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La falta de sacerdotes obliga a introducir novedades en el culto

Padre, marido y, en el púlpito, casi cura

Juan Antonio Blanco, avilesino ordenado diácono permanente, se encarga de la celebración de la palabra en el arciprestazgo cuando no hay presbíteros disponibles

-Hoy no está Pañeda (Vicente) -afirma una feligresa

-¿Quién da la misa? -pregunta otra

-Juan Antonio Blanco -responden.

Pero Juan Antonio Blanco no es cura. Este avilesino de 57 años está casado con María del Mar Salvador, es padre de dos hijos, Javier y Juan José, y trabaja como cajero en un supermercado. Pero siempre que lo requiere el arcipreste protagoniza la celebración de la palabra -que no de la eucaristía- allá donde es necesario ante la cada vez más importante falta de sacerdotes en la comarca. Blanco es diácono permanente, una figura que nació en el cristianismo primitivo y que desapareció hacia el siglo VIII, hasta que fue recuperada por el Concilio Vaticano II (1962-1965) .

Juan Antonio Blanco puede celebrar bautizos, bodas y exequias, además de predicar las homilías dominicales o bendecir a personas y cosas. "Puedo dar todos los sacramentos menos la consagración y el perdón; es decir, no puedo poner penitencia", explica el avilesino antes de vestir el alba blanca, el cíngulo morado para ceñirse la túnica y la estola, que a diferencia de los sacerdotes la lleva cruzada del hombro izquierdo hacia el costado derecho. Otra diferencia de vestimenta con un presbítero: Blanco usa dalmática en lugar de casulla.

La celebración de la palabra ante una veintena de personas en la ermita de La Luz comienza puntual a las 17.00 horas. "Todo es más o menos igual que en una misa ordinaria: inicio, lecturas, comunión con hostias previamente consagradas por un sacerdote... La celebración de la palabra por un diácono permite al fiel, aunque no sea misa, cumplir con el precepto dominical. "Vale como una misa de domingo", precisa Blanco, que agradece a los feligreses del arciprestazgo su respuesta.

"Aquí en La Luz siempre hay mucha gente y siempre me han tratado muy bien, igual que en el resto de parroquias", sentencia. Y agrega en este sentido: "Normalmente estoy en San Nicolás de Bari, donde también me siento muy arropado, aunque voy a cualquier sitio del arciprestazgo donde me manden". Los feligreses también están satisfechos con el trabajo desarrollado por este avilesino que explica así su misión: "Estoy ayudando a cubrir faltas, hay que ayudar. Hay muchas personas que critican pero muy pocas dispuestas a arrimar el hombro cuando se les necesita", dice.

Su caso no es único en Avilés, aunque sí es el único diácono permanente de la comarca y el segundo de Asturias junto al gijonés Alberto González, también casado y con dos hijas. Cada vez más, no obstante, participa en celebraciones de la palabra. Y tiene explicación. Los responsables de la Iglesia avilesina preparan una reorganización de las parroquias, con varias fusiones, y tienen pensado dar mayor protagonismo a las monjas y a los seglares en la celebración de los oficios debido a la falta de sacerdotes en la comarca como avanzó este diario. "Hay que ir implantando las celebraciones de la palabra, los oficios presididos por personas ajenas a la curia. Antes de cerrar un templo, antes de no atender a los enfermos y de no dar la comunión, tenemos que reorganizarnos", explicó días atrás Vicente Pañeda, el arcipreste y párroco de Villalegre y La Luz.

El pasado fin de semana, por ejemplo, quienes acudieron a la parroquia de la Sagrada Familia de Las Vegas al mediodía, en vez de ver en el altar a Alejandro Soler -el cura titular- se encontraron con la monja agustina Lola Fernández, que presidió la lectura del Evangelio y dio la comunión (los laicos no pueden celebrar la eucaristía, que conlleva la consagración del Santísimo).

La comarca de Avilés cuenta actualmente con 34 parroquias. Ahora el arcipreste pretende "optimizar esfuerzos y ante la ausencia de efectivos, reajustar la labor pastoral". Esto conlleva, según avanzó Pañeda, "una reconfiguración del mapa parroquial". En ese reajuste es donde ganan peso monjas, seglares y también diáconos permanentes. "Hay algo que la gente no sabe. Los tres grados del sacramento del Orden Sacerdotal son el episcopado, el presbiterado y el diaconado. Todos recibimos sacramento por la imposición de manos del obispo", puntualiza Blanco antes de colocarse detrás del altar en La Luz. Luego, silencio. Entre los fieles, un susurro de mujer:

-¡Da gusto oír a este chaval!

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