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La metamorfosis de Ionah Caelo

El artista castrillonense tiene grabados cuatro eps y ya piensa en editar su quinto trabajo con temas que juegan con la psicodelia y los orígenes del rock

Ionah Caelo, en un ascensor. MARA VILLAMUZA

La metamorfosis musical existe. Y si no que se lo pregunten a Ionah Caelo, que desde que cogió por primera vez su guitarra y las percusiones no ha parado de mutar encima de los escenarios. Comenzó a actuar "antes de que los bares existieran", pero no fue hasta sus años de instituto cuando decidió hacer música. Entonces, lo hacía con sus compañeros de clase y aún no había probado la esencia para transformarse. Lo primero que tocó fueron las percusiones y empezó a tejer proyectos más personales, sí en plural. En sus tiempos de universitario decidió coger la guitarra y componer temas para las seis cuerdas y la voz. Fue entonces cuando se produjo la metamorfosis, como un proceso natural, nada de artificios. A principios de la pasada década, inició su sempiterna gira por bares y locales de toda estirpe. Guitarra en mano, el ahora Ionah Caelo era entonces "Extrafine".

Se dejaba llevar por los efluvios de la música psicodélica propia del último lustro de los sesenta y lo entremezclaba con el glam, bebía de grupos como "T-Rex" aunque sin dejar de lado aquellos sonidos del fenómeno grunge que salían de los "Alice in Chains" o "Soundgarden". Poco a poco, fue descubriendo nuevos estilos que fue adaptando a sus composiciones. También lo hizo a la hora de salir a escena. "Antes hacía el espectáculo total, con vestuario, maquillaje, velas y proyecciones que tenía que adaptar al espacio en el que tocaba", expresa. Esas artes escénicas no las ha abandonado, pero sí que han evolucionado. Verant Tzaell Caelorrosa fue la segunda mutación. Al principio, le gustaba más refugiarse en mundos oníricos y bucear en referencias literarias para componer, ahora prefiere hablar del día a día, de adaptarse al momento con ideas que parten de vivencias personales y se convierten en vivencias comunes. Canta en inglés y en castellano y esa cuestión, dice, le ha abierto puertas para tocar en mil y un locales de la comarca de Avilés, por supuesto, pero también de Madrid, Sevilla. Lisboa, Valencia, Berlín y algún que otro rincón italiano. Y, todo ello, hecho por un artista de Salinas (Castrillón) que ha vivido fuera sobre un par de años y ha querido volver a la tierrina para hacer lo que más le gusta, transformarse encima de los escenarios y divertirse tocando. Tiene autoeditados cuatro eps y quiere ir a por el quinto con varios temas nuevos.

En los últimos tiempos, ha decidido retomar la música de los años cincuenta, la de los inicios del rock y adaptarla a sus espectáculos ya como Ionah Caelo. Bebe de "Muddy Waters", de "Bo Diddley" y de "Buddy Holly" entre otros, y si se caracteriza para subirse a las tablas lo hace por el mero hecho de que todo el mundo "se transforma cuando hace cuestiones diferentes a las habituales". Entre tanto caminar por medio mundo ha conseguido premios como en 2008 cuando obtuvo el Villa de Madrid en un certamen de jóvenes cantautores o en 2011 cuando consiguió el segundo premio en el Ciudad de Oviedo. En el campo de la poesía y la literatura también alcanzó dos galardones, uno en Madrid en 2012 y otro en Granada.

Su nuevo trabajo será otro ep. Prefiere grabar discos con cuatro o cinco canciones y editar cada menos tiempo y dejar al público con ganas de más. En disco, suena una banda en la que Ionah Caelo toca casi todos los instrumentos, cuando actúa está acompañado de su guitarra y algún que otro elemento rítmico. Pese a tanto cambio de nombre y de estilo artístico encima de los escenarios cada uno de los personajes que interpreta este joven castrillonense mantiene algo de lo anterior. Sus giros son matices que van configurando una idea más pulida, más fina que ha configurado un estilo propio e "inetiquetable". Está enamorado de la música desde que escuchó los primeros acordes y se deja llevar por sonidos como los del bueno de Jim Morrison y "The Doors" y también por los de "Akron family", una banda de folk americano, y tampoco hace ascos a los riffs de Jimi Hendrix y los acordes de otros clásicos de las décadas gloriosas del género que revolucionó la música moderna, el rock. Tontea con su metamorfosis, eso sí con un identidad intacta y casi adolescente.

Muta, pero mantiene el feeling. Cambia y, sin embargo, sigue siendo ese joven que un buen día de la pasada década decidió coger la guitarra en su hombro, colocarse un sombrero y ahondar en composiciones que suenan a psicodelia, a renovación y que demuestran que la música es una carrera de fondo necesaria. Primero para divertirse y después, para trasladar al público las nuevas obras que salen de la cabeza de un músico que se construyó su propio estilo.

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