Por fin se va a hacer el Museo de la Conserva. Se ha desbloqueado, o más bien se ha recordado porque tan sólo una visita de Ángel Riego a Madrid ha servido para que alguien diga «meca es verdad, esto de ese pueblín de Asturias, el de las sardinas y las marañuelas, se nos había olvidado». Tal parece que la burocracia funciona así y que las ilusiones de los que han dado la lata con el museo de la conserva estaban dormitando en un cajón. Bien, me alegro por ellos y por los que lo visitemos, que seguro que aprendemos mucho sobre el laterío que nos salva algunas cenas. Todo muy bien, albricias. Pero... El próximo proyecto de Candás, ahora que hay tantos partidos lo puede proponer cualquiera, puede ser, por ejemplo, «Museo de la venta tradicional de productos de la tierra y del mar». Vamos, el museo del mercado. Se hará cuando la plaza de abastos de Candás, donde se compra verdura, fruta y pescado que ya quisieran muchas tiendas «gourmet», cierre sus puertas definitivamente. Luego iremos al museo a ver cómo era aquello.