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MARIVY RASSO | BUCEADORA

Con ella el buceo se feminizó

La primera mujer instructora de buceo de España, residente en Verdicio, rompe los convencionalismos subacuáticos

Marivy Rasso, en la piscina de su casa en Verdicio. MARA VILLAMUZA

Marivy Rasso vive mirando al mar, esa gran masa de agua salada que, según dice, la atrapó un día hasta tal punto que nunca más se alejó de ella. Desde una privilegiada atalaya en Verdicio contempla cada día el Cantábrico que la acogió en su primera inmersión en plena adolescencia, después de convencer a sus padres para trasladarse a vivir de Oviedo a Gijón y así poder sumergirse en sus profundidades hasta convertirse en la avezada buceadora que ha llegado a ser.

En el camino para alcanzar el nivel de experiencia que acumula, esta mujer de trato sereno ha roto una barrera tras otra en el mundo del buceo, práctica deportiva y profesional tradicionalmente masculina. Con el tiempo ha echado abajo ese dominio y representado papeles impensables para las mujeres de otra época. Con ella, el buceo se ha feminizado ya que ha logrado, entre otras gestas, ser la primera mujer instructora de España, la primera presidenta de una federación de actividades subacuáticas o la primera sorrorrista femenina.

Ha buceado en medio mundo en busca de nuevos colores, flora, fauna, temperaturas... pero aún le quedan pendientes muchos fondos por observar, dice. Uno de ellos se encuentra en Sudáfrica, país al que desea viajar para contemplar de cerca el tiburón blanco, experiencia que vivirá desde el interior de una jaula debido a la agresividad del temido pez. Y es que la seguridad siempre está presente en las inmersiones que realiza, la primera norma que asegura debe tener presente el buceador. Por ello aconseja a las personas miedosas que no se decanten por este deporte, si bien considera que "no hay nada que relaje más".

De su carrera, Marivy Rasso acumula una larga lista de vivencias, algunas grabadas a fuego en la memoria. Una de ellas tuvo como escenario el concejo de Valdés, a donde acudió con una sobrina para acercarse a dos delfines que frecuentaban las aguas del entorno. Consiguieron el objetivo: los vieron, los tocaron y cuando se disponían a salir del agua, las condiciones del mar habían cambiado. Entonces, para sorpresa de las buceadoras, ambos cetáceos las flanquearon hasta la roca para, seguidamente, abandonar la zona dando volteretas. "Intuyeron que había peligro y nos protegieron hasta estar a salvo; fue emocionante, nos caían las lágrimas", relata.

Otra anécdota que tiene presente tuvo lugar en las Maldivas, buceando a unos 30 metros de profundidad. Realizaba la primera inmersión del día cuando sintió que la zarandeaban y algo áspero le rozaba el brazo. Era un tiburón de punta negra. Sus compañeros se aproximaron para ver si le había herido y ascendió para comprobar posibles lesiones. Ya en la superficie encontró el chaleco parcialmente roto, el tiburón había tirado del bolsillo en el que guardaba pollo. "Suelo llevar un poco de comida para atraer a los peces, pero ese día decidí que la metería en una bolsa herméticamente cerrada", manifiesta. Un aspecto que precisamente llama la atención de Mariví Rasso es que, salvo raras ocasiones, no utiliza traje para bucear. Viste una camiseta holgada para mayor comodidad y apenas usa plomos.

En cuanto al equipo que porta destaca el chaleco o jacket, que dice haber evolucionado de forma notable . El primero que tuvo fue un obsequio de sus padres, a los que desde muy pequeña pedía una bombona de oxígeno como regalo de Reyes. "En aquel entonces no sabía que se llaman botellas y que no llevan oxígeno y sí una combinación de gases", indica desde la sede de la Asociación de Buceadores del Principado de Asturias, un club que organiza bautismos en piscina, paso que aconseja para descubrir el gusto por el buceo y antes de afrontar el curso que otorga la titulación más básica. Marivy Rasso la obtuvo en Gijón tras superar el curso en el Grupo Covadonga. La siguiente la recibió en Bilbao y en Cataluña adquirió las de monitora e instructora.

Si bien Cataluña se ha convertido casi en su segunda casa -viaja con frecuencia por negocios relacionados con el buceo-, el corazón de Marivy Rasso late con fuerza en Verdicio, de donde era su marido, fallecido el año pasado, y donde se instaló el matrimonio. Su hogar se encuentra a escasa distancia del Cabo Peñas, que conoció a través de la película "Historia de una traición". Esta cinta marcó la relación de la buceadora con el concejo gozoniego y los fondos del cabo más septentrional de Asturias.

En este balcón marítimo, Marivy Rasso impulsa la revista "Escafandra", nacida en 1995. A día de hoy y tras abandonar el papel para convertirse en publicación digital gratuita, cuenta con 200.000 suscriptores, amantes del buceo y el mar como su promotora, también apasionada de la fotografía, por lo que siempre carga la cámara en las inmersiones. Esta máquina supone un añadido al equipo compuesto por sofisticados ordenadores de buceo que controlan la profundidad, los litros de aire, el tiempo... Un equipo caro, afirma, que requiere mantenimiento, en especial el regulador, la pieza más importante según la primera mujer instructora del país que aún ve muy lejana la jubilación. "No hay edad para dejar el buceo", recalca para referirse a una cineasta alemana que descubrió esta actividad pasados los 70 años y la practicó hasta sus últimos días; murió a los 103 años.

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