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CARLOS FERNÁNDEZ | DIRECTOR TÉCNICO DEL CLUB JUDO AVILÉS Y DEL TORNEO "VILLA DE AVILÉS"

El esfuerzo es su llave maestra

Uno de los fundadores del Judo Avilés reparte sus horas entre su hija y el deporte, que es, a la vez, su pasión y su forma de ganarse la vida

Carlos Fernández, a las puertas del complejo deportivo Avilés. JULIÁN RUS

Carlos Fernández González (Mieres, 16/12/1973) tiene dos pasiones: su hija Andrea, de tres años y medio, y el judo, que lleva formando parte de su vida desde bien pequeño. Entre ambas reparte su día a día, que, además, suele ser muy largo porque él mismo se confiesa un "mal dormidor". Con su pequeña pasa todo el tiempo que puede, mientras que el tatami absorbe el resto de sus horas, volcado como está con el club Judo Avilés, del que es fundador y director técnico.

De los valores del judo, Carlos Fernández ha aprendido el que para él es el más importante: "Todo se puede conseguir a base de trabajo y esfuerzo". El torneo "Villa de Avilés" que organiza el club y que acaba de reunir hace unos días a 1.600 judokas en el complejo deportivo Avilés es un ejemplo de ello: "Creo que en los últimos quince días antes de la competición no dormí más de dos horas diarias, pero con lo bien que salió merece la pena, porque es un orgullo", sostiene.

De hecho, sus momentos de descanso son hasta molestos para él: "Yo creo que tengo ligera adicción al trabajo, la verdad es que me preocupa. Cuando acaba todo el barullo de algo que organizamos, o el ritmo de competición o de viajes baja siento un vacío. Cuando tengo tiempo libre no sé a que dedicarlo", comenta.

El otro motor de su vida es su hija, que es su punto de referencia fuera de los tatamis: "Es la maravilla de mi vida, lo mejor que me ha pasado. Ella es la que me relaja, la que me da felicidad. Durante el 'Villa', los pocos momentos que pude estar con ella, son los que hicieron que me mantuviera cuerdo", sentencia.

Carlos Fernández comenzó en el judo como tantos y tantos niños de su generación porque en Avilés, en los años 70, este deporte era de masas. Fueron sus padres los que le apuntaron a esta actividad en el colegio San Fernando, después de que, con apenas tres o cuatro años, su familia se trasladara desde Mieres a Avilés cuando su padre empezó a trabajar en Ensidesa. "Podían haberme apuntado a cualquier otro deporte, pero les gustó el judo. Se lo agradezco mucho", señala. No es lo único que agradece a sus padres, Javier y Elvira: "Por el camino hubo muchos altibajos, momentos en los que no estaba del todo motivado, pero ellos me ayudaron a seguir. Otros padres igual habrían tirado la toalla cuando yo lo hice, pero ellos no y ahora estoy aquí viviendo de lo que me gusta por ellos".

Aunque nació en Mieres, Fernández se siente avilesino: "Soy un convencido defensor de lo que tenemos en nuestra ciudad y del potencial que tiene. Avilés estuvo durante muchos años tapada y poco a poco le vamos quitando lo sucio. Teníamos un montón de sambenitos colgados que creo que poco a poco los avilesinos nos vamos quitando y la gente que viene nos reconoce como una ciudad bonita. Creo que desde eventos como el que organizamos nosotros con el 'Villa' estamos ayudando". Fue algo que defendió cuando el torneo recibió el premio del Club de Empresas hace unos días, precisamente por esa promoción de la ciudad, que hizo colgar a los hoteles el cartel de "completo" durante el fin de semana de judo.

Una lesión de rodilla a los 16 años apartó a Carlos Fernández de la competición. Entonces comenzó a trabajar como entrenador, en un principio en Gijón, aunque enseguida volvió a Avilés para ejercer en el colegio Poeta Juan Ochoa y luego en el San Fernando que le había visto crecer. Entre tanto fue seleccionador en la Federación Asturiana, estudió Magisterio por educación física y ejerció de profesor.

El año 2000 fue el año en que empezó su gran proyecto profesional, el club Judo Avilés: "Cuando echo la vista atrás me gusta acordarme de todos aquellos que me ayudaron en los comienzos. Ahora todo va fluido y todo el mundo está comprometido, pero arrancar el club, tirar de él, no fue fácil". El 2006 fue otro punto de inflexión en su vida. Dio por terminada su etapa en la enseñanza y decidió apostar al cien por ciento por el judo. "Fue una apuesta arriesgada. Veníamos de hacer unos buenos años en el club, que creció muchísimo, acabábamos de sacar un bronce en los Juegos Olímpicos de Atenas... Yo creo que estaba con el subidón ese de que todo saliera bien y me lancé, aunque la gente me decía que estaba loco", recuerda Carlos Fernández.

El Judo Avilés creció mucho desde entonces hasta hoy en día. "Poder decir que estamos rozando los 400 judokas; creo que es un orgullo. De un deporte minoritario hemos hecho que Avilés acepte este deporte, vea el judo como un deporte en alza", sentencia. Por eso, afirma que aquella apuesta le salió bien, pero también que aún está "a mitad de camino": "Por muy bien que vayan las cosas, no hay que confiarse. Hay que intentar estar alerta y mantener la ilusión. El día que me falte esa ilusión, que es el motor para abordar retos, proyectos y poder crecer, seré más un obstáculo que otra cosa y me apartaré", sentencia este avilesino que considera que el esfuerzo es la llave del éxito.

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