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Los agricultores, indignados con el carné fitosanitario, obligatorio en una semana

Los vecinos con huerta creen que la licencia es "inútil" y un "incordio": "¿Va a ponerse ahora a hacer cursos un paisano de ochenta años?"

Margarita Fernández, con uno de los productos fitosanitarios que puede vender en su tienda agrícola. M. G. Salas

"¿Va a ponerse ahora un paisano de ochenta años a hacer un curso de uso sostenible de plaguicidas?" Esa es la pregunta que se hacen los agricultores carreñenses, tras conocerse que dentro de una semana (el día 26) entrará en vigor un acuerdo que obliga a los usuarios y vendedores de productos fitosanitarios de toda la Unión Europea a sacar un carné de manipulador. Los vecinos que trabajan la huerta en el concejo consideran que la licencia es "inútil" y un "incordio". "Llevo toda mi vida cultivando esta tierra y me dicen ahora que necesito una licencia para evitar que los caracoles me coman las lechugas", dice indignado el perlorín Luis Cuervo, en plena faena en su granja. "No somos tontos, sabemos que si echamos química, vamos a comer química", apunta.

Sus palabras son respaldadas por Fermina López y José Antonio Belón, del barrio La Maquila, en El Valle. Este matrimonio cree que con la normativa "sólo buscan cobrar más". "Los productos que utilizamos aquí no son agresivos para la tierra. Empleamos lo mínimo. Y, al final, el que no esté concienciado en cuidar el medio ambiente, va a dar igual que tenga un carné o no", destacan.

Ramona Fernández, agricultora en el barrio de La Torre, en El Valle, opina lo mismo. Y eso que sacó el año pasado una licencia para poder manipular los productos fitosanitarios. "El curso duró dos semanas. Nos mandaron hacer reglas de tres y la casa santa. Todavía tengo todos los apuntes guardados en una libreta. ¿Y para qué? Para nada, porque no lo llevas a la práctica. No te vas a poner a hacer cálculos de cuántos polvos tienen que ir en cada mochila de fumigación cuando ya te lo indica el paquete", asegura, rodeada de patatas, fabas, cebollas y berzas. "No estamos ya para estas cosas. Y tengo miedo que después de tantos años no sepa ni hacer reglas de tres", señala Luis Cuervo. "Yo veo los cursos bien para los agricultores profesionales, pero esos, al final, echan lo que quieren. Porque, ¿quién los vigila? Nadie sabe si en vez de media bolsa, tiran una entera", comenta Ramona Fernández, de Casa Miguel.

La nueva medida tampoco contenta a los vendedores de plaguicidas, que ya viven sus horas bajas por la crisis y "estas cosas todavía nos hunden más". Lo dice Margarita Fernández, al frente de una tienda agrícola en El Valle junto a su marido Valentín González. "Acaban con nosotros. Ya tuvimos que retirar varios productos de uso profesional, porque para ello necesitamos un carné superior al básico, que es el que tenemos. ¿Y quién nos paga todo esos gastos?", se queja Fernández. En las estanterías ya sólo quedan los fitosanitarios que tienen el símbolo de una regadera. "Eso quiere decir que son para jardinería y son los únicos que podemos vender. Tampoco podemos despachar botes de un litro, tienen que ser de medio. Y eso ni se entiende", protesta Valentín González, que dirige un almacén de piensos en la parroquia.

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