La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

JUAN TAMARIZ | Mago, actúa el sábado en Pola de Siero

"La magia que a mí me gusta tiene mucho de improvisación, de jazz o flamenco"

"El contacto con el público en directo es una maravilla: sentir el pasmo, el sueño compartido..."

Juan Tamariz, en una imagen promocional. JAVIER DE AGUSTÍN

Pola de Siero,

Franco TORRE

Juan Tamariz actúa en el auditorio de Pola de Siero el próximo sábado, 17 de octubre. Desde Cádiz, donde actúa estos días, el mago atiende a LA NUEVA ESPAÑA, vía telefónica.

-¿Cómo fueron sus inicios?

-Empecé de chiquitillo con una caja de magia que me trajeron los Reyes Magos. Desde ahí, fui poco a poco aprendiendo con libros de magia. Estudié otras cosas, Físicas y dirección de cine, pero mi pasión siempre fue la magia. Dejé todo lo demás, en aquellos años difíciles, y aquí estamos.

-¿Cuándo dio ese paso para dedicarse a la magia?

-Profesionalmente desde el año 70, aproximadamente. Unos poquillos.

-¿Había muchos profesionales de la magia, en aquella época?

-Entonces había magos, pero no profesionales, porque había poco trabajo. Ahora hay mucho trabajo y magos muy buenos. Aunque he de decir que antes también había magos de una de calidad maravillosa.

-Dice que estudió Físicas.

-Estudié Físicas cuatro años, y luego lo dejé para hacer dirección de cine en la Escuela de Cine. Pero cuando quedaban diez días para terminar nos echaron de la Universidad. Era una época difícil. Pero al final fue para bien porque me decidí a dedicarme a mi auténtica pasión, que era la magia.

-¿Algún mago que le marcase en sus inicios?

-Muchos, tuve muchos maestros, Juan Antón, de Madrid, me enseñó que la magia es comunicación. Ascanio me enseñó que la magia es un arte muy complejo, a veces un juego de tres minutos nos lleva cinco años, quitando y poniendo cosas para que sea efectivo y no tenga efecticismos innecesarios. También me enseñó a tener psicología. Frakson, un madrileño que trabajó en los Estados Unidos y volvió a España para pasar los últimos diez años de su vida, me enseñó que la magia es un arte de amor. Que hay que ser apasionado con lo que se hace, que la magia es un fuego interior. Y que hay que querer al público. Si vas al espectáculo con soberbia, diciendo al público "admiradme", lo único que vas a conseguir es tener un ego muy grande que un día explotará, como un globo. Lo que se trata es de realizar los deseos que todos tenemos, pero que por nuestra humanidad son imposibles: resucitar, volar. En la realidad artística, eso se puede lograr, por eso la magia tiene ese simbolismo tan fuerte. Suele gustar a niños y adultos, pero en estos se intenta sacar al niño interior que lleva dentro, que sale juguetón y participa.

-En la década de 1980, gracias a la televisión, alcanzó usted gran notoriedad. ¿Cómo asimiló la fama?

-La televisión lo único que te da es popularidad. Lo que me pasó a mí es que me permitió poder vivir de ello y dedicar la mayor parte de mi energía a la magia. Pero en el 92 o el 93 decidí dejar la televisión porque no es el medio más idóneo. Me seguían llamando, pero dije que no.

-De seguir en televisión hubiera tenido más tranquilidad, más comodidad ¿Se arrepiente?

-No busco la comodidad, busco algo más y eso no me lo la da televisión. El contacto con el público en directo es una maravilla. Sentir en resonancia el pasmo, el sueño compartido. Eso lo logro en el teatro, y también en sesiones más íntimas, de 30 ó 40 personas. En el teatro sí me siento feliz.

-¿Por qué se decantó por el ilusionismo y los juego de cartas, en lugar de otras variedades de magia como el escapismo?

-No tengo ni idea de por qué he hecho las cosas que he hecho. Yo he hecho mucho juego, un término que preferimos al de "truco", y a veces hago efectos mentales, una cabina de espiritista? La comedia, la risa, es lo bonito, no que sea una cosa programada. Cuando salgo al teatro a hacer la sesión no sé que voy a hacer. Es lo que te pide el cuerpo, la danza con los espectadores. A veces casi empiezo el juego sin saber cómo va a acabar. La magia que a mi me gusta tiene mucho de improvisación, de jazz o flamenco.

-¿Decía que puede estar cinco años preparando un juego?

-Hay algunos que llevo trabajando quince años, juegos de una duración larga que voy puliendo para quitarles todo lo accesorio. Pero un añito o dos no hay quien se los quite a una obra, para lograr que emocione a las personas. Samuel Fuller decía, sobre el cine, que es "emotion in motion", emoción en movimiento. Creo que el arte en general hay emoción, una emoción que debe sentirse y tenemos que haberla depurado de todas las cosas externa. Obviamente, prefiero que me aplaudan a que me tiren tomates.

-¿Recuerda alguna función especial, aquella en la que dijo 'hoy lo logré'?

-Recuerdo muchas, pero no quiero nombrarlas. Prefiero guardármelas.

-¿Alguna en Asturias, al menos?

-En Asturias he actuado muchas veces y siempre con gusto, como ahora en Cádiz. En unos días estamos ahí y vamos a tratar de que disfrute la gente. Y quiero decirles a los que quieran ir a vernos a Pola de Siero que no se preocupen por si tienen un asiento lejos del escenario: cuando hago juegos de naipes ponemos una pantalla o un proyector, para ayudar a que se vean las cartas muy grandes.

-Una última pregunta: este juego que hace entre número y número, simulando que toca un violín, ¿por qué lo hace?, ¿tiene un motivo concreto?

-Ah, pues no tengo ni idea, me gustaría saberlo. Alguna vez, cuando estoy actuando, me sobra energía. Antes gritaba, en otros momentos tocaba la batería. Es verdad que ahora hago lo del violín, pero no sé por qué. Es algo que me sale.

Compartir el artículo

stats