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Concejo De Bildeo | Crónicas Del Municipio Imposible

La compra de una vaca

El proceso para adquirir una res que ofreciera todas las garantías y las características que debía cumplir el animal según los vecinos del pueblo

La compra de una vaca

De nuestro corresponsal,

Falcatrúas.

Carme Fonso llevaba el paso ligero de siempre, camino de un pueblo cercano; se había enterado de que una familia del lugar había decidido irse a vivir a la ciudad y vendía casa, fincas, ganado, todo lo que no entrase en una maleta. A Carme le interesaba una vaca en especial, la Rubia, muy apendorada (alabada) por la gente.

En Bildeo, para casar un hijo o una hija, los padres siempre buscaban referencias: a ver con quién, de qué familia, qué posibles acompañaban al casorio, en una palabra, las cosas prácticas y materiales; el amor era cosa de los novios, pero había mucho que hablar del resto. Para comprar una vaca, el estudio económico era el mismo: de qué raza venía, qué crías había tenido, si traía una por año, si era buena para el carro y para qué mano, si daba bien la leche, cuánta y con cuánta nata...

Si se trataba de comprar un caballo, una mula o un burro, era imprescindible tener constancia de si era manso, si estaba capado, si tenía zunas (manías), no podías arriesgarte a comprar un mular que diera coces o lanzase al jinete por encima de las orejas alzándose de atrás, espantado porque le pasase una pita o un gato entre las patas. Se necesitaban referencias y comprar siempre el animal a alguien conocido, incapaz de engañar, so pena de que le echasen en cara toda la vida el haberle espetado una caballería tarada a un vecino.

Sean animales o personas los implicados en el trato, es cuestión de confianza. No quieras para los demás lo que no quieras para ti mismo, hasta la Biblia lo dice. Otra cosa eran las ferias de ganado, de las que apenas quedan, en las que se podían obtener mejores precios a la hora de comprar y vender ganado... y largar animales que no interesaba tener en la cuadra, enjaretándolos a un primo desconocido. Desde luego, nunca comprar un jamelgo, rocín o penco a un gitano; podía suceder cualquier cosa, como que se mantuviera en pie milagrosamente y se derrumbase moribundo al llegar a casa, con el consiguiente pitorreo de por vida para tan cándido ganadero.

Carme Fonso trató la Rubia con su propietario, alcanzando un precio que podría considerarse justo, ya que ella hubiera querido pagar algo menos y el dueño de la vaca haber sacado algo más y al caer la tarde llegaron las dos a Bildeo.

-¿Foy bien?, le preguntaron a Carme su marido, Pepe el Ferreiro y sus hijos.

En la cuadra, la Rubia produjo cierta inquietud entre las pocas vacas amarradas a los pesebres; dos xatinos que brincaban después de haber mamado se acercaron a la nueva, a ver si había postre; sus madres emitieron mugidos abortados y sacudieron la testa, como aviso, tanto para sus crías como para la nueva inquilina.

Carme Fonso había pedido dinero prestado para comprar aquella vaca; hizo de banquero desinteresado un vecino de otro pueblo retornado de Buenos Aires con perras y que le recomendó tranquilidad, no tenía prisa para devolverlo; pero desgraciadamente aquel hombre murió al poco, en circunstancias espeluznantes, atacado por las abejas de alguna de sus colmenas, tenía más de cien. Sin carretera ni medios como en la actualidad, para cuando vino el médico el hombre ya había fallecido.

Todos los pueblos de la zona quedaron consternados. Era un gran paisano, muy generoso, que había prestado dinero a docenas de vecinos de los alrededores, casi siempre sin papeles de por medio... La viuda recibió pocas visitas de los beneficiarios de aquellos préstamos dando la cara, pues ella no sabía casi nada del asunto y malamente podía reclamar su devolución.

Carme Fonso fue una de las pocas que reconoció la deuda y mandó una nota asegurando a la compungida viuda que en cuanto pudiera la saldaría. Al día siguiente se presentó en casa la mujer reclamándole el dinero porque tenía la oportunidad de comprar una tierra de labor y lo necesitaba. Carme se vio en un apuro, no contaba con tener que devolver el préstamo tan pronto; se ausentó con la disculpa de un recado, dejándola en la cocina tomando café con alguien de casa; llamó a la puerta de un vecino, salió su mujer, la puso en antecedentes y ella misma, sin contar con su marido, que no estaba presente, le facilitó el dinero que necesitaba.

Carme Fonso regresó a su casa, el recado le había llevado poco menos de un cuarto de hora, y le dio un pequeño fajo de billetes a la viuda.

-¿Pero cómo conseguiste el dinero tan pronto, si me dijiste que no podías pagar ahora mismo?

-No es difícil, sólo se necesita hacer amigos de los vecinos.

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