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MARÍA JESÚS PINO FERNÁNDEZ | PROFESORA TÉCNICA DE SERVICIOS EN EL COLEGIO PÚBLICO DE EDUCACIÓN ESPECIAL SAN CRISTÓBAL, DEJA EL CARGO

La mejor guía del San Cristóbal

La docente, que orienta y alienta a los padres del colegio, pide personal sanitario para los centros dedicados a formar a alumnos con discapacidad

La mejor guía del San Cristóbal

Sensible con el mundo de la discapacidad intelectual desde que en 1995, en el colegio Ramón Muñoz de Luarca, impartió clases de apoyo a cuatro niños, María Jesús Pino Fernández es una especie de conseguidora para las familias de los padres de alumnos del colegio San Cristóbal, donde trabaja desde hace catorce años como profesora técnica de servicios a la comunidad. A la puerta de su despacho -abarrotado de libros, informes, dosieres y recuerdos- acuden esos padres, muchas veces perdidos y desesperanzados, en busca de una cara amiga que los comprenda y ayude a afrontar el reto de mejorar la calidad de vida de sus hijos y del propio entorno familiar. Pacientemente, los escucha y, con claridad, pone en su conocimiento los recursos existentes, tanto económicos, sanitarios como sociales, desde el procedimiento para solicitar la discapacidad o las ayudas a la dependencia, hasta informar de las actividades formativas, los centros de empleo existentes, los de apoyo a la integración, las asociaciones o los pisos respiro.

En ocasiones, María Jesús Pino se enfrenta a la difícil y delicada tarea de atender a unos padres que acaban de recibir el diagnóstico de su hijo, nada halagüeño, y se encuentran en una fase de negación. Con una dosis de realidad y muchas de delicadeza, busca las herramientas necesarias para animar a una pareja alicaída y proporcionarle fuerzas para enfrentar el futuro de niños que, desde los primeros años, requieren "mucha estimulación", dice. En el colegio San Cristóbal, la consiguen gracias al amplio equipo de profesionales que reúne: 33 profesores, además de auxiliares educadores, cuidadores de comedor, monitores de actividades extra escolares, cuidadores de transporte o fisioterapeuta. A pesar de este numeroso conjunto de profesionales, Pino plantea una reivindicación: "En los colegios de Educación Especial necesitaríamos contar con personal sanitario dadas las patologías añadidas que presentan muchos alumnos y que requieren medicaciones importantes".

El doble reto laboral y personal de esta mujer nacida en Ribadavia (Orense) -de padre salmantino (Ciudad Rodrigo) y madre asturiana (Grandas de Salime)- es, además de atender a los alumnos del centro público, apoyar a las familias a sobrellevar el peso de una persona con discapacidad intelectual que, en muchos casos, lleva añadida problemas mentales y físicos. Es, reconoce, el paño de lágrimas de parejas que viven con temor e impotencia el día a día de un hijo "diferente" y de futuro incierto, sobremanera en caso de fallecimiento de los progenitores. Esta tensión, afirma, desencadena en ocasiones en rupturas matrimoniales. "Hay un alto porcentaje de familias rotas. Ante una situación así o se rompen o se fortalecen, pero es cierto que se resiente toda la vida conyugal y genera frustraciones", indica.

En aras de normalizar la presencia en la sociedad de los alumnos con discapacidad intelectual, María Jesús Pino también es una activa defensora de la organización de actividades de inclusión. Desde su posición de profesora técnica de servicios a la comunidad, busca desarrollar programas de interacción con otros centros y programas que proporcionen autonomía a los alumnos.

"Si los niños de los colegios ordinarios hubieran tenido más contacto con la discapacidad se relacionarían mejor entre ellos", afirma esta mujer de mente abierta desde la infancia, quizás fruto de haber vivido en quince localidades hasta los once años a causa de la profesión de su padre, que falleció prematuramente a la edad de 36 años.

Entonces se asentó con su madre y dos hermanas pequeñas en Villalegre. Aunque está dispuesta a viajar; no le da pereza hacer una maleta. De hecho, tras estudiar Magisterio en Oviedo y presentarse a las oposiciones en Asturias -trabajó cinco años como profesora de dos ciclos formativos en el IES Carreño Miranda-, opositó por distintos puntos de España y retornó a Asturias para ejercer, primero en el colegio Palacio Valdés y después, al aprobar la oposición de profesora técnica de servicios a la comunidad, integrarse en el equipo de orientación educativa de Avilés durante un año, antes de tener como destino definitivo el colegio San Cristóbal. El próximo septiembre se despedirá de este centro en el que ha crecido como persona y profesional -"lo voy a echar mucho de menos"- para volver al equipo de orientación dependiente del Principado. "Voy a aprender y quiero hacer una labor de concienciación con los padres", manifiesta.

Tanto ahora como en su nuevo destino seguirá trabajando para conseguir recursos para las personas con discapacidad intelectual, no sólo durante la etapa en el colegio, también después de los 21 años. "De aquí van a un CAI (Centro de Apoyo a la Integración) donde la media de edad es avanzada. A las familias no les gusta y a algunos chicos les provoca depresión porque no tienen la dinámica del colegio", dice. Pero, además, es igualmente sensible a la situación que viven los mayores de 55 años.

"No hay geriátricos para las personas con discapacidad y en los habituales surgen problemas porque los propios usuarios los aíslan y el personal no está formado para atenderlos", advierte, al tiempo que reconoce tener presente la discapacidad fuera del horario laboral. "Entro en un baño y veo que no es accesible o, por el contrario, fui a Navarra y encontré todos los espacios debidamente señalizados: un centro deportivo con pictogramas o ascensores con braille", explica para, en este sentido, manifestar otra reivindicación: identificar con pictogramas las áreas sanitarias.

La búsqueda de facilidades para mejorar la calidad de vida de quienes han nacido diferentes es y seguirá siendo una constante en la vida de María Jesús Pino Fernández incluso en el nuevo viaje profesional que emprenderá en los próximos meses.

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