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Una terapia de más de 30 años

Ajo es guitarrista, gaitero y técnico de sonido e iluminación y ha tocado en más de diez bandas desde finales de los 70

Ajo posa con su gaita en la plaza Hermanos Orbón de Avilés. RICARDO SOLÍS

La sección musical semanal de LA NUEVA ESPAÑA de Avilés vuelve tras el parón veraniego. Y lo hace con una nueva remesa de músicos y artistas de la comarca. El primero de esta nueva etapa es Santiago Gutiérrez Alonso, Ajo.

Apenas nadie le conoce por su nombre. Le llaman Ajo desde que iba al colegio y era un niño travieso que se escabullía de ir a misa para comenzar a descubrir la música. Uno de los primeros instrumentos que tocó fue una flauta sudamericana y desde muy joven concibe la música como una terapia. "Era muy difícil hacerla sonar, pero lo conseguí", destaca el avilesino, que empezó su andadura a finales de los años setenta. Le gustaba el folk y escuchaba a "Gwendal". Le dio por tocar la gaita y compró una a medias con un amigo en Boal. "Tocaba por la calle, de la que iba al instituto y cuando llegaba, la escondía. En casa no se me ocurría tocar, sonaba mucho", señala. Por aquel entonces, Ajo tocaba de oído y luego, cuando abandonó los estudios, decidió ir al Conservatorio. Estudió flauta y percusión y adquirió unos conocimientos que le llevaron a tocar en decenas de grupos.

Con "Trasgu" tocó a principios de los ochenta y tocaba por doquier, en la calle, en romerías, donde cuadrara. También se subió al escenario con "Ixuxú" y siguió con el folk. Eso sí, el rock and roll rondaba siempre por su cabeza, de ahí que también demostrara su valía con "Defecables". "Ensayamos en Galiana, donde había grupos como 'Cañilga', 'Llamuerga'... y luego formamos una banda, 'Ixuxú' con bombo, tambor y dos gaitas", recuerda Ajo, que piensa en aquellos tiempos en los que tocaba hasta sesenta veces por año.

También tocó en orquestas como "Talismán", "Sider" y trabajó de músico de bodas con un dúo en un restaurante de Pola de Lena. "Y eso, todos los fines de semana", apostilla. "Bcuadro" fue otra de sus orquestas.

Desde que se aficionó a la música, Ajo ha tocado flauta, gaita, percusión, teclados, bajo y guitarra. Es voluble y para más datos, desde hace quince años se encarga de poner el sonido y la iluminación a conciertos de media región. "Voy tanto a espichas como funerales, donde me llamen, tanto a tocar como a poner sonido", indica el artista con una sonrisa.

Ha compuesto himnos para clubes deportivos como el Juventud Estadio de Oviedo y ha escrito canciones de corte intimista y con tono gamberro. "Si soy sincero, no sé definirlo", aclara.

"Tengo mi pequeño estudio con teclado, batería, bajo... y allí toco. Mi instrumento preferido es la guitarra", destaca el músico avilesino, que ha pensado mil y una veces en dejar de tocar, pero al día siguiente cambia de opinión. "Me llamaban y me ponía a tocar, toco gaita y guitarra, que son instrumentos de ir a la guerra, y si tengo algo claro es que toco porque me lo paso bien; eso sí, ni gano perres ni soy feliz", concluye Ajo, un músico con más treinta años de carrera que ve su pasión como una terapia.

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