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Milio Mariño

Epígrafe

Milio Mariño

El humo, los perros y el surf

Conquistas sociales de los animales y retrocesos de los humanos

Una mañana salí a pasear por Salinas, que es donde vivo, y me encontré con el primer campeonato de surf para perros y con una señal que ponía playa sin humo. Sin humo del tabaco porque del otro, del que nos regalan Arcelor Mittal, Asturiana de Zinc y cualquier empresa que necesite contaminar para la buena marcha del negocio, tenemos de sobra y podremos seguir disfrutándolo sin que nadie lo prohíba.

Aquello de la playa sin humo lo habían presentado como un gran logro, pero parecía una broma de mal gusto. Tres días antes, la estación medidora de Salinas había registrado los peores datos de contaminación de España, 151 µg/m³ en partículas PM10, y todo apuntaba a que seguiríamos igual porque las empresas tienen su orgullo y no aceptan que las autoridades las traten como nos tratan a nosotros. Se niegan a cumplir ciertas exigencias y al final se salen con la suya alegando que si cumplieran todo lo que la ley les exige, sería la ruina y tendrían que cerrar.

Un argumento que podría servirnos, cambiando lo de cerrar por renunciar a vivir.

Me costaba entender que presumieran de playa sin humo cuando teníamos la contaminación más alta de España. Así que estaba triste. El día tampoco ayudaba, era uno de esos días grises que invitan al pesimismo y aquel letrero de la playa, unido a lo del surf de los perros, había tenido un efecto demoledor. Sentía envidia de los perros, de que avanzaran en sus conquistas sociales mientras nosotros retrocedemos. Hace nada, los perros tenían prohibido pisar la playa y, por lo visto, habían conquistado el derecho no solo a disfrutarla sino a cabalgar sobre las olas y mear en la mar como suelen hacer las señoras y algún señor, muy pocos, según una encuesta, no del CIS pero sí de mi entorno.

Tenía la sensación de que los perros se habían transformado en señores y, los que fumamos, en chuchos apestosos como los que hace años solo recibían pedradas y los echaban de todos los sitios.

La mañana no pintaba bien y el paseo tampoco. Caminaba rumiando, con desagrado, que me quitaran libertades como la de fumar al aire libre, siempre guardando respeto y sin perjudicar al prójimo. Y en esas estaba cuando pasó un perro que me miró a los ojos y movió la cabeza como si supiera lo que estaba pensando. El señor tiraba del perro pero el perro insistía en mirarme y con su mirada pedía auxilio. Ayúdame, dijo al fin. A ti te maltratan y a mí también. A ti te prohíben fumar en la playa y a mi amo no le prohíben lo que debería estar prohibido. Deberían prohibir que nos suban en una tabla y nos dejen a merced de las olas. Es mentira que a los perros nos guste el surf. El surf es una tortura que no merecemos, es maltrato animal consentido.

Parecía tan sensato lo que decía aquel perro que si de mí dependiera lo hubiera nombrado concejal de Medio Ambiente. Con los concejales puede haber dudas, pero por lo que se refiere a los perros todos estamos de acuerdo en que son inteligentes. Y sí, a eso, añadimos que según las psicólogas Deborah Custance y Jennifer Mayer, de la Universidad de Londres, muestran preocupación y se acercan a nosotros cuando estamos tristes, ya ni les cuento.

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