Un reguero de capuchones rojos abarrota la calle de Rivero mientras cientos de espectadores aguardan, expectantes, el comienzo de la tercera de las procesiones de la Semana Santa de Avilés. La Cofradía del Santísimo Cristo de Rivero y San Pedro Apóstol se dispone a recrear, un año más, el arrepentimiento del apóstol tras negar a su maestro. La ausencia de lluvia, el enemigo más temido por los organizadores, facilita la logística de la procesión y contribuye a su lucimiento. La estruendosa banda de tambores anuncia la llegada de los cofrades, muchos de ellos menores de edad, pues no en vano la cofradía de San Pedro pasa por ser la que reúne en sus filas a más niños y niñas.

Al frente de la comitiva se sitúan los porteadores del crucifijo y los ciriales. Detrás, el porteador del estandarte elevado por encima del gentío, y los faroles. Detrás de la cabecera, los costaleros portan el primer paso, las llaves de San Pedro, recordando aquellas palabras de Jesús al apóstol: "Te daré las llaves de la puerta de los cielos". Detrás, cofrades con velas, para abrir paso a la figura de San Pedro.

Y para cerrar, el plato fuerte, el paso de la flagelación de Cristo en la columna y la talla del Cristo de Rivero, añadido este año a la procesión como gran novedad.