Historias heterodoxas

Hierro dulce

El desarrollo de las ferrerías en los valles mineros en los siglos XVIII y XIX previo a la llegada de la sideruriga moderna e industrial

Hierro dulce

Cuando a mediados del siglo XIX la siderurgia moderna llegó a Asturias -sobre todo a la Montaña Central- la producción de las antiguas forjas cedió el paso a los grandes hornos y solo en algunos lugares apartados siguieron elaborándose clavos, utensilios de cocina y piezas menores que todavía lograron competir en el mercado con los catálogos de las grandes fábricas, pero esta durísima competencia unida a la progresiva carencia de leña en unos bosques que se habían esquilmado durante siglos sin ningún miramiento, acabó definitivamente con la actividad tradicional.

La arqueología nos demuestra que en nuestra región la metalurgia hunde sus raíces en la época de los astures; después los invasores romanos trajeron con ellos nuevas técnicas que pervivieron casi sin cambios hasta su desaparición. Existen suficientes pruebas de esta actividad y repartidos por nuestras montañas aún pueden encontrase escoriales y vestigios de explotaciones de estos periodos.

De cualquier forma, si nos ceñimos a la documentación escrita, no podemos remontarnos más allá del reinado de Alfonso III, quien hizo una donación en el año 905 a la iglesia de Oviedo detallando una posesión que incluía unos veneros de hierro en el lugar de San Juan de Muñás. Luego ya menudean las citas similares en otros contratos, hasta que en siglo XVI empiezan a citarse pequeñas minas de este mineral.

Las primeras en nuestro ámbito territorial aparecen reseñadas en Pinos en 1662 y en Lena en 1630, aunque a la fuerza su producción tuvo que ser muy escasa por lo que en muchos casos las forjas locales se vieron obligadas a completar su abastecimiento trayendo hierro desde el País Vasco.

En 2014, la Universidad de León publicó una tesis doctoral firmada por José Antonio Balboa de Paz con el título La siderurgia tradicional en el noroeste de España (siglos XVI-XIX), que abarca un territorio extenso, repartido entre León, Galicia y Asturias, pero con muchas características geográficas, sociales y económicas comunes. Es un trabajo muy completo donde se sitúan y estudian en nuestra región 48 de estas pequeñas industrias, dos de ellas emplazadas respectivamente en las cabeceras de los valles del Nalón y del Caudal: la de Abantro, en la feligresía de Santa María de Tanes (Caso) y la de Renueva, en la de San Juan de Malvedo (Pola de Lena).

Como conocemos muy poco sobre las industrias de este periodo, hoy vamos a pararnos en ellas, empezando por la de Abantro, íntimamente ligada a una de las cuatro minas de hierro que se conocen en la Edad Moderna regional.

Según leemos en la tesis de Balboa de Paz, a mediados del siglo XVIII, dos de aquellos ilustrados que entonces se empeñaban en buscar el progreso de los pueblos y la riqueza material de los vecinos, descubrieron en su búsqueda por el territorio "una copiosa vena de Fierro" en el concejo de Caso y mandaron analizarla, encontrando en los ensayos que producía una tercera parte de hierro de buena calidad.

Se trataba de don Antonio Agustín de Antayo primer marqués de Vistalegre, y don Pedro Antonio de Peón, amigo del padre Feijoo, quien según Constantino Suárez dio conocer a los asturianos numerosos libros de navegación, comercio y agricultura, comprobó que el suelo asturiano era apto para una gran variedad de semillas y plantas; crió gusanos de seda; dispuso riegos; inventó máquinas y fomentó la aplicación e industria por todos lados.

Abantro es un lugar situado a 550 m de altitud, actualmente sobre el embalse de Tanes, y llevaba tiempo habitado por un puñado de familias e incluso contaba con su propia capilla, dedicada a San Emeterio. Los dos ilustrados vieron la posibilidad de construir allí dos ferrerías y pidieron el correspondiente permiso real. Para ver su viabilidad, en la primavera de 1749 se desplazó hasta allí un experto enviado por orden gubernamental, quien recorrió el lugar y sus alrededores comprobando que, en efecto, el mineral afloraba en varios filones salpicados por aquellos alrededores "especialmente en la Campa de Escobalín, Buesomerón y Govezanes que son inclusos en el enunciado concejo y asimismo en su inmediación y sitio de las Señales término de Maraña concejo de Baldeburón, rayando con el antecedente de Caso. Y también en el de Piloña y sitio de Espinaredo que confina con el sobredicho de Caso, y el de Ponga".

En consecuencia, su informe fue positivo e incluso hicieron constar la abundancia de arbolado en los montes casinos para proveer la madera necesaria en la fundición señalando que allí había "tanta leña de hayas que puede abastecer muchas Herrerías sin perjudicar a la construcción de bajeles". El único inconveniente estribaba en las malas comunicaciones; Caso estaba muy alejado de la costa, lo que dificultaba su transporte hasta el mar y además los caminos locales presentaban un estado pésimo.

Aún así, el 23 de julio de 1749 el Consejo de Estado concedió el permiso para la construcción de las dos ferrerías porque se adaptaban a los planes de dinamización que entonces impulsaba la monarquía española. Aunque su producción no se pudiese embarcar podía destinarse muy bien a abastecer de hierro barato a las dos Castillas y de paso dar trabajo a muchos vecinos de la zona en las propias forjas y en los transportes, sacándolos de la agricultura y la ganadería, forzosamente pobres por lo difícil que era conservar los terrenos abiertos y los pastos entre unas montañas tan frondosas.

Según José Antonio Balboa de Paz, a pesar de esta autorización, la obra nunca llegó a realizarse y el Catastro de Ensenada no menciona ninguna ferrería en la zona, informando solo de que en aquel momento en Caso había varias fraguas, sin mencionar más datos.

Ya en la segunda mitad del siglo XIX volvieron a hacerse dos nuevas solicitudes para la ferrería de Abantro. La primera la presentó en septiembre de 1859 un vecino de Vegadeo llamado Fernando Arias, para construirla en "el concejo de Caso, parroquia de Tanes, en el sitio llamado de Bañantes, junto al puente de Linares, aprovechando las aguas del río Nalón". Al aparecer este hombre también lo intentó casi simultáneamente en otro punto del concejo de Cabrales pero luego no siguió adelante en ninguno de sus dos proyectos.

De cualquier forma opino que don Fernando sí pudo iniciar alguna obra en el lugar ya que al año siguiente, el 16 de junio de 1860, un tal Toribio Calvo consiguió por fin el permiso del ministerio de Fomento para emplazar una forja catalana en aquel mismo punto "el sitio llamado Llano de Bañante, término de Abantro, concejo de Caso, en provincia de Oviedo", con la condición, entre otras, de encargarse de preparar los caminos y demás servidumbres públicas necesarias para su puesta en funcionamiento. Consta que esta ferrería de Abantro estuvo activa unos años, no sabemos cuantos, hasta que acabó desapareciendo, como anticipamos más arriba, por el empuje de los grandes hornos.

En la tesis de la Universidad leonesa se ubica otra de estas industrias en el concejo de Lena. Se trata de la Renueva, en la feligresía de San Juan de Malvedo, construida en 1858 atendiendo la solicitud de don José Lombardero, vecino de Taramundi, en sociedad con don Pedro Cotarelo, vecino de la Vega de Ribadeo, para aprovechar las aguas del río Pajares junto a las peñas de Padrones, en un prado que entonces era propiedad de doña María Antonia Fanjul, vecina de Erías, para "establecer una fábrica de beneficio de hierro dulce con forjas catalanas y martinete".

El de Taramundi, tierra fecunda en ferreros, tuvo que arrepentirse poco después de su poca visión de futuro, ya que tras su puesta en marcha tardó muy poco en ser dada de baja. Y aquí José Antonio Balboa de Paz comete un pequeño desliz bibliográfico en su gran trabajo, que con su permiso corregimos. Él reseña que La Revista Minera da por cerrada esta ferrería en un informe presentado en la página 82 de su número XIX, fechado en 1868. Realmente la información se corresponde con el número del año siguiente, XX de 1869, pero eso es lo de menos. Lo importante es que en la histórica revista se dice que entonces quedaban en Asturias 11 ferrerías, siete en actividad y 4 paradas; entre las primeras está la de Caso -dato que coincide con lo que ya hemos visto- y las segundas son esta de Renueva; la de Laga, en Castropol: Pontigón, en Santa Eulalia de Oscos y Beloño, en Ponga.

De cualquier forma otro erudito indispensable en este tipo de estudios, don Luis Adaro, también encontró en la Estadística Minera el dato de que en 1878 se encendió en Renueva un horno del sistema Thourangin, al carbón vegetal, después de cuatro años de paralización, lo que al comparar las fechas parece indicar que al menos ya había entrado en funcionamiento y vuelto a cesar otra vez con anterioridad.

Vaya desde aquí nuestro reconocimiento a esta excelente tesis doctoral con factura leonesa, pero que nos ha acercado un poco más a la historia de nuestra Montaña Central.

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