Los días 2 al 6 de abril del presente año tuvo lugar en Roma el primer congreso apostólico mundial de la Divina Misericordia, al cual asistieron más de siete mil personas de todo el mundo. El día 2 se abría con la misa del tercer aniversario del fallecimiento de S. S. Juan Pablo II, gran promotor de dicha devoción cristológica de la Divina Misericordia, que presidió Benedicto XVI en la basílica vaticana. En su homilía, S. S. Benedicto XVI saludó especialmente a los participantes de este I Congreso mundial sobre la Divina Misericordia, recordando el valioso magisterio del Papa Juan Pablo II a ese respecto. «La misericordia de Dios, según su propia confesión, constituye una clave privilegiada de lectura de su pontificado. Quería que el mensaje del amor misericordioso de Dios alcanzara a toda la humanidad, y animaba a los fieles a ser testigos suyos (cf. Homilía en Cracovia-Lagiewniki, 18-8-02). Por eso quiso elevar al honor de los altares a sor Faustina Kowalska, humilde monja a la que un misterioso designio divino convirtió en mensajera profética de la Divina Misericordia. El siervo de Dios Juan Pablo II había conocido y vivido personalmente las enormes tragedias del siglo XX, y durante mucho tiempo se preguntó qué podría detener la marea del mal. La respuesta no podía encontrarse más que en el amor de Dios. Y es que sólo la Divina Misericordia puede fijar un límite al mal; sólo el amor omnipotente de Dios puede derrotar la prepotencia de los malvados y el poder destructivo del egoísmo y del odio. Por eso dijo al regresar a su tierra natal, durante la que había de ser su última visita a Polonia: «No hay más fuente de esperanza para la humanidad que la misericordia de Dios». Terminaba S.S. Benedicto XVI su homilía diciendo: «Que la Iglesia, siguiendo sus enseñanzas y ejemplos, prosiga fielmente y sin claudicaciones su misión evangelizadora, difundiendo incansablemente el amor misericordioso de Cristo, manantial de paz auténtica para el mundo entero».

Digna de mención es la Encíclica de Juan Pablo II «Dives in Misericordia». Siguiendo las enseñanzas del Concilio Vaticano II y con las necesidades particulares de los tiempos en que vivimos, donde la humanidad, como el hijo pródigo, tiende aparentemente a prescindir de Dios, pero sin embargo, apela casi inconscientemente a la protección del Padre. En esta Encíclica, el Papa quiere acoger esta llamada y convoca a la humanidad a practicar y a vivir la misericordia divina, el atributo más grande de Dios, junto con la justicia, ya que sin justicia no hay misericordia. La justicia es el primer peldaño de la misericordia. Nos invita a buscar y a descubrir en el mismo Cristo el rostro del Padre que se revela rico en misericordia.

El congreso prosiguió con importantes ponencias dadas, entre otros, por el cardenal Schönborn, presidente del Congreso; cardenal Ruini, cardenal Dziwisz, cardenal Backis, cardenal Barbarie, cardenal Arinze. El sábado, día 5, presidió la eucaristía en la basílica de San Juan de Letrán nuestro primado de España, el cardenal Cañizares. También impartió una ponencia el obispo de Palencia, monseñor Juan Ignacio Munilla. Hubo importantes testimonios de vivencias de la Misericordia de Dios y de los hermanos. Por la noche festivales, puestas en escena del Evangelio, adoración del Santo Sacramento. Todo ello nos alentó para proseguir ese camino.

En Asturias, conscientes de la necesidad que tenemos de vivencia de la Misericordia, hemos comenzado hace poco más de dos años a vivir y propagar este mensaje como Asociación Privada de Fieles Laicos para la archidiócesis de Oviedo, cuyos estatutos han sido aprobados en enero del presente año. No obstante, esta devoción ya fue aprobada por la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe el 15-4-1978.

Su práctica consiste principalmente en implorar a Dios su misericordia para el mundo entero, practicar las obras de misericordia con el prójimo y tener confianza plena en Dios, que no abandona al que le sigue en su camino. En definitiva, se trata de la práctica de valores del Evangelio que al mismo tiempo son valores humanos y sociales de los que tanto adolece la humanidad y necesita.

Se vive desde la espiritualidad de la Divina Misericordia que emana del «Diario espiritual» de Santa Faustina Kowalska, fallecida en 1938, siguiendo las encomiendas que le hizo el Señor. Venerar y difundir la imagen de Jesús Misericordioso, Jesús Resucitado y Glorioso. Celebrar la fiesta de la Divina Misericordia instituida por el Papa Juan Pablo II para todo el orbe católico, la cual se celebra el II Domingo de Pascua. Rezo del rosario de la Divina Misericordia, en el que se implora la misericordia de Dios para el mundo entero y en las letanías alabamos las grandezas de Dios, de las que brota nuestra confianza en Él. Rezo de la novena de la Divina Misericordia. Iniciándola preferentemente, el Viernes Santo, día de la muerte del Señor, día en que comienza su obra redentora de misericordia. Rezo de la hora de la misericordia, las tres de la tarde, hora de la muerte de Jesús.

Decía Su Santidad Juan Pablo II: «Ha llegado la hora en la que el mensaje de la Divina Misericordia debe llenar los corazones de esperanza y convertirse en chispa de una nueva civilización: ¡La civilización del amor!».

María Ángeles Díaz Menéndez, presidenta de la Asociación

Apóstoles de la Divina

Misericordia

Oviedo