La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La figura de la semana | ÁNGEL GARRALDA | Sacerdote

El cura de la larga vida

El párroco emérito de San Nicolás de Bari se empeñó hace más de cuarenta años en contribuir a elevar a los altares a los mártires de Nembra, en el concejo de Aller, y ha cumplido su objetivo

Ángel Garralda. RICARDO SOLÍS

Hace unos días -el 21 de enero- el Papa Francisco firmó el documento que certifica el martirio sufrido por el sacerdote Jenaro Fueyo, los mineros Segundo Alonso e Isidro Fernández y el estudiante Antonio González. Los cuatro, desde hace tiempo, son conocidos como los "Mártires de Nembra". Y así sucede, entre otras cosas, por el empeño que puso en ello el actual párroco emérito de San Nicolás de Bari. Hace cuatro décadas ya Ángel Garralda publicó una monografía histórica que permitió que se abriera la causa de santificación de cuatro adoradores nocturnos que habían sido asesinados salvajemente en los primeros días de la Guerra Civil.

"Con esta noticia tan esperada ya puedo cantar el 'Nunc Dimittis' como el anciano Simeón, pues he esperado hasta los 92 años siendo vicepostulador de la causa de beatificación de estos siervos de Dios de Nembra. ¡Bendita la hora en que un sacerdote diocesano y tres seglares suben a los altares!", escribió el martes pasado el sacerdote en estas páginas. El "Nunc dimittis" es la oración del final del día. "Ahora, Señor, puedes dejar que tu siervo se vaya en paz, según tu palabra/ porque mis ojos han visto tu salvación".

La vida de Ángel Garralda ha sido larga y completa. Se acaba de recuperar de una enfermedad que le había debilitado los días y le había encerrado en casa. "Me caí de la cama y perdí la conciencia, pero ya estoy bien", aclara con una gran sonrisa. Garralda sonríe casi siempre, sobre todo, cuando camina apoyado en el bastón, enfundado en un abrigo de paño y escondido bajo la bufanda. Y es que el frío es señalado en este invierno a medio hacer. Garralda camina por las calles de Avilés y, a sus 92 años, continúa con ganas de cumplir todos los años que guarda aún bajo el ala de su boina. Escribe constantemente y analiza (a su modo) todo lo que está sucediendo en la Iglesia y en un país que ha visto armado, incendiado, pobre, enriquecido, quebrado? Desde la Guerra Civil a la llegada de Ensidesa; desde la bonanza industrial a la reconversión y el paro de los años noventa. Garralda es uno de los curas que más tiempo gobernó la parroquia principal de la villa. Más de medio siglo. "Tuvo que venir un casi obispo para darle el relevo", bromean feligreses en referencia a Juan Antonio Menéndez, que es el actual titular de la diócesis de Astorga y que fue párroco de San Nicolás entre 2012 y 2013. Garralda llegó a Avilés en 1957 y en Avilés continúa.

Güesa, donde nació, es un municipio minúsculo que no alcanza los cincuenta habitantes. De allí es Garralda. Nació el 11 de diciembre de 1923. En España reinaba Alfonso XIII y gobernaba Miguel Primo de Rivera. Europa, mientras tanto, trataba de recuperarse de las consecuencias sangrientas de la Primera Guerra Mundial. La segunda se cuajaba en las cervecerías muniquesas en las que un tal Adolf Hitler se enardecía a cuenta del Tratado de Versalles.

Basilisa García, la madre de Garralda, era asturiana, de Gijón. Se había casado con el herrero navarro Ángel Garralda, que también era secretario municipal. En 1935 ingresó en el seminario de Comillas junto a su hermano Nazario. Les pilló allí el inicio de la Guerra Civil. Pudieron escapar de la muerte gracias a la madre. Se escondieron en una pensión. Lo explicó el sacerdote mismo no hace mucho: "Se llevaron a todos los jesuitas. Y también los mataron. A mi hermano y a mí no porque nos salvó nuestra madre. Nos sacó del seminario el día anterior a que entraran en él y los mataran a todos: a los profesores y a nuestros compañeros. Estábamos alojados en una fonda y, cuando se acabaron las pesetas, mi madre conoció a una mujer que tenía al marido en El Dueso, por falangista. Nos acogió en su casa. Mi madre, maestra, volvió a enseñar en Buelna. No nos mataron porque no estábamos en el seminario en el momento en que entraron los rojos", dice Garralda.

La vida es una sucesión de hechos que marcan el camino. La infancia de Garralda estuvo marcada por la muerte y la muerte contribuyó a tomar decisiones que hicieron larga la vida del sacerdote. El profesor de Latín en el Seminario cántabro fue apresado, le ataron una piedra al cuello y lo tiraron al mar. "Me encardino en Oviedo porque mi madre era asturiana y porque aquí habían matado a 193 sacerdotes durante la guerra y hacían falta curas", confesó a este periódico hace algunos años. Uno de aquellos curas muertos fue Jenaro Fueyo, que fue asesinado junto a los mineros Segundo Alonso e Isidro Fernández, los tres, en la misma iglesia de Nembra. "La muerte consistió en un simulacro de matanza siendo degollados a cuchillo, mientras unas mujeres recogían la sangre, según decían, para hacer morcillas para los carcas. Desangrados Segundo e Isidro y descuartizados pasan a ocuparse del señor cura, don Jenaro, que pese a presenciar tan cruel martirio se mantuvo sereno y no habló sino para absolver y animarlos a morir. El dolor que le causó ver sufrir a sus queridos feligreses, y sobre todo, al ver cómo decapitaban a uno de ellos y los colocaban en el sepulcro, produjo al anciano sacerdote un ligero desvanecimiento, del que pronto se recuperó". Jenaro Fueyo cayó después apaleado y escarnecido.

Ángel Garralda ha dedicado su vida a reivindicar el oficio sacerdotal. Lo hizo trabajando por la memoria de los muertos y también por el futuro de los vivos. La obra más grande de Garralda parece que en esto están todos de acuerdo- es el colegio de San Nicolás. En las memorias que dictó para LA NUEVA ESPAÑA declaró: "Yo lo que quiero es morirme como San José de Calasanz, escuchando el rumor de los niños en el colegio".

Compartir el artículo

stats