San Agustín, valga el símil torero, salió ayer por la puerta grande tras una semana plagada de actividades en las que se conjugó tradición y cruce de civilizaciones. Miles de personas disfrutaron de una ciudad volcada en la celebración del día de su patrono. El mercado medieval atrajo durante toda la jornada a riadas de visitantes llamados por el olor de las especies y de las diferentes gastronomías que se concentraron en las calles del casco histórico. La música folk se entremezclaba con los juglares, los caballeros con sus escuderos, los bufones y las leyendas que recordaban el pasado glorioso de la villa amurallada. Hasta la reina Isabel la Católica se acercó estos días para anunciar la concesión del mercado franco de la alcabala, que desde 1479 se celebra todos los lunes en Avilés. Mientras, los visitantes no dudaban en llevarse productos ecológicos, objetos de orfebrería con sus nombres, cremas de aloe vera o tallas de madera hechas a mano.

La ciudad, resacosa tras una noche intensa de música, baile y botellón, se despertó con el repique de campanas de la iglesia de San Nicolás de Bari, que avisaba del inicio de la misa en honor a San Agustín. Tras su conclusión, la procesión del santo llamó la atención de propios y extraños y llenó las calles de devoción y cámaras de foto en busca de la mejor estampa. Al mismo tiempo, en el pabellón de La Magdalena llegaba a su fin una de las citas obligadas del verano avilesino y casi origen de los actuales festejos de agosto, el certamen de ganado, que también atrajo a buen número de curiosos, entre ellos muchos niños, con ganas de ver de primera mano a los mejores ejemplares de las ganaderías asturianas pero también animales de la granja, como gallinas, ovejas o cerdos.

El bullicio en el centro de la ciudad también lo notaron las terrazas de los locales hosteleros, desde la plaza de España hasta el Carbayedo, pasando por Sabugo. Y es que agosto es uno de los meses clave del sector y los últimos días dieron una buena muestra de ello pese a las tormentas que al principio de la semana amenazaron, sin mayores consecuencias, con aguar la fiesta.

Para los más pequeños, la cita del día llegó por la tarde en el entorno de los caños de San Francisco. Allí pudieron dar rienda suelta a su imaginación y dibujar con tizas en el suelo su propia versión de las caras que decoran el enclave ubicado junto a la iglesia de San Nicolás. La actividad estaba incluida en el ciclo "Un verano con mucho arte", de estreno este año y que ha obtenido el favor del público.

El fin de fiesta llegó con mucha música y mucho ruido, el que trajeron los fuegos artificiales sobre la ría de Avilés, la última verbena en El Parche con la orquesta "Panamá Band" y los conciertos de Nick Waterhouse y "Aurora & The Betrayers" en el Centro Niemeyer. San Agustín se despidió con restallón hasta el año que viene cuando, a buen seguro, los avilesinos y los turistas volverán a responder a la llamada del patrono. Será el momento de ver si el santo vuelve a salir por la puerta grande.