Locales vacíos, carteles de "se vende" y "se traspasa" por doquier y edificios en ruina. En sus apenas 300 metros, la calle de La Muralla, una de las más céntricas de Avilés, suma catorce bajos comerciales vacíos. ¿El motivo? Casi nadie lo encuentra. Se trata de una de las principales arterias viarias de Avilés, cuenta con zonas ajardinadas próximas -el parque del Muelle-, se cruza con la principal vía comercial de la ciudad, La Cámara, tiene una entrada a la plaza Hermanos Orbón y se encuentra "a dos pasos" del Ayuntamiento. Pese a todo, La Muralla ha vivido en sus carnes la crudeza de la crisis económica que, sin duda, le ha pasado factura. Además, los propios comerciantes achacan la alarmante "desertización" al "alto precio de las rentas", a que "se trata de una calle muy de paso" y a que "necesita de un negocio potente que logre atraer público". Quizás éste es uno de los principales "debes" del vial, que desde el declive del Café Colón, allá por los años 80, y el cierre de Los Castros -años 70-, no cuenta con un negocio "locomotora".

"Aquí, como pasa en todos los ámbitos, se trata de dinero. Los alquileres están muy caros, en torno a 1.500 ó 1.600 euros al mes; una cantidad por la que encuentras establecimientos en calles céntricas de Oviedo o Gijón, que tienen mucho más potencial", explica Luis González, de la agencia La Muralla, sita en la calle homónima.

Para el asesor inmobiliario, una de las fórmulas para revitalizar la calle pasa por el establecimiento de algún negocio de éxito que haga de polo de atracción para el público. "Esto es como las setas. Nace una y luego empiezan a crecer alrededor", afirma González, quien asegura que este fenómeno se ha vivido recientemente en otras zonas de Avilés. "Rui Pérez, por ejemplo, estaba muerta. De repente empezaron a funcionar un par de negocios y ahora está llena de gente", agrega.

Además, se da la circunstancia de que varios de los locales vacíos de La Muralla tienen, a ojos de González, muchas posibilidades. "Estamos hablando de que Casa Moisés tiene 400 metros cuadrados. Pero es que el local del Banco Santander tiene otros tantos. Son perfectos para que se establezca una empresa grande y con gancho, tipo Zara", argumenta.

Pese al pesimismo que invade La Muralla, Luis García se decidió, hace unas semanas, a abrir un negocio del sector textil donde antes hubo una tienda de telefonía móvil, que no llegó a cuajar, y primero una joyería. "Coincidió que me gustaba el local y se quedó vacío. Además, aquí la renta es mucho más asequible que, por ejemplo, en la Cámara, donde te piden 5.000 euros al mes de alquiler, algo totalmente inasumible hoy en día", asegura el empresario, que también posee otro negocio en la misma vía. Sobre los motivos por los que la calle flojea, García no lo tiene muy claro, si bien, constata que se trata de una zona "a la que la gente viene a por algo concreto, no es tan de paso como pudiera creerse".

Además del Café Colón y de Los Castros, hablar de La Muralla es hacerlo del Kobpe, toda una institución del chocolate con churros. Tamara González está al frente del negocio desde hace tres meses, aunque conoce la realidad de la calle tras haber sido empleada de la cafetería "durante dos años". "Tanto la calle como la plaza necesitan un cambio radical. Aquí sólo funcionamos los lunes, el resto de días parece que la gente se esfuma. No sé muy bien qué pasa, porque es algo que surgió de un día para otro", se pregunta la hostelera, que apuesta por crear un tejido asociativo entre los comerciantes de la zona. "En verano contratamos un pintacaras y se notó que aumentó la afluencia de público. No sólo nosotros, sino el resto de establecimientos. Creo que deberíamos ponernos todos de acuerdo para impulsar un poco la cosa", propone.

Otro de los negocios emblemáticos de La Muralla fue la librería La Esperanza; el local ocupado por la antigua librería es hoy una moderna tienda de productos gourmet, regalos y cafetería, donde todo está cuidado hasta el último detalle. "Vamos a hacer cuatro años aquí y, la verdad, es impresionante ver, cuando sales a la calle, cómo La Cámara está totalmente repleta y que hacia aquí se desvía muy poca gente", relata Nicolás García.

El empresario también considera que la falta de vida en la calle puede estar motivado por el paulatino cierre de negocios, mal de moda en la vía, que tiene en la franquicia La Sureña su última víctima. "Es una lástima, porque hay bajos súper chulos", asegura García quien, aún con todo, ve el futuro "con esperanza" de que la calle La Muralla vuelva a reverdecer como en tiempos pasados.