Los Campones (Siero),

Franco TORRE

Ana Serrano tiene un ligero deje murciano al hablar. Es prácticamente lo único que se llevó de su tierra natal cuando emigraron, ella y su marido, Manuel Martínez, a Asturias hace ya casi seis décadas. Aparte de ese marcado acento, sólo trajeron al Norte sus convicciones políticas. Las mismas que les llevaron a ambos, hace ya 21 años, a afiliarse al PSOE de Siero para morirse, dice, perteneciendo al partido de los trabajadores.

La de Ana y Manuel es una historia de posguerra: la historia de dos jóvenes que tuvieron que emigrar para poder comer. Ana nació y se crió en la parroquia de Fuensanta, cercana a la localidad murciana de Lorca. Hija de campesinos, Ana se ganaba los cuartos como matrona y ayudando en la matanza. Allí casó con Manuel Martínez, pastor, un matrimonio que dio el fruto de dos hijos, Antonio y Juan.

Pero en 1953, esta familia murciana tuvo que seguir la ruta que antes habían transitado cientos de personas, y dejar la «Huerta de España» para labrarse un porvenir en el norte industrializado. «No me he arrepentido nunca de haber emigrado a Asturias, es lo mejor que podíamos haber hecho», afirma Ana, en paz con su biografía.

El primer destino de la familia fue el concejo de Laviana, donde Manuel Martínez consiguió un trabajo dentro de la industria siderúrgica. Los primeros años fueron especialmente duros, porque echaban de menos a sus familiares, y Ana recuerda especialmente sus dificultades lingüísticas en la cuenca minera, donde la rapidez con la que hablaba la gente le jugaba malas pasadas: «Me decía: esta gente debe pensar que soy tonta, de tanto que les digo que sí porque no les entiendo nada», rememora Ana Serrano.

En aquellos años, la murciana comenzó a trabajar como asistenta en una casa, y en los años sucesivos desarrolló multitud de tareas para ayudar económicamente a su familia. Los esfuerzos no fueron baldíos, y unos pocos años después pudieron mudarse a una casa en Los Campones, donde Ana aún reside.

Con la llegada de la democracia, Ana y Manuel, como también sus hijos, pudieron al fin mostrar libremente sus convicciones políticas, sin miedo a represalias. Los primeros gobiernos socialistas les devolvieron la ilusión por la política, y en 1991, el matrimonio se afilió al PSOE, cumpliendo así una ilusión que ambos tenían de muchos años atrás.

«En su salón tuvo, durante muchos años, una foto de Felipe González que guardaba como oro en paño», revela su hijo, Juan Martínez. Él fue quien les afilió a ambos al partido, y aún recuerda aquella mañana en la que su madre le cogió y le dijo: «Hijo, mira a ver qué hay que hacer para afiliarse, que nosotros queremos morirnos perteneciendo al PSOE».

Ni siquiera el vuelco electoral del PSOE en 1996 hizo mella en sus convicciones, y el matrimonio aguantó los ocho años del Gobierno de Aznar con esperanza de volver a ver a los suyos al frente del país. Aunque Manuel, que falleció el 14 de marzo de 2004, el mismo día en que José Luis Rodríguez Zapatero se imponía en las urnas, no llegaría a verlo.

Aún ahora, con el PSOE pasando un mal momento, Serrano no pierde la esperanza y augura la recuperación de los socialistas. Sólo lamenta la falta de convicciones de los jóvenes, y también la moción de censura que ha dejado a su partido sin el gobierno de Siero.

«Me gusta mucho Guillermo Martínez, siempre que hemos coincidido ha sido muy cariñoso conmigo. Creo que lo echaron porque lo estaba haciendo bien, y eso no lo querían», señala Ana, que unos días atrás fue homenajeada por el PSOE de Siero. Ahora, ella espera que le den otro homenaje en las próximas elecciones.