La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

JAVIER CRISTOBO | Director del Instituto Oceanográfico de Gijón

"El cambio climático no es un invento de los científicos"

"El cañón de Avilés sería un escenario fantástico para Julio Verne, que fue un adelantado a su época, un visionario"

Javier Cristobo.

Javier Cristobo, director del Instituto Oceanográfico de Gijón, estará el próximo 1 de marzo (20.00 horas) en el Centro Niemeyer, donde impartirá la charla "Julio Verne y su visión del océano analizada 148 años después de '20.000 leguas de viaje submarino'".

-¿Verne elegiría el cañón de Avilés como escenario de su obra?

-Creo que sí, perfectamente. Tendría un escenario fantástico para buscar cosas, esconderse, viajar... Verne fue un adelantado a su época y un visionario. En sus relatos hay aparatos de ciencia ficción que casi son realidad hoy, con herramientas como barcos oceanográficos o robots submarinos que nos permiten bajar hasta 2.000 metros de profundidad.

-¿Y ahí también podría habitar el kraken (calamar gigante)?

-Fue un hecho muy mitificado, porque el desconocimiento del medio marino fomentó que se fueran pasando las historias engrandeciendo a los animales. Los calamares gigantes no lo son tanto. Los bichos de dos metros de cuerpo y otros trece de tentáculos no son reales. Eso lo sabemos hoy, pero cuando vivió Verne, el desconocimiento que había de los mares alentó la leyenda del kraken. Aquí en Asturias hay grandes calamares pero hallarlos es como encontrar una aguja en un pajar. El océano es inmenso, viven a 800 metros de profundidad y es difícil grabarlos porque son muy huidizos.

-¿Qué le parece la idea del Ayuntamiento de abrir un centro de interpretación del cañón de Avilés?

-Me parece una idea fantástica. Es una forma de enseñar a la gente lo que tenemos enfrente. El IEO ha investigado en esa zona, la ha cartografiado y ha descubierto muchas especies. Y es positivo mostrar las riquezas que hay a entre 15 y 40 kilómetros de nuestra costa. El cañón es de gran importancia pesquera y hay que conocerlo, conservarlo y enseñar su riqueza.

-¿En qué se diferencian los océanos de la época de Julio Verne y los actuales?

-Primero: el conocimiento sobre ellos es mayor. Ahora tenemos muchos datos de cómo funcionan las corrientes, las mareas, la fauna que los habita. Hasta hace pocos años no se pensaba que pudiera haber corales en aguas frías y ahí están los del cañón de Avilés; solo se conocían los del Caribe, por ejemplo. Segundo: ha cambiado el impacto sobre los océanos. El ser humanos cada vez habita más en las poblaciones costeras y eso genera un impacto grande sobre el medio marino. Eso hace 150 años no lo había. Tampoco existían los compuestos, las sustancias químicas de los muebles, los plásticos, los teléfonos móviles... Y no sabemos el impacto que están teniendo porque es un proceso muy rápido.

-¿No cuidamos los mares lo suficiente?

-No. Se está haciendo mucho, pero hay cosas que trascienden al individuo y que se deberían hacer a nivel global. La legislación medioambiental es fuerte pero los países más contaminantes como Estados Unidos, Rusia o China no están parando los efectos de las emisiones a la atmósfera. El cambio climático no es un invento de los científico y muchos políticos no lo quieren ver, pese a que es el responsable del aumento de la temperatura, del deshielo... Esto no es un acto de fe en el que podamos creer o no; son datos contrastables y medibles. Muchos científicos están alertando de las consecuencias de los cambios que puede haber y no se está haciendo lo necesario para frenar el fenómeno. Lo último es el deshielo del Ártico. Antes no era navegable y ni siquiera podían entrar los rompehielos; ahora se están abriendo nuevas rutas marítimas porque se derrite. Y el mar aumentará de nivel. Y eso afectará a las poblaciones y hay países enteros que podrían desaparecer.

-¿Y cómo afecta ese cambio climático a las especies?

-De distintas maneras. El aumento de la temperatura del mar propicia que muchas especies desaparezcan. En Asturias, por ejemplo, teníamos grandes bosques de algas pardas y están desapareciendo. Otro efecto es la invasión de especies que antes solo existían en mares tropicales y que encuentran nuevos hábitats y los colonizan. Esas especies alóctonas pueden ocupar el nicho de las autóctonas y desplazarlas.

-¿Qué proyectos tiene entre manos el Instituto Oceanográfico de Gijón?

-Varios. Estamos con uno que se llama Radiales, que estudia las característica físico- químicas de la costa de asturiana desde hace veinte años. Tenemos otro, que es nuevo, llamado Sponges, que va a estudiar todos los ecosistemas conocidos como campos de esponjas en el Atlántico Norte desde Canadá a Noruega, las Azores y la costa de Asturias. Empezó en marzo 2016 y durará cuatro años.

-¿Cómo se podrían recuperar especies como la sardina, que ahora están amenazadas?

-En las especies migradoras hay un componente importante con el cambio climático. La sardina, la anchoa o el atún tienen rutas establecidas y estamos viendo que especies, como el bonito se están yendo más hacia el norte por el cambio de temperatura de las aguas. Es importante conocer no solo la biología de las especies sino también las condiciones físico-químicas para evaluar los stock disponibles.

-¿El océano ha dejado de ser un lugar inhóspito o sigue atrayendo?

-Sigue siendo apasionante por cada metro que avanzamos en la investigación. Los océanos tienen más de once kilómetros de profundidad y ahora solo estamos tenemos aparatos para llegar hasta los 2.000 metros. En el cañón de Avilés la sima más profunda está a unos 5.000 metros y hasta ahora hemos encontrado fauna apasionante que vive en condiciones muy difíciles. Queda tanto por descubrir y saber que cada vez que avanzamos es apasionante. Y tiene halo de misterio.

Compartir el artículo

stats