En Candás hubo un tiempo en el que los hombres no sólo salían a la mar con sus barcos, sino que también descendían a las profundidades de la tierra para extraer mineral. La villa siempre fue marinera y así se le reconoce hoy en día, pero no hay que olvidar tampoco que Candás tuvo su pasado minero vinculado a las explotaciones de hierro que en el siglo XX funcionaron en el barrio de El Regueral. De aquella, un gran número de vecinos trabajaron con pico y pala en la oscuridad para llevar dinero a sus casas y sacar adelante a sus familias. Entre ellos, Marcelo García "Monterriundo", que a sus 87 años de edad es el único superviviente que puede dar cuenta de esa etapa de la historia de Carreño.

Aunque desde entonces ya pasaron muchos años, este candasín todavía conserva algunos recuerdos de su aventura en las minas de El Regueral, en las que empezó a trabajar a los 20 años junto a sus dos hermanos. Su madre había quedado viuda muy joven y debían ayudarla. Con la ganadería ya no era suficiente. "Yo si volviese a nacer volvería a la mina otra vez", dice García nada más empezar su relato. "Allí había calor y estábamos bien, aunque también teníamos que trabajar duro. Al parecer había un filón de hierro muy grande que llegaba hasta el cementerio", prosigue, sentado en su casa de Candás, al lado de su hija Mary Fili García, que le ayuda a refrescar la memoria en ciertos momentos.

Según su testimonio, Marcelo García trabajó durante aquellos años codo con codo con muchos hombres. Porque en esa época, "o ibas para la mar o te metías en la mina. No había otra cosa. Pero a mí la mar...", dice contemplando la frase con un gesto de indiferencia. Este candasín, al igual que el resto de sus compañeros trabajaban a turnos. "Había veces, por ejemplo, que me tocaba entrar a las seis de la mañana. Y otras, en cambio, a las tres de la tarde para salir a las diez de la noche", explica, sin olvidarse de aquellas visitas que su mujer Rosita le hacía para llevarle la comida.

Este ex minero, conocido también por regentar junto a su esposa el bar "La Estación", situado a la entrada de Candás, trabajó como picador durante algunos años en las profundidades del pozo de El Regueral, aunque más bien "pocos", matiza. "Un día vino el capataz, que se llamaba Casado, y me dijo: "Marcelo, a partir de ahora vas a ser el maquinista". No sé si fue por burro o por inteligente, pero me cambiaron de puesto. Y ahí estuve toda la vida", relata animadamente mientras le sigue dando vueltas a la mente en busca de nuevos recuerdos.

Aparte del pozo de El Regueral, según este candasín de sonrisa amplia, también había otro en la misma zona, al que llamaban "el de La Nozaleda". "Yo recuerdo que el de El Regueral era muy profundo y tenías que bajar en una jaula, pero en este ibas caminando, aunque tenías que tener mucho cuidado", asegura. No obstante, tal y como expresa García, estas explotaciones eran menos potentes que las de Bañugues (Gozón), que en aquellos años funcionaban a la par que las Candás. "A través de una especie de teleféricos, en bidones, llegaba el mineral de Gozón a El Regueral para poder transportarlo en tren". Y es que el llamado "Carreño" (actualmente Feve) nació precisamente para dar cobertura a las minas de Carreño. Entre ellas, las del barrio candasín en las que trabajó Marcelo "Monterriundo" hasta el cese definitivo de su actividad hace más de 50 años.

Para entender esta conexión entre la mina y el tren es necesario remontarse a los inicios del yacimiento de hierro de El Regueral. Éste comenzó a explotarse, al igual que el de Piedeloro, a principios del siglo pasado por parte del Crédito Industrial Gijonés, que creó para ello, en 1890, la Sociedad Minas de Hierro y Ferrocarril de Carreño. En diciembre de 1900 se aprueba en las Cortes el proyecto de ley para otorgar a la sociedad, sin subvención del Estado, la concesión y explotación de un ferrocarril de servicio particular y uso público que, partiendo de la estación de Aboño termine en Candás, con ramales a las minas de hierro del concejo. La concesión definitiva se obtiene el 15 de febrero de 1902 y la construcción de la línea se inaugura el 8 de enero de 1909, aunque sólo para uso minero. No será, pues, hasta junio de 1910 cuando se permita inaugurar el servicio de viajeros, pero sin poder acceder a Gijón todavía. A partir de ahí, "el Carreño" va creciendo progresivamente hasta llegar a lo que se conoce hoy en día.

De esos primeros años de ferrocarril también tiene anécdotas Marcelo "Monterriundo". "Me acuerdo que teníamos un perro muy listo. Él estaba con mi mujer en el bar "La Estación", justo enfrente de la parada. Se subía todos los días al tren y paraba en El Regueral para ir a buscarme. Luego volvíamos juntos a Candás otra vez", rememora este candasín, convertido en el último minero de la villa y testigo de los años en los que el concejo se trabajaba a pico y pala.