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CELINA RODRÍGUEZ | PACIENTE DE ESCLEROSIS MÚLTIPLE, ACABA DE SER NOMBRADA VICEPRESIDENTA PRIMERA DE LA ASOCIACIÓN REGIONAL

Una campeona contra la esclerosis

Celina Rodríguez lleva 35 años luchando contra la enfermedad: "Nunca he perdido la esperanza"

Antonio Palma y Celina Rodríguez, en el parque de Las Meanas. R. SOLÍS

Celina Rodríguez y Antonio Palma se casaron hace 47 años. Poco sospechaban entonces que, con el tiempo, en su matrimonio iba a colarse una desconocida que les obligaría a inventar una nueva forma de vivir. A ella le diagnosticaron esclerosis múltiple en 1982. Entonces, la enfermedad era mucho más desconocida que ahora, y el mero hecho de conseguir un diagnóstico fue una auténtica batalla. Ahora, él con 74 y ella con 68 años continúan batallando juntos en casa y también como representantes en Avilés de la Asociación Asturiana de Esclerosis Múltiple. Rodríguez acaba de ser nombrada, además, vicepresidenta primera de la entidad a nivel regional. Mañana lunes estarán en las calles de la ciudad para celebrar su cuestación anual.

"Es la enfermedad de las mil caras y cada enfermo es un mundo", cuenta Rodríguez. A ella le llegó con 23 años en forma de mancha en el ojo. "Estaba trabajando... Venga a lavar y seguía sin ver nada", dice. Fue a los Vegas con su marido y, en un principio, pensaron que sufría un desprendimiento de retina. Le recetaron corticoides y reposo. Y ahí quedó la cosa. Pero, de vez en cuando, se caía. "No sabes andar de tacón", le reñía su marido. "No comes nada", le reprochaban en el hospitalillo de Ensidesa, donde ella trabajaba. Un traumatólogo la mandó al gimnasio hasta que el fisioterapeuta le dijo que su enfermedad no iba por ahí: "Entonces fui al doctor Estévez... Y ahí empezó el calvario. Estuve un año haciendo pruebas, punciones... Él, desde el primer momento, sabía lo que era, pero no me lo quería decir". Finalmente acudió a un neurólogo que le realizó el diagnóstico.

El siguiente paso fue hacer una resonancia en Madrid, donde certificaron la enfermedad. "Ahora la resonancia te la hacen aquí, es más fácil. Y hay tratamientos, a Dios gracias: inyecciones, pastillas... En aquél momento sólo había corticoides", explica. En los primeros años de enfermedad tuvo muchos brotes, y llegó a estar dos meses en casa sin andar. "Pero la esperanza nunca la perdí", asegura. Palma valora la fuerza de voluntad de su esposa, que le permitió salir adelante, siempre con el apoyo también que él le prestó: "Lo de casa siempre lo hice yo, menos cocinar".

Recuerda esta luchadora que se le juntaron los problemas familiares y eso se tradujo en brotes continuos: "Fue todo muy seguido. Tuve un brote terrible cuando murió mi padre, al poco tiempo mi madre cayó en casa y empezó a hacer cosas raras. Tenía un coágulo, hubo que operarla de urgencia: otro disgusto, otro brote. Después tuvo un bulto en el pecho: un tumor, hubo que operar, otro brote. Murió el día de San Agustín. Luego mi tía, los padres de él... Luego ya fuimos calmando. Los disgustos influyen muchísimo." En cuanto pudo, Rodríguez volvió a andar, a trabajar... "Un médico me dijo que, cuando tuviera la menopausia, iba a ser distinto. Y así fue. De repente empecé a andar mejor, me dejaron de dar brotes", cuenta.

Ella es ejemplo de cómo la constancia y la fuerza de voluntad permiten convivir con una enfermedad traicionera, para la que no existe cura y que frecuentemente está emparentada con la depresión. Su marido es, a su vez, muestra del acompañamiento constante, de la renuncia a su modo de vida anterior. Se conocieron en el Monterrey y antes de un año ya sonaron campanas de boda para un matrimonio que resiste en la adversidad.

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