Avilés va camino de quedarse sin una de sus casas de comidas con más solera, al menos, tal y como ha sido hasta ahora. Casa Germán, que abrió en 1935, se traspasa. Su actual dueño, Germán Blanco, cumple 63 años en agosto del año que viene. Una reciente operación en el pie le impide estar en plenas facultades. Por lo que, si encuentra a alguien interesado en el negocio, estaría encantado de darle el relevo en un negocio con 82 largos años de historia.

El veterano hostelero tiene voluntad de marchar, lo saben en sus círculos de amistad. Una inmobiliaria se encuentra gestionando el traspaso. Según reconoce, ya ha tenido una oferta para hacerse cargo del restaurante, "aunque finalmente no prosperó", explicó ayer a este periódico.

Casa Germán ha sido propiedad de la misma familia desde su apertura. Han pasado más de ocho décadas desde que el abuelo de Germán Blanco abriera. Tras la retirada del fundador -también Germán Blanco- se hizo cargo de la casa su hijo, Mario y de ahí pasó al actual dueño, quien empezó a colaborar en la década de los 70 en el negocio familiar.

"Prestaba algo de ayuda cuando faltaba alguien detrás de la barra", rememora el histórico hostelero. No sería hasta el año 1976, cuando Blanco colgó sus estudios de Ingeniería de Minas en la Universidad de Oviedo y asumió el mando en el restaurante. "Me jubilo en agosto de 2018. Tengo problemas en los pies, en marzo por una infección me tuvieron que amputar un dedo", señala, para después añadir que "si no recibo una oferta que me convenga seguiré hacia delante".

Lo que parece claro es que el linaje familiar de Casa Germán se va a ver interrumpido. Mario Blanco, hijo del actual propietario y que lleva el nombre de su abuelo, es el que atiende a los clientes. Sin embargo, sus pasos le llevan lejos de la casa de comidas. A sus 35 años, está estudiando el grado de Antropología por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Por tanto, la continuidad de Casa Germán queda supeditada al interés de alguien que quiera hacerse cargo del traspaso. Y, con ello, también se ve amenazada la emblemática ensaladilla rusa que sirve el restaurante, definida como "el buque insignia de la carta", por Germán Blanco.

Con el hipotético traslado de la casa de comidas, Avilés perderá otro histórico de la hostelería. El pasado verano fue Casa Carreño quien dijo adiós. El cierre del local del Carbayedo fue comunicado a los trabajadores, según ellos mismos reconocieron, en el primer día de las vacaciones estivales. Más reciente está el cerrojo sobre las puertas en La Eritaña, recordado por su memorable pote y por reunir a los grandes de la canción asturiana en su veterano comedor de Ruiz Gómez.