se conoce", denuncian los socios de la Filarmónica que al echar la vista atrás en el tiempo califican de "magnífica" la refundación en los años cincuenta de la sociedad. Todavía mantienen vivo en el recuerdo algunas de las muchas anécdotas de estas últimas décadas, como el cierre del teatro Palacio Valdés y por ello la pérdida de una sede. "Nos fuimos al Instituto Carreño Miranda con el piano y durante unas obras se cayó el tejado sobre el instrumento. Iba a tocar el dúo Rafael Ramos y Enmanuel Ferrer cuando al abrir el piano vemos que estaba inundado de agua. Llamamos a Arévalo y lo llenó de serrín para secarlo. No hubo que cambiar ni los fieltros. El concierto se celebró con normalidad", relata con humor Angelita Carrillo.

Tras un año aproximadamente en el Carreño Miranda, la Filarmónica se trasladó al colegio San Fernando "porque en el instituto decían que gastábamos mucha electricidad", cuenta Sabino. "Teníamos una sala acústica estupenda, pero pasábamos un frío tremendo", añade Angelita Carrillo. Tras unos años de peregrinaje y con la construcción de la Casa de Cultura, la sociedad echó las raíces que ahora se tambalean ante la débil situación que atraviesa.

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