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La magia de Sofía (y 2)

Relato de una niña que amaba a su caballo "Picasso" y la increíble relación mantenida entre ellos

La magia de Sofía (y 2)

Los papás de nuestra amiga la notaban nerviosa sin tener motivo para ello. No comprendían que le pasaba. La llevaron a ver a "Picasso" y su nerviosismo desapareció de inmediato. Su caballo comenzó a relinchar sin parar. Sofía reía y el animal saltaba en el sitio, movía sus patas como si bailase al ritmo de las carcajadas de la pequeña. La gente los observaba, pero de pronto algo ocurrió. Sofía tocó sus trencitas y en ese momento el caballo relinchó como nunca, saltó la verja y emprendió su marcha al galope. "Picasso" se escapó.

La gente asustada gritaba:

-¡Dónde va ese caballo!

-¡Detenedlo que se escapa!

Nadie pudo pararlo. Deseaban que apareciese ya sano y salvo. Todos estaban nerviosos y angustiados, menos Sofía que seguía riendo. Sus padres la miraban. No era normal. Su caballo acababa de escaparse y ella era la única que no estaba preocupada, sino todo lo contrario.

La policía recibió varias llamadas alertando de los paraderos del caballo; todos intentaban con mucho cariño parar al pobre animal que no cesaba de galopar con rumbo fijo, pero nadie lo consiguió. De pronto, los vecinos se dieron cuenta de que el animal había tomado el camino del hospital. El pueblo entero iba siguiendo su rastro.

Efectivamente el caballo entró en el recinto hospitalario, cruzó los setos y arbustos que delimitaban la entrada y frenó. Su pelaje y su larga crin, parecía brillar más que nunca. Con paso más lento pero firme, llegó a la puerta de entrada y accedió al hospital. Los trabajadores que en ese momento se encontraban en la recepción quedaron boquiabiertos. No podían comprender lo que sus ojos veían: un caballo dentro del hospital.

Un hombre intentó llamar su atención para poder sacarlo fuera, pero ocurrió todo lo contrario. "Picasso" lo miró y giró rápidamente la cabeza hacia el lado opuesto, el pasillo donde se encontraban los niños y adultos enfermos. Se dirigió a trote hacia ese lugar y llegó al final. Los enfermos salieron de sus habitaciones ante el ruido que escucharon. De pronto el pasillo estaba lleno de gente, los enfermos miraban asombrados desde el umbral de las puertas de sus habitaciones al bello animal. Niños y mayores reían y aplaudían ante la disparatada situación, a la vez que admiraban la elegancia y majestuosidad de aquel caballo. "Picasso", presumiendo, volvió a relinchar ante los aplausos de los allí presentes.

Todos los pacientes se acercaron a él y le acariciaron. Era un momento maravilloso. Médicos y enfermeras no daban crédito a lo que acontecía: todos los enfermos fuera de sus habitaciones riendo y felices admirando la belleza de un caballo que se había colado dentro de un hospital. Por unos momentos, los pacientes fueron felices y olvidaron sus enfermedades.

"Picasso" fue devuelto a su cuadra, donde todo el mundo le esperaba preocupado. Sofía se acercó a él y volvió a tocar sus trencitas. El caballo se revolcó feliz en el suelo jugando entre las virutas de su cuadra.

A la mañana siguiente la familia de Sofía recibió una llamada. Algo impresionante estaba ocurriendo. ¡El hospital estaba totalmente vacío!

Todos los enfermos habían sanado de manera repentina y asombrosa tras la aparición el día anterior de "Picasso". Casos complicados, enfermedades raras... ¡todos estaban curados! Los periódicos de la ciudad se hacían eco, los vecinos no paraban de comentarlo, pero sobre todo las familias de los enfermos estaban tremendamente felices, sus lágrimas de emoción no paraban de brotar.

La familia de la niña no daba crédito. Mientras tanto Sofía, sentada en el sofá, reía mientras jugaba con sus trencitas.

Los pacientes quisieron ir a ver al caballo para agradecer su curación. Cuando llegaron a su cuadra vieron al animal tranquilo y sereno. A los pocos minutos apareció su amiga Sofía y el caballo rápidamente se puso de pie ante ella. La pequeña reía y el caballo jugaba frente a ella. Las trenzas de Sofía parecían iluminarse.

Solo unos pocos de los allí presentes nos percatamos de que la pequeña tenía algo maravilloso, mágico, además de su mirada: sus trencitas. Cada vez que las movía unas chispas doradas se camuflaban en el aire y sus deseos eran cumplidos. Sofía podía hacer magia con sus trencitas, y esta vez le ayudó su fiel amigo. El secreto de su magia está bien guardado. Los animales son conocedores de sus poderes, pues la niña puede comunicarse con ellos, pero son pocas las personas que lo conocemos, ni siquiera su mamá sabe que, cada vez que la peina de esa manera, está otorgando a su pequeña una magia celestial jamás vista.

Quizás en otro momento, pueda seguir narrando más aventuras de nuestra querida Sofía.

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