Candás, por iniciativa de su Banda de Música, recupera el festival de piano, ahora con ánimo de darle un impulso definitivo, apostando por la calidad, que no necesariamente tiene que ir pareja a un nombre popular, y por los jóvenes valores que pisan fuerte. El israelí Ran Dank, uno de los puntales del cartel, inauguró el martes los conciertos. Fue una presentación de altos vuelos en la que Dank demostró estar destinado a ser uno de esos grandes nombres del mundo del piano. La organización del festival pretende trabajar sobre seguro y, además, con la conciencia del que siembra, recoge.

Dank escogió un programa efectivo y brillante, en el que ganaron en interés las obras modernas de Scriabin e Ives. Además, el pianista israelí se manejó con especial gusto estilístico en el piano romántico, sabiendo canalizar, con músculo, los fuegos de artificio con una interpretación equilibrada y sensible. De hecho, en Dank se observó un dominio del «qué» y del «cómo»; es decir, convergieron el sentido de la interpretación, según los elementos musicales de la obra, y una amplia técnica para traducirlo en sonido.

De este modo, el pianista abrió fuego con la «Suite francesa nº 2» de Bach, en la que despuntó especialmente en las danzas lentas. Al gusto melódico se unió un ataque muy apropiado para el barroco, aunque el uso del pedal derecho no favoreció las danzas rápidas. Con los cinco «Take-offs» de Charles Ives llegó uno de los momentos más interesantes del repertorio. Dank comprendió las tensiones y la densidad de páginas ricas en experimentación armónica y lirismo intimista. En la selección de Rachmaninov -«Liebesleid» y la «Polka de W. R.»-, Dank llevó a cabo una interpretación ajustada, por peso y flexibilidad en la técnica, al igual que muy pulcra en el resultado del sonido.

Chopin continuó el programa, con dos de sus valses, el «Gran vals Op. 42, en la bemol» y el segundo de los dos valses del «Opus 69». El pianista israelí dio buen impulso a las obras del polaco, sin perder de vista el ritmo de base y preocupado por el lirismo que caracteriza al compositor. La «Sonata nº 9 Op. 68» de Scriabin, por su parte, supuso uno de los clímax de esta primera jornada del festival. La partitura fue bien orientada, con riqueza de contrastes, así como con una aplicación diferente de la técnica habitual del piano, lo que responde a la modernidad de la obra en su época de composición. Una «Misa negra», como se llamó a esta sonata, en la que Scriabin canalizó la energía a través de su composición, lo que lleva a un brillante final tras la acumulación de tensiones. Las «Reminiscencias de Norma» de Liszt, basadas en la ópera de Bellini, pusieron el broche, con gran virtuosismo, a la velada pianística.

La iglesia parroquial de San Félix en Candás acogió ayer la segunda velada del Festival Internacional de Música, que tuvo como protagonista al pianista griego Vassilis Varvaresos (en la foto). Esta noche habrá otro concierto de piano, a partir de las ocho y media de la tarde, con la participación de Amy Gustafson, Gustavo Miranda, Kevin Loucks y Sujung Sun, informa B. FERNÁNDEZ.