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La Toba, una familia numerosa de 59 niños

La escuela infantil es para los pequeños "una continuación de sus casas, donde no sufren periodo de adaptación"

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Escuela Infantil de La Toba

La escuela de Educación Infantil La Toba es una gran familia en la que 59 niños menores de tres años inician el camino de la vida. "Los que llegan de bebés no sufren adaptación, la escuela es una continuación de sus casas, nos ven como su familia", afirma Raquel García Fernández, directora del centro, que cuenta con ocho educadoras.

Estas profesionales no tienen un minuto de respiro a lo largo de la jornada. Los pequeños exigen una atención máxima, tanto en lo que se refiere a las necesidades más elementales (comer, dormir, aseo o cambio de pañales), como en procurarles estímulos que favorezcan su desarrollo. Para conseguir este objetivo, la escuela estructura la actividad educativa en función de las edades de los pequeños. Así, con los menores de un año se centra en la estimulación de movimientos, de uno a dos busca afianzarlos, al tiempo que presta especial atención al habla. De dos a tres años continúa la fase de fijar el lenguaje y es el momento para llegar a controlar los esfínteres de cara al paso al colegio, explica la directora.

En este proceso de crecimiento, entran en juego los proyectos, entre otros, "La vuelta al mundo con Willy Fog", "El chocolate" o "Hawai". A través de actividades lúdicas relacionadas con dichos temas, el niño experimenta y descubre sensaciones, texturas, sabores... El último trabajo puso el punto de mira en las islas del Pacífico y protagonizará la fiesta de fin de curso en la que participan las familias. Habrá comida hawaiana, juegos de agua, piscinas hinchables y todo tipo de elementos que recuerdan a las islas y que ya son familiares para los niños, porque durante varias semanas se acercaron a algunas de las singularidades de este estado norteamericano: música, playas o frutas tropicales.

Precisamente la alimentación es una parte más de la formación de los pequeños alumnos. En La Toba, desayunan los más madrugadores -en torno a diez que llegan alrededor de las 8 de la mañana- y un elevado número realiza la comida del mediodía. "Los menús están hechos por una nutricionista y elaborados con productos ecológicos. Los pequeños suelen comer de todo, experimentan con los alimentos y aquí tienen más libertad que en casa", indica Raquel García.

Tras la comida, llega la hora de la siesta, el único momento en el que reina la calma en el edificio. Una habitación amplia alberga las hamacas -identificadas con el nombre de cada usuario y equipadas con sábana y manta- en las que los pequeños descansan durante una hora, tiempo que las educadoras aprovechan para cumplimentar las agendas que recogen las singularidades del día. Mientras tanto, en otra zona, los alumnos que esperan la llegada de sus familiares para regresar a casa juegan y escuchan los cuentos que relata Sara Álvarez Pando con sonidos y gestos exagerados que cautivan al público infantil.

Si bien la plantilla en La Toba es femenina, estas semanas, las educadoras cuentan con manos extras masculinas, dos alumnos del ciclo formativo de Educación Infantil que realizan las prácticas. Javier Menes es uno de ellos. "Tengo paciencia para los niños", dice para justificar el haber elegido esta profesión. Cambiar los pañales, reconoce, "fue una de las tareas más difíciles". Por el contrario, le gusta realizar actividades lúdicas con los pequeños porque, considera, que "sin juego no hay aprendizaje".

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