La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Las cartas de Avilés y Comarca

A propósito de la Semana Santa

A escasos días de la Semana Santa y reciente la polémica suscitada en torno a ella entiendo que se hace necesario defender lo obvio ante determinadas cuestiones planteadas con la finalidad de esclarecer qué es y qué aporta esta festividad. La Semana Santa es, en su dimensión religiosa, la conmemoración anual cristiana de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret. Es tradición secular, historia viva, expresión antropológica de un pueblo y una sociedad. Es testimonio de las raíces cristianas de España y Europa, parte de nuestra identidad. Es sentimiento y emoción, Fe y devoción.

La Semana Santa posee una dimensión cultural. Pasos, imágenes, hábitos, estandartes y todo tipo de adminículos, enriquecen nuestro acervo cultural. Más aún, en un sentido amplio, su celebración entendida como fenómeno procesional, forma parte importante de nuestro patrimonio inmaterial.

Desde un punto de vista más prosaico, pero no por ello menos relevante, la Semana Santa es un espectáculo de masas, un elemento de atracción turística que supone una importante fuente de ingresos y empleo. Se trata de un fenómeno internacional, pero es en España en donde brilla de forma incontestable confirmándose como una de las grandes citas anuales de nuestro país. En este contexto, y por la parte que nos corresponde, la Semana Santa avilesina ha experimentado en los últimos años un innegable auge hasta el punto que es posible considerarla como la referencia procesional del Principado de Asturias.

Frente a lo obvio, la negación de la evidencia. El estigma que califica la Semana Santa como "antidemocrática" y "anticonstitucional", o los globos sonda sobre su prohibición, supone un paso previo a la "expropiación" del derecho de libertad religiosa que defiende nuestra Carta Magna. La ideología sirve así de preámbulo a la acción cuyo objetivo es eliminar la tolerancia y el respecto como normas básicas de conducta. La ideología se erige en plataforma necesaria para soeces parodias procesionales como las "del santísimo coño insumiso" o la del "santo chumino rebelde" y en coartada de instituciones como la "cofradía del santo coño de todos los orgasmos". Groseras e insultantes iniciativas que pretenden constituir una alternativa (?) a lo apuntado y que son producto de los caprichos de la "nueva política" y el cainismo de las viejas ideas.

¿Existe detrás de estas actitudes alguna explicación freudiana, alguna oculta insatisfacción, algún complejo inconfesable? ¿Deberían tratarse estas cuestiones en las tribunas públicas o quizás en el diván de los psiquiatras? Resulta difícil explicar este recurrente "encoñamiento" (entendido como "encaprichamiento" según el diccionario de la RAE) salvo en clave de odio ideológico y resentimiento sin límites.

En estos tiempos de incertidumbre tal vez deberíamos plantearnos qué España queremos. Si una España del siglo XXI, capaz de mirar al futuro, moderna, respetuosa y tolerante; o una España sectaria, colérica y enfrentada. Si aspiramos a equipararnos a Estados Unidos, Alemania o Suecia o, por el contrario, decidimos seguir el ejemplo de Venezuela, Cuba o Corea del Norte. Países que como todos sabemos, permítanme la ironía, se caracterizan por un esmerado cuidado de la calidad democrática y de los derechos civiles. Obviamente, yo prefiero el siglo XXI, Occidente y la Semana Santa. ¿Y ustedes?

Compartir el artículo

stats