Se imaginan quince mil almas sobre el césped de un campo de fútbol -ahora y como siempre de moda estos lugares sagrados- la montonera que forman. Pues otras tantas almas con olor a brezo y manzanilla, el silbido de las aves, el rumor de los ríos, los clamores del viento y el aire montaraz en los oídos -rudos pero nobles y cultos- abandonan los pueblos y aldeas de nuestra región. Setecientos núcleos rurales ya han sido abandonados y otros tantos lo serán en los próximos años. No ha sabido el rebaño -churras y merinas- poner en práctica la ley Agraria de Jovellanos y sus ideas sobre el campo. Tenía que llegar este tiempo como ocurrió con la burbuja del ladrillo sus especuladores y ladrones. Y en éstas que llegan los Cascos del caballo de Atila y todo se convierte en una paramera. Poco duró la sombra del poder, Juanín Vega. Siempre tan díscolo, se me hizo difícil entender tu entrada en la política y el cambio radical de oficio. Mejor los montes de Proaza y sus gentes; eso sí, en buena compañía. Haití sigue teniendo hambre.