La experiencia canaria, entre otras oportunidades, permite conocer la vida y obra de algunos asturianos que no solo han sobresalido en su tierra de adopción sino que, cuando menos, merecen el conocimiento de su labor en su patria de origen. Por ejemplo, a modo de curiosidad deportiva, el abogado asturiano José del Río Amor fue primer presidente de la historia de la Unión Deportiva Las Palmas, ahora que los amarillos vuelven a medirse con el Sporting. Y es el caso, de forma muy especial, de la farmacéutica María Elisa Álvarez Obaya, fallecida en 2010 en Las Palmas de Gran Canaria, a los 73 años, y a la que, con todo el merecimiento, Cubera y el Ayuntamiento de Villaviciosa tratan de honrar con su nombre en una plaza. Elisa Álvarez Obaya forma parte de la historia heroica de las Islas desde que descubrió en 1963 el fraude del alcohol metílico que provocó miles de víctimas en España. De los 51 fallecidos por la intoxicación, según las autoridades franquistas, dieciocho fueron en Canarias. Los que no fallecían con aquellos tragos mortales quedaban ciegos. Hasta que una joven asturiana, brillante estudiante e inspectora de Sanidad, llegaba a Lanzarote en 1961 cargada de ilusiones y esperanzas. Apasionado investigadora, se encontró en una dura isla, aún sin turismo y casi sin agua, donde los vecinos morían por una causa desconocida. Pero todos tomaban una copita de ron por las mañanas. Elisa Alvarez Obaya no tardó en descubrir el fraude en el garrafón: metanol, un tipo de alcohol de madera que provoca la muerte a la primera copa. Como siempre, la vida a merced del dinero. El litro de alcohol etílico costaba 30 pesetas y el del metílico 14. Un bodeguero de Orense repartió por España 75.000 litros del mortífero brebaje. Pese a que condenaron a los culpables a 20 años de cárcel, aquella joven funcionaria sufrió un calvario que marcó su vida. Escoltada ante el Tribunal, soportó hasta amenazas de muerte. Después de aquel intenso inicio, Elvira Álvarez Obaya desarrolló su vida profesional en Gran Canaria como una ejemplar servidora pública. Su sobrino Aldo Iess cuenta que su tía evitó los recuerdos del caso del metílico. Llevó con discreción su vida y su ejercicio profesional. Su ejemplo personifica la discreta humildad del sabio. Y le sobran méritos como hija distinguida de Villaviciosa. Canarias no la olvida.