Las balas que mataron a Francisco Jiménez Vargas "El Nano" el 24 de julio de 2013 proceden de una de las pistolas que la policía intervino durante la detención de F. H. C., acusado de asesinar al hombre de 42 años y raza gitana a las doce del mediodía en la avenida de los Telares, por un supuesto ajuste de cuentas. Los informes balísticos así lo atestiguan. La autora de los mismos, que estudió las vainas halladas en el cadáver y también las de la pistola del presunto autor de los hechos, declaró ayer en el juicio que desde la semana pasada se celebra en la Audiencia Provincial de Asturias. A través de videoconferencia, la perito señaló ante un jurado compuesto por once miembros que el arma que le entregaron, una pistola modelo Smith Wesson, había disparado once vainas y balas recogidas en la ropa de la víctima.

En la vista celebrada ayer por la mañana y presidida por el magistrado Francisco Javier Rodríguez Luego declararon catorce testigos, en su mayoría agentes de la policía. A preguntas del Ministerio Fiscal y los abogados de la acusación y la defensa, además de relatar su actuación en el conocido como crimen de Los Telares, quienes participaron directamente en el operativo para detener al supuesto asesino describieron los pormenores de esta operación en la que intervino un centenar de efectivos; también un helicóptero. Tuvo lugar en Xinzo de Limia (Orense), localidad a la que huyó F. H. C. con su familia tras supuestamente cometer el crimen para escapar de las posibles represalias que podría adoptar la familia del fallecido. Buscaron refugio en casa de un tío y en ella fue detenido el acusado, un hombre sin antecedentes judiciales ni policiales, como se repitió en varias ocasiones durante la vista de ayer. Igualmente resultaron detenidos por encubrimiento su hermano M.H.C. (carece también de antecedentes) y su tío L.G.C. Los tres se sientan esta semana en el banquillo de los acusados.

A través de las escuchas telefónicas y el posicionamiento de las antenas de telefonía, los agentes dieron con el paradero de la familia, que eligió Galicia para huir por ser la tierra de la mujer del acusado. Durante varios días, la Policía centró la vigilancia en tres zonas de Xinzo de Limia: el poblado gitano, el recinto ferial y la casa del familiar que los acogió. Realizaron 18 registros al unísono porque sabían que F. H. C. se movía por estos tres espacios, explicó un agente en la vista celebrada en la Sala Tercera de la Audiencia Provincial. Al acceder a la chabola, añadió, el objetivo era "localizar a los dos hermanos". Durante los primeros minutos no identificamos a F. H. C. Además, nos dijeron que se había ido, que quería alcanzar la frontera con Portugal", añadió. Fue un funcionario quien sospechó de uno de los hombres allí presentes, camuflado entre aproximadamente una veintena de personas. "Llevaba una visera que ocultaba su rostro y la cara miraba hacia abajo. Su aspecto había cambiado con respecto a las imágenes que teníamos de él. No tenía pelo ni en la cabeza, ni en la barba, ni tampoco en las cejas", comentó el policía.

Una vez identificado, la familia entregó las armas, indicó. Comentó que, por un lado, el acusado les "apuntó el cobertizo donde se encontraban las pistolas y el revólver de su propiedad" y para los que posee licencia reglamentaria. En la vivienda, el hijo del tío que los albergó les entregó dos armas y munición. Asimismo, unas mujeres que habían tapado entre los matorrales una bolsa con dos pistolas y munición también las ofrecieron a los agentes.

Era el 31 de julio, siete días después de producirse el crimen a plena luz del día. Entonces, Francisco Jiménez "El Nano" había acudido a Avilés desde Gijón con J. N. D. V. para tramitar una documentación. "Fuimos a un bar en la calle Los Telares y, al salir, él intentó acceder al coche, pero vino otro y le dio un golpe. Cayó al suelo, le ayudé a levantarse y, de repente, escuché unos disparos", relató ayer en el juicio el amigo del fallecido para, a la pregunta del abogado de la acusación -Ignacio Hernando-, declarar que "en ese momento no vi a nadie porque estaba de espaldas y me escondí; era una situación complicada para fijarse en las caras de nadie y, además, todo ocurrió en décimas de segundo".

En la sala del juicio también se personó como testigo A. J. M., hijo del Nano, que vivía con su padre en Gijón. Afirmó desconocer si su progenitor tenía problemas con el acusado ni que la ley gitana le hubiera prohibido entrar en Avilés.