El niño praviano de cinco años Izan Álvarez Pérez se hallaba en compañía de otros 16 menores, todos al cuidado de dos monitoras, en los instantes previos a su muerte en la piscina al aire libre de la granja-escuela La Bouza de Riberas. Eso han declarado testigos a los agentes de la Guardia Civil encargados de esclarecer un fallecimiento que mantiene conmocionados a los vecinos de los concejos de Soto del Barco, donde funciona desde hace más de 25 años el complejo infantil, y Pravia, donde residen los padres del crío.

La investigación sigue abierta, fundamentalmente para determinar en qué momento y cómo el pequeño Izan Álvarez Pérez eludió el control de las monitoras y acabó dentro del vaso de la piscina donde encontró la muerte. En la mañana de ayer, los investigadores de la Benemérita habían citado a declarar en calidad de testigos en el cuartel de Soto del Barco a las dos monitoras responsables del grupo de niños en el que se encontraba el menor praviano, pero sólo una pudo dar testimonio pues la otra sufrió una crisis que obligó a llevarla al centro de salud. En atención a su estado, la Guardia Civil aplazó al día de hoy su declaración.

Según ha trascendido, Izan Álvarez Pérez parecía mantener aún un hálito de vida cuando llegó a la piscina la médico desplazada al lugar para tratar de reanimar al crío. No obstante, la propia doctora expuso sus dudas de que el menor estuviera técnicamente muerto cuando ella trató de revivirlo. Como ayer informó este diario, la primera asistencia al niño la prestó un tercer monitor que se hallaba en la finca y acudió a la piscina alarmado por los gritos que oyó pidiendo auxilio.

La autopsia practicada al cuerpo de Izan Álvarez Pérez en el Instituto Anatómico Forense de Oviedo confirmó ayer que la causa del fallecimiento del niño fue el ahogamiento. Hecha esta prueba y entregado el cadáver a la familia, ésta tomó la decisión de incinerar por la tarde los restos mortales del menor. Así se hizo en el tanatorio praviano de Santa Catalina, en presencia de un número reducido de personas y sin la asistencia de los progenitores. La madre, Elena Pérez, embarazada de seis meses y en estado de shock desde que tuvo conocimiento de la muerte de su primogénito, se halla ingresada en el Hospital San Agustín de Avilés en atención a su estado gestante y la grave crisis de nervios que sufrió tras el falta desenlace. El padre, Miguel Álvarez, tampoco tuvo disposición de ánimo para asistir a la cremación de su pequeño.

Los familiares del pequeño desistieron de instalar capilla ardiente donde poder recibir las muestras de pésame, atendieron exclusivamente a las personas más allegadas en el domicilio de los padres de Izan Álvarez Pérez y, de momento, tampoco tienen previsto celebrar funeral por el eterno descanso del pequeño. El vecindario de Pravia y de los concejos aledaños, consciente del drama que viven los parientes del niño y de su deseo de intimidad en estos durísimos momento, expresó su duelo por otros cauces.

En paralelo a la toma de declaración a las personas que se hallaban en la granja-escuela de La Bouza en el momento del fallecimiento de Izan Álvarez Pérez, los agentes de la Guardia Civil recaban datos sobre las condiciones de uso, legalidad y equipamientos de seguridad de la piscina donde falleció el niño. En este sentido, los investigadores han obtenido pruebas sobre el terreno y solicitado documentación a la granja-escuela que ya está siendo objeto de análisis.

También el Ayuntamiento de Soto del Barco, de motu propio y en previsión de ser requerido en este sentido, ha iniciado un procedimiento administrativo interno para recopilar todos los informes, permisos y demás documentos relativos a la piscina de la granja-escuela. Fuentes municipales consultadas por este diario indicaron que "aún es pronto para sacar conclusiones" si bien se presume la legalidad del complejo de ocio por su intachable trayectoria durante más de 25 años.

Ayer por la mañana, abandonaron la granja-escuela de La Bouza los últimos chavales que disfrutaban de una estancia vacacional en la misma. El centro comunicó a los padres la suspensión de las actividades y procedió a devolver a los niños a sus familias. La dirección mantiene un absoluto hermetismo ante los medios de comunicación sobre lo ocurrido y tampoco ha hecho público cuando reabrirá.

La localidad de Riberas de Pravia ha hecho piña en defensa y apoyo de la granja-escuela Palacio de la Bouza. El vecindario siente como propia la tragedia, que tiene su cara más cruda en la familia del pequeño pero también ofrece otras facetas igualmente dolorosa, como es la de los trabajadores de una entidad tenida por modélica y que, en palabras de un vecino, "puso a Riberas en el mapa".

"Es una tragedia de las más gordas que han pasado en este pueblo", aseguró una de las vecinas consultadas que avala la trayectoria de más de 25 años de La Bouza. Ayer, las caras largas y apesadumbradas del vecindario de Riberas delataban la conmoción que causó el suceso y la preocupación por el futuro de la granja-escuela. Y es que, quien más y quien menos, tiene familiares o conocidos trabajando en el centro y les preocupa tanto el calvario por el que están pasando como el futuro inmediato de la institución. Reacios a conjeturas, el silencio de los vecinos se hacía sepulcral al abordar lo ocurrido: "Realmente, nadie lo sabe, y andar especulando sólo puede hacer más daño", zanjó una vecina.

Como señal de la adhesión del vecindario de Riberas a su empresa más conocida, varios vecinos, algunos extrabajadores del centro, se ofrecieron la noche del martes para colaborar en lo que hiciera falta con el personal de la granja-escuela, desbordado en ese momento por la angustia y la necesidad de atender a los niños alojados en la instalación.