Las comunidades educativas de las escuelas rurales de Carreño se han convertido, en los últimos años, en una gran familia que se resiste a dejar el pueblo; pero, eso sí, cada vez con mayores dificultades. Están en la cuerda floja, y los obstáculos que tienen que sortear cada curso van en aumento. Frente a las desorbitadas matrículas que registran los centros candasinos, que no paran de sumar nuevos alumnos, las aulas de Logrezana y Guimarán-El Valle están estancadas, e incluso han iniciado este curso con menos niños que el año pasado.

Aunque la caída ha sido más bien pequeña -tan sólo de dos-, las únicas escuelas rurales que continúan hoy en funcionamiento en el concejo no superan apenas los 20 alumnos. Con todo, el Principado, en vez de ayudar, pone ahora, según sus responsables, más trabas que nunca e incluso se plantea colgar el cartel de "cerrado" en alguna de ellas. "El curso pasado lo intentó. Recibimos una carta de la Consejería de Educación en la que se nos informaba del cese de la escuela de Logrezana. Yo, al principio, pensé que se habían equivocado, porque siempre dijeron que mientras hubiese al menos cuatro alumnos seguiría en funcionamiento, y en la nuestra había siete y con previsión de que esa cifra se mantuviese al año siguiente. No obstante, el argumento en el que se apoyaban era que sólo teníamos un niño que era de Logrezana", comenta Héctor Sánchez, que hoy continúa siendo el profesor de la parroquia, gracias al apoyo que recibió por parte del Ayuntamiento de Carreño. "Si no hubiese sido así, hoy las escuelas estarían cerradas, porque para el Principado eso es lo más rentable", añade. Y prueba de ello es que aún no han sacado una plaza fija, lo cual espanta a muchos padres por miedo a que cada año entre un profesor diferente.

Mejor suerte corren, en cambio, las escuelas de Guimarán-El Valle, que este año cuentan ya con una profesora definitiva para Primaria. "Se llama Lorena Piquero, y es un gran paso para nosotros, porque llevábamos dos años cambiando de docente", dice Mirta Morán, dedicada desde hace años al cuidado de los más pequeños del centro. La diferencia con respecto al aula de Logrezana está en el número de alumnos, ya que las escuelas de Guimarán-El Valle tienen el doble, 17. Y eso que este curso se inició con dos menos. "En Infantil seguimos siendo los mismos. Es decir, doce; pero en Primaria nos hemos quedado en cinco", explica Morán. Por su parte, en Logrezana, donde la familia es menos numerosa, la matrícula se mantiene con siete niños y se ha rejuvenecido gracias a las incorporaciones de los pequeños Nora El Hamyani y César Valdés, ambos de tres años.

Pese a estas dificultades, los responsables de ambos centros aseguran que seguirán luchando por las escuelas rurales de Carreño, e incluso Mirta Morán ve con optimismo su futuro: "Va a seguir funcionando. Aunque este curso tengamos dos alumnos menos, el año que viene llegarán más"; pero Morán habla sólo por las aulas de Guimarán- El Valle, ya que la situación en Logrezana es más delicada.

Aun así, su profesor, Héctor Sánchez, confía en seguir al frente de la escuela algún año más. Por lo menos mientras "los pequeños y los padres estén a gusto conmigo y me lo pidan. Cuando yo entré había siete niños. Se habían marchado seis tras la jubilación del anterior maestro. Por eso no quiero irme, porque pondría en peligro la pervivencia de las escuelas".

No obstante, es consciente de que el futuro del centro de Logrezana depende de esa plaza fija que no acaba de conceder el Principado y que puede que nunca llegue. "Quieren que la gente no se vaya del campo, pero luego tampoco dan facilidades para ello", señala. Y es que las escuelas rurales de Carreño son algo más que centros escolares. De su funcionamiento depende en buena medida que muchos padres no se vayan a vivir, con sus hijos, a otros núcleos urbanos, incrementándose, con ello, el despoblamiento de la zona rural, que en Carreño avanza a pasos agigantados.