La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Nochevieja en el Sahara

La edil Llarina González, la única asturiana que estuvo en la última expedición a los campamentos, reclama la implicación española para resolver el conflicto

Reunión con la Unión Nacional de Mujeres Saharauis.

Nochevieja en el Sahara. Este es el fin de año que eligió Llarina González, edil de IU en el Ayuntamiento de Avilés, que fue la única asturiana en sumarse en esta ocasión a la expedición que organiza la Coordinadora Estatal de Asociaciones Saharauis, CEAS. La brigada de cooperación organiza todos los años un viaje para dar la oportunidad a las familias que acogen niños saharauis por el verano de ir a visitarlos, y a ellos se suman otras personas interesadas en conocer los campamentos. A su vuelta, el mensaje es claro: "España es uno de los principales culpables de lo que ocurre, si pusiera voluntad política se haría el referéndum de autodeterminación".

Llarina González fue al campamento de Bojador, donde convivió con una familia y participó en reuniones con diferentes grupos, como Nova, el colectivo juvenil que aboga por la solución pacífica del conflicto. También estuvo con las juventudes del Frente Polisario, con la Unión Nacional de Mujeres Saharauis... Y entre unos y otros le hablaron del desempleo, que es prácticamente del cien por ciento. "Algunos trabajan en el Gobierno o en una pequeña tienda, pero la mayoría no tiene trabajo", relata.

El Museo de la Resistencia y los "Bubisher" (bibliotecas) fueron otras de las visitas. "Antiguamente había bibliotecas andantes y ahora por fin tienen una en cada campamento. Tienen préstamo de libros, talleres para los niños? Intentan hacer eso también para sacar a los críos de la monotonía". Y es que lo que a ella más le conmovió fue la poca actividad de este pueblo. "Están todo el día sin hacer nada, no tienen nada que hacer". Y así, al margen de la actividad escolar de los niños, el resto es un constante: se levantan, toman el té, comen, juegan a las cartas... Y otra vez a empezar.

"Hay un pequeño mercado y tienen una cesta básica de ayuda humanitaria que se la dan una vez al mes, es de lo que viven", explica. Los recortes en cooperación, no obstante, también se notan, y la cesta llega escasamente para sus necesidades, lo mismo que el agua que llega en camiones cisterna. "Dependen totalmente de la cooperación, ellos sólo tienen cabras y camellos, nada más". Tienen, eso sí, luz, gracias a una línea de alta tensión que se acabó de instalar en 2011, aunque no siempre es fiable.

Los saharauis viven "con las maletas hechas", esperando un referéndum que les permita volver a casa. Quienes tienen familia en el Sahara Occidental, en los territorios ocupados, no pueden verlos, sólo si van a un país neutro. Un "muro de la vergüenza" de 2.700 kilómetros alrededor de la frontera de Marruecos y Sahara con más de 1.600 soldados marroquíes de continuo lo impide, además de las minas antipersona.

El pueblo que se encontró Llarina González no pierde la confianza de ver resuelta su situación. Su perspectiva cambia mucho en función de la edad. "Los jóvenes quieren pelear. Los mayores, que vivieron la guerra, la Marcha Verde y el exilio, son más cautos. También quieren pelear por lo suyo pero desde un enfoque diferente". Su nuevo presidente observa los movimientos internacionales en busca de un rayo de esperanza.

Compartir el artículo

stats