Oviedo,

Marco RODRÍGUEZ

El deporte asturiano está en deuda con Carlos Gómez Calvo. No es normal que un árbitro de lucha de primera categoría internacional afirme a sus 49 años que ésta es la primera entrevista que le hacen en su tierra hablando de lucha, y que jamás se le haya entregado una placa de reconocimiento. Arbitrando Europeos, Mundiales y Juegos del Mediterráneo, y estando al máximo nivel desde 1994 -y para seguir- bien merecida se la tendrá. Gijonés de nacimiento pero ovetense de adopción, fue un destacado competidor desde mediados de los años 60 hasta mediados de los 80, donde una gravísima lesión le cerró las puertas de la competición, pero le abrió la del arbitraje, donde se ha consolidado. Empresario del sector servicios, sigue a diario las novedades de un deporte que es su vida, y del que se anhela despedir con una cita olímpica

-¿Cómo llega al mundo de la lucha?

-Lo típico, por los amigos cuando eres joven. Algunos practicaban en el Club San Lorenzo de Gijón, y cuando estábamos en la playa siempre empezaban a enredar. Yo entraba al trapo y algo de instinto debieron ver porque enseguida me animaron a ir a verles entrenar. Un día fui, y así empezó todo.

-Las cosas enseguida fueron bien en las competiciones?

-Hubo que entrenar duro pero sí. Desde el año 1966 cuando empecé hasta 1985, cuando llegó una fuerte lesión, fui campeón de Asturias en todas las modalidades. En 1967 ya fui a mi primer campeonato de España, a Vigo. ¡Eran trece horas en autobús de aquella!. Más tarde fui dos veces subcampeón de España, en libre olímpica y en sambo, hice otros dos bronces? Además lo compaginaba con el taekwondo, y fui el primer asturiano que sacó el primer dan, y posteriormente el primero que consiguió el segundo. Eso poca gente lo sabe.

-¿Cómo se lesionó?

-Fue en un campeonato de España en Torrejón de Ardoz, buscando una técnica para ganar un combate. Ya tenía al oponente proyectado pero algo falló. Sufrí un aplastamiento de tórax. Estuve dos años que hasta un soplido me molestaba en esa zona, y casi una década para recuperarme del todo.

-¿Llegó entonces el cambio al arbitraje?

-Por cuestiones de trabajo fijé mi residencia en Oviedo. Entonces empecé a bajar al Palacio de los Deportes con el grupo de Julio Muñiz. Al principio de tapiz ni hablar. Poco a poco fui entrenando algo, y colaboraba con la federación asturiana en temas de arbitraje. En el nivel regional y nacional estuve desde el 86 hasta el 89. Entonces di el salto a la internacionalidad, en un Gran Premio de España celebrado en Madrid.

-¿Cómo se mueve uno a ese nivel?

-Dentro del nivel internacional a su vez hay categorías. Empiezas en Tercera, y vas subiendo a Segunda y Primera si la Federación Internacional ve que tienes calidad y honradez. En Tercera empiezas en stages, y torneos de tipo B.

-¿En qué estrato se encuentra ahora?

-Soy internacional de Primera desde 1994. Somos sólo tres en España. Recientemente he arbitrado el campeonato del Mundo junior de Turquia, los Juegos del Mediterráneo y el campeonato de Europa absoluto de sambo. Pero recientemente se ha creado un estatus superior, llamado 'árbitro olímpico', y actualmente sólo hay cincuenta y cinco árbitros con esta denominación. Comienzo a hacer méritos para llegar allí.

-¿Es posible?

-Es posible pero es muy difícil. Me consta que estoy muy bien visto por la Federación Internacional, pero es complicado llegar cuando tu país no tiene fuerza en determinados niveles, no tiene tradición, no hay luchadores al nivel de otros países.

-¿Quién manda en este deporte?

-Rusia, todos los países de la antigua Unión Soviética, Armenia, Cuba está muy fuerte en libre olímpica?

-¿Cuál será su próxima gran cita?

-Llevo preparando con esmero un Seminario Nacional que imparto en Madrid. En cuanto al tapiz, está próxima también. El campeonato del Mundo absoluto de lucha sambo, que se celebrará a mediados de noviembre en Tesalonika, Grecia. En ese viaje estará otro asturiano, Óscar Fernández, en este caso compitiendo.

-Dígame un combate que arbitrara y que nunca olvidará.

-Desde el cariño, haber arbitrado en Varsovia a Alexander Kareli me impresionó. Hoy en día es el Ministro de Deportes de Rusia, y dicen que el mejor luchador de grecorromana de todos los tiempos. Era impresionante, tan campeonísimo y grande, como noble. Sabía algo de español, y cuando le cogí de la mano para darle ganador en el combate me dijo: «Tira despacio que si no se lo digo a mi abuelita», genial. Después, haber arbitrado, entrenado y compartido amistad con José Antonio Cecchinni es para mí un honor enorme. Y recientemente, otro en el que viví en mis propias carnes la presión que existe por la victoria en los países del Este. Fue en Milán, en junio, en una final del Europeo absoluto de sambo entre un ruso y un ukraniano. El juez era georgiano, el jefe de tapiz búlgaro, y yo arbitraba de central. Me pararon dos veces el combate para cuestionar mis decisiones. Honradamente, vi movimientos extraños, pero mantuve mi criterio. Me salvó que el ruso lusó claramente al contrario y no hubo duda para nadie. Pero noté presión. En ese sentido el árbitro español es apreciado. Nos ven como figura de imparcialidad. No hay que olvidar que la lucha, entre libre olímpica, grecorromana y mujeres, reparte veinticuatro medallas en la Olimpiada. Ahí, y más en los países punteros en este deporte, se mueven intereses de todo tipo.

-¿Cuántos reconocimientos ha recibido en su vida deportiva?

-Alguna placa de la Federación Española de Lucha. De Asturias, por desgracia nada. Sin ir más lejos, esta es la primera entrevista que me hacen en mi vida. La promoción de este deporte en el Principado estaba muerta. Nunca existió. Ahora hay un equipo nuevo de trabajo, joven, pero con ganas, que está intentando revivir el muerto. Jairo Rodríguez es el presidente, y cada uno desde nuestro departamento, estamos empujando para que la lucha se conozca más.